Dedico este “poema” a los tracatanes, a los parásitos y a los lameculos del castrismo.





Hoy no voy a hablar de los máximos responsables de la mayor tragedia que hemos sufrido los cubanos en toda nuestra historia. No. No voy a gastar ni una sola letra para referirme a los causantes de la muerte, por diferentes motivos, de cientos de miles de nosotros. Hoy no voy a desprestigiar a quienes han provocado el hambre, la miseria, la destrucción, los suicidios, la represión y todas las calamidades que hemos vivido y padecido en los últimos 58 años. No. Aunque la mano me tiemble “por acciones concretas” y las imágenes sobre la destrucción me estremezcan, hoy voy a controlarme.
Hoy no voy a tocar a estos esperpentos ni de refilón porque, y se los voy a confesar, parece que de tanta Tropicola de Birán pa’quí y tanto general sin historias y con pamela pa’llá, estoy asqueado, repugnado y empacha’o. Es que este par de sinvergüenzas son peor que un virus estomacal.
Insisto en que estas dos urracas moriviví serian invisibles, pasajeras, inofensivas, callejeras y chupatuercas si no contaran con un enorme séquito de croqueteros castristas repartidos en todas las esferas de la vida laboral, social, educacional y doméstica de Cuba y el exilio.
Para empezar la mayoría de nosotros por instinto de supervivencia, por oportunismo o por sabe Dios qué razón, nos hemos convertido en policías de nosotros mismos y comisarios políticos de los demás. Por la fuerza del terror nos hemos visto obligados a ser cuidadosos al criticar a la dictadura, a mirar hacia los lados al expresar nuestros desacuerdos con la desfachatez de la tiranía o simplemente a medir las palabras al compartir nuestros puntos de vista con amigos, vecinos y familiares. Triste pero cierto.
Las consecuencias por hacer lo contrario pueden ser terribles, desde cárcel, golpizas, pérdida de puestos de trabajo, que nos griten en plena calle o frente a nuestras casas gusanos, lumpen, que se vaya la escoria, apátridas, asesinos, mercenarios al servicio del imperio, vende patrias, flojos, Fidel, seguro, a los yanquis dale duro o esta calle es de… Todos estos “divinos” vocablos y frases célebres están archivados en los anales de las ofensas históricas de la Patria por “originales y respetuosos”.
Los tracatanes directos de la dictadura, es decir, los pinchos, los “pinchones” que te sacan un ojo si estas medio entretenido (ministros, directores de grandes empresas, presidentes de instituciones o secretarios generales de algo), en su inmensa mayoría ejercen sus cargos como verdaderos tiranuelos imitadores del poder satánico. Sádicos en sus maniobras serviles son carniceros de la moral y la vergüenza. Por herencia directa del supremo actúan como déspotas, intransigentes, inhumanos y semidioses. Generalmente se sienten intocables hasta que son tranquila o escandalosamente defenestrados por cierto comentario o actitud medio turbia que afecte los bolsillos de quienes ustedes saben.
Los parásitos son los de un poquito más abajo. Prestos siempre a cumplir con lo establecido e informar de cuanto sucede en su entorno, son más revolucionarios y fidelistas que nadie, los que más salvaguardan las conquistas del socialismo, los más celosos guardianes de los “valores” de la revolución y los más abnegados patriotas siempre dispuestos a matar si es necesario para que no les quiten el carrito, las prebendas y las dosis de patadas por el culo a las que se han acostumbrado ya sea por miedo, sumisión o para sentir, más que nadie, “la gloria que se ha vivido”. Estos “jefes” intermedios existen hasta que son descubiertos con las manos en la masa y van a prisión o abandonan el barco en el primer puerto para vender sus “experiencias” al mejor postor.
Los lameculos son los peores, esto sólo Dios lo sabe porque los hizo a nuestra imagen y semejanza (y yo me pregunto por qué: ¿eh?). Estos degenerados (presidentes de los CDR, militantes comunistas, los del sindicato, etc.) se pasean por todas partes con un terrible olor nauseabundo en sus lenguas, manifiestan su desprecio, su rabia tormentosa y su chivatería contra todo el que masque chicle. Con sus orejas y bocas de informantes causan mucho daño, provocan el peor de los males porque en realidad son quienes sostienen esa cruel dictadura, la aúpan con sus mítines de fuerza amparados en la “ley”, en la violencia contra los otros y en la “cagazón” más abominable que han formado en toda la historia nacional.
Los lameculos pululan en todas partes, se adaptan incluso a lugares donde se respira libertad y democracia, se cuelan en espacios inimaginables incluyendo las redes sociales donde atacan con insultos, groserías, calumnias o simplemente intentan infectar, con sus putrefactos virus cibernéticos, el alma de quienes los aborrecemos.
Ricardo Santiago.




2 comentarios en «Dedico este “poema” a los tracatanes, a los parásitos y a los lameculos del castrismo.»

  1. Buenisimo escrito, lo felicito, hacia falta alguien que nos recordara que no solo los asesinos Castro son los culpables de tanta muerte solor y miseria, que ellos no serian nada sin no contaran con el apoyo de los despreciales.

    Responder
  2. Gracias, por este artículo, me ha abierto los ojos con respecto a lo que pasa es Cuba , y lo que está pasando en mi país Venezuela, gracias.

    Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »