Cuba: Un país sin presente, sin futuro y sufriendo la horrorosa pesadilla del socialismo.



Nuestros padres nos educaron con la ilusión de que fuéramos mejores que ellos, de que nos convirtiéramos en importantes profesionales porque, según fidel castro y su revolución del picadillo, creceríamos en un país de “luz y progreso para ese espíritu” donde gracias al “sacrificio de estos dos o tres primeros añitos de construcción del socialismo”, los seres cubanos disfrutaríamos después del país más prospero del mundo, de mucha agua tibiecita para bañarnos, de ómnibus para el transporte público con asientos vacios y de auténticos durofríos de fresa y no hechos de rojo aseptil con azúcar prieta.
Muchos de nuestros progenitores se tragaron esos cuentos y, esperanzados con la creencia de que Cuba tendría un “futuro pa’ comer y pa’ llevar”, se esmeraron en nuestra formación y nos exigieron estudiar porque la Patria se convertiría en tierra de grandes oportunidades, felicidad y bienestar para todos.
Las exigencias paternas y maternas, muchas acordes con las doctrinas que la “revolución cubana” nos metía hasta en el chícharo con gorgojos, nos decían que estudiáramos, que llegáramos a la Universidad pues el país necesitaba de profesionales “bien formados”, expertos en construir “cualquier cosa” y cuadraditos de mentes para que el enemigo no viniera con sus “cantos de sirenas” y se los llevara a todos de uno en fondo.
Pero en 1980 sucedió el segundo éxodo importante de cubanos hacia los Estados Unidos. Una estampida multitudinaria que sorprendió a muchos. Más de 120 000 cubanos abandonaron Cuba y no se sabe cuántos no pudieron hacerlo, demostrando que algo no estaba bien y que la inconformidad popular era mucho mayor que la mierda que hablaba el “gran líder” en sus interminables discursos.
Al final quedó demostrado que el “futuro” en Cuba eran puras promesas, gritos histéricos, consignas patrioteras, sacrificio popular, restricciones y un odio feroz a los americanos por ser los “causantes directos” de todas nuestras desgracias. La dictadura castrista sustentó su existencia en una dependencia enfermiza de la Unión Soviética mientras el famoso desarrollo económico y social, prometido por fidel castro, el 1 de Enero de 1959, se fue por los retretes del comité central del partido comunista como un vulgar apretón estomacal de la dictadura del proletariado.
Delante de nuestras propias narices se forjó la involución de la Patria. El retroceso hacia el lado oscuro de la existencia humana nos fue impuesto por un grupo de inoperantes e inescrupulosos “dirigentes” que se enriquecían y se acomodaban mientras le exigían al pueblo más austeridad, devoción y sumisión a la revolución pues: “ya verán compañeros cómo nos aburriremos de comer bisteces”.
Los cubanos hemos vivido estos 60 años creyéndonos la mentira de que los yanquis nos quieren borrar de la faz de la tierra. Esa ha sido la constante de los mamarrachos ideológicos del régimen para exacerbar los sentimientos nacionalistas de las masas y justificar el estado deplorable, mísero y humillante en que tienen viviendo a todo un pueblo.
Recuerdo que de muchacho, para disimular el terror que sentíamos ante las “amenazas del imperio”, nos contentábamos unos a otros diciendo: “No nos pueden tirar la bomba atómica porque también a ellos les llega la nube radioactiva y se joden…”
Nos graduamos en la Universidad… ¿y qué? La mayoría de nosotros no encontró trabajo y zapateamos todo el país como zombis laborales y el título de licenciados debajo del brazo, por cierto, el mío por poco se me pudre con el sudor…
Lazarito “ganzúa” era un muchacho del barrio de mi misma edad, fuimos amigos porque estudiamos juntos hasta la Secundaria Básica, después cada uno agarró por su lado y, por esas cosas de la vida y la “juntadera”, se convirtió en ladrón de tendederas y de todo cuanto las personas dejaban “mal parqueadas”, como a él le gustaba decir.
Cuando los sucesos del Maleconazo en 1994 lo encontré, después de tantos años, porque fue a despedirse de su madre, la vieja Antonia, gran persona, y sin muchos miramientos me dio un fuerte abrazo y me dijo: “Acere me voy echando pa’l Norte que aquí ya no hay ni que robar…”.
El sacrificio, la devoción y la entrega en cuerpo y alma de nuestros padres a esa maldita revolución, para que sus hijos tuvieran el futuro prometido, fue una estafa, sólo sirvió para que fidel castro se solidificara en el poder y se convirtiera en el “hombre más rico de Cuba”.
Las generaciones de “hombres nuevos” se transformaron en hombres-pájaros, hombres-peces y hasta en hombres-lobos y emigramos a los “bosques gélidos” de cualquier estepa luminosa porque en nuestra isla tropical, en la más bella de todas, no encontrábamos ni un triste huesito para roer y saciar el hambre…
Ricardo Santiago.



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