La bicoca, el business, de “luchar” por la libertad de Cuba.

Nada, que hay que ser muy inmoral para recibir las “monedas del rey”, incluso desde acciones personales, entiéndase programas en las redes sociales, empresas que mercadeen de aquí para allá o negocios que rocen el dolor de los cubanos, donde utilicemos el nombre de Cuba, e invertirlas en algo que no tenga que ver con la verdadera lucha o con el real enfrentamiento al comunismo. Los recursos que genera la batalla por la libertad deben ser devueltos a los que están allá sudando la gota gorda por las abrasiones, las aberraciones y los desatinos revolucionarios.

José Daniel Ferrer: El “muerto” al hoyo y el vivo al “exilio”.

Existen muchos criterios y muchas verdades, de importantes cubanos, de seres que lo conocieron de cerquita o que tienen una opinión bastante contundente y muy responsable, refiriéndose a este “mambí” de las donaciones y de los teléfonos celulares. Yo solo voy a citar una y es la de Oswaldo Payá cuando lo expulsó de su organización y lo acusó, en una carta, de varios “defectos” muy alejados de lo que es ser un verdadero patriota, un ejemplo de oposición al régimen dictatorial y un cubano digno de recibir la atención de quienes quieren, de verdad, ver a Cuba libre de comunismo en cualquiera de sus variantes.

¿Para nosotros los cubanos la miseria, el hambre y la represión, son crimen y castigo?

Yo me imagino que a cualquier ser cubano, de los que nacimos y nos criamos en aquel maldito infierno comunista, esa pregunta nos pone los nervios de punta, nos provoca un saltico en el estómago un tin desagradable, nos quita el sueño, nos da ganas de correr pa’l baño y nos pone a parir porque, para hablar del socialismo con propiedad, lo que se dice cantarle las cuarenta o quitarle la cáscara a ese régimen, hay que sentirlo de cerquita, a flor de piel, en los bolsillos de la camisa o del pantalón, en los constantes apagones sin Luna Llena o dentro de una maleta de la escuela al campo que, en realidad, cargaba más hambre que alimentos.

El castro-comunismo, definitivamente, nos hizo talco el cerebro a los cubanos.

Y todas esas deficiencias morales las mantenemos una buena parte de los cubanos incluso hasta cuando emigramos. El castro-comunismo nos manipuló tanto, nos adoctrinó tanto y nos entortilleró tanto la lengua y el cerebro que, aun viviendo en países donde la libertad, la libre expresión, el libre pensamiento, la democracia y la independencia son verdaderas conquistas humanas, nos empeñamos en “defender” y mantener por conveniencia, por miedo, por un hijo de puta placer o por ignorancia manifiesta, actitudes serviles, partidistas, intolerantes y pandilleras, que mucho daño le causan a la libertad de Cuba.

¿Por qué emigramos los cubanos? ¿Pan con bistec o libertadores de taburete?

Yo digo que los seres cubanos emigramos de esa cruda realidad, de tamaños “logros” del socialismo, de tantas y tantas “conquistas” revolucionarias, porque tanta abundancia comunista no hay quien la aguante, no hay quien la resista y ni quien se acostumbre a pedir el agua por señas, a susurrar bajito su inconformidad por la represión, a tener que ir a pie a todas partes, a vivir y morir de cara al sol en una cola pa’ cualquier cosa, a ver a tus hijos sin poder tomarse un vasito de leche, al hambre pegada a un costado de los retratos de héroes y mártires, a nuestros hermanos desaparecidos, torturados y asesinados por alzar la voz reclamando una vida mejor, a los excesos de un régimen criminal y genocida, a la cobardía de muchos de nosotros que miramos hacia otra parte “para no ver las uñas sucias de la miseria” y al oportunismo de quienes, en nombre de esa revolución o de una libertad que nunca llega, viven como parásitos chupando la savia del “patriotismo”, se enriquecen como potentados sentados en sus poltronas del dolor de todo un pueblo y acarician cuantiosas fortunas con el nuevo lema de yo tengo más que tú , yo hice más que tú y a mi me roncan más que a ti, mientras el pueblo se consume en la indigencia, en el hambre, en la desilusión y en la locura.

Es por eso que muchas veces me avergüenza decir que soy cubano.

Yo respeto mucho, me quito el sombrero, ante quienes se sienten más cubanos que nadie, cada loco con su tema, pero a mi, lo que es a mi, se me cae la cara en menudos pedazos, se me pone la piel de gallina, me muero de vergüenza ajena, me escondo mariquita uno, mariquita dos y me siento mal a morir, cuando escucho y oigo, sobre todo oigo, con la soberbia con la que nos expresamos, con el desenfado con el que decimos tantas estupideces, con la vulgaridad que hemos estandarizado como imagen y semejanza de lo bello y lo divino, con la simplicidad con la que nos referimos al “problema” de Cuba, con el despecho que mostramos al mencionar a esa Patria destrozada y a esos cubanos humildes y con el descaro que mostramos cuando nos presentamos como independentistas cuando, en realidad, en la pura verdad, no somos más que una pandilla de oportunistas que solo está detrás del dinero y de views que nos aseguren una buena ganancia en las redes sociales para, como siempre digo, vivir sin tener que trabajar.

Tan intolerantes como los castristas y tan pandilleros como los comunistas.

¿Por qué nos empeñamos en mantener tan desafortunadas actitudes una vez que vivimos en “tierras de libertad”?

La explicación, y lo digo sin ninguna vergüenza, escapa a mi comprensión, no encuentro forma de aplicar lógica a cómo nosotros los cubanos, nosotros los seres cubanos, persistimos en ser tan irrespetuosos, tan extremistas, tan soberbios, tan manipulables y tan idiotas, una vez que la vida, o nuestro esfuerzo, nos dio la oportunidad de vivir en lugares donde no existen comités de defensa de la revolución, donde nadie nos impone una línea ideológica a la fuerza y donde es ilegal, absolutamente contraproducente, juzgar a otros por sus opiniones, por sus ideas o por sus acciones.

Alguna respuesta me atrevería a esgrimir y es que nosotros, la mayoría de los seres cubanos, escapamos del castro-comunismo pero nos llevamos al castrista en el alma, cargamos con nuestro pesa’o a donde quiera que vamos sin darnos cuenta, sin querer entender, que para ser libres, primero, tenemos que matar al “revolucionario” que una vez fuimos.

Estamos a un paso, a uno muy corto, de desaparecer como “raza cubana”.

Eso, junto a miles de otros desastres, como enfermedades, hambre cíclica y ciclónica, miseria física y espiritual, las inclemencias del tiempo adversas y exageradas, los ritos iconoclastas de una ideología de “guerra” de todo el pueblo, la desnutrición crónica imperante y los excesos de una estupidez que tiene forma de escudo nacional, trajo como consecuencia que Cuba, que los seres cubanos, nos fuéramos quedando “vacíos” y que nuestra raza, es decir, nuestra nación en su conjunto, viera partir, parcial o para siempre, a millones de nosotros por desilusión, por angustia, por locura o por cobardía.

La línea “dura” del “exilio” opositor, recalcitrante y, para mi, oportunista.

Siempre que doy mi opinión, que expreso mi humilde y personal criterio, sobre cómo yo percibo la realidad de mi país o a ciertos personajes que nos quieren vender como lo que más vale y brilla de este cielito lindo opositor, contrarrevolucionario y anti-comunista que, en algún momento de nuestra existencia nos va a caer encima, saltan algunos “libre pensadores” defensores de una verdad que han inventado otros y que ellos por ignorancia, por estupidez o por mediocridad oportunista, se empeñan en defender a lo socialismo o muerte, atacándome con la misma pituita de que yo soy un connotado agente anti-castrista, un cola’o aquí en este exilio luchador y radical, un agente de la dictadura castro-comunista y ahora, últimamente, un vendido al servicio de no sé quien.

Huimos, escapamos, nos largamos y le dejamos la Patria a los “mosquitos”…

Un desastre de proporciones apocalípticas, el cubano que por obligación vive en la isla, se enfrenta a otra dictadura, a otra brutal tiranía que le enciende la piel, se la llena de ronchas, le saca la poquita sangre que le queda y, además, lo infecta con una enfermedad que lo hace caer redondito en medio de la calle.

Cuba, desgraciadamente y por culpa de nuestra tolerancia, de nuestra falta de patriotismo y de nuestra irresponsabilidad, está hoy a merced de otros asesinos de la vida, a una plaga mortífera de nematóceros revolucionarios que, aliados con el castro-comunismo, se empeñan en aniquilar a una población exigua por las decepciones, por las deserciones, por el hambre, por la violencia, por la tristeza, por la represión y por el socialismo o muerte.

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