Del comunismo “berlinés” al castro-comunismo “caribeño”. (I)





Está claro que el comunismo lo inventaron dos o tres burgueses que no tenían ninguna intención de trabajar. Estos dialogantes de cafetines descubrieron que el mejor negocio, la verdadera mina de oro, el abracadabra, la bendita lengua que el Señor me dio, yo el más cabrón de todos, el coje-coje y el rasca-rasca, era hablarle a los obreros y convencerlos de que el capitalismo era una mierda y que cuando los trabajadores fueran los verdaderos dueños de los medios de producción todos los males de este planeta se iban a solucionar.
Así andaban, habla que te habla, piensa que te piensa, “vete a la buhardilla a escribir toda esa bobería que me dijiste”…, pero de disparar un chícharo: na, na, ni, na…
Una cosa si fue cierta, para hacer honor a la verdad y no pecar de “ignorancia”: …escribieron unos cuantos libracos repletos de teorías y cálculos sobre el capital, la plusvalía, la mano y los brazos de obra, el sudor ajeno, los fantasmas que recorren el mundo y no tienen pa’ cuando parar, la burguesía, el proletariado y préstame cinco fulas pa’ comprarme un “sanguisi” de jamón y queso…
Estos Señores con sus suposiciones de la lucha de clases, la negación de la negación (no, que no, que no, que María Cristina me quiere gobernar…), la unidad y lucha de contrarios, el comunismo científico que se ve pero que no se come y un montón más de suposiciones sobre “proletarios de todos los países uníos”, revolvieron el orden establecido y crearon la expectativa, la falsa expectativa de que la dictadura del proletariado era la mejor opción para gobernar al mundo: ¡Acabaste con el manteca‘o Durdú el loco…!
Pero otra cosa también fue cierta: Los obreros, los trabajadores, el ser social y la conciencia social nunca fueron, ni serán jamás, los dueños de los medios de producción, ¡a otros con ese cuento!, la historia lo demostró con creces y nos enseñó con sangre, (lo vimos en cada uno de los países donde intentaron implantar esta doctrina), que todo lo que hablaron, escribieron y pensaron estos burgueses que no querían trabajar era pura mierda, falsedad y alevosas pajas mentales. Así de simple…
Un buen día, a bordo de algún buque perdido, extraviado y sin rumbo fijo, esta doctrina, inventada en “Europita la vieja”, llegó, me imagino yo que como polizón, a “Cubita la bella”, la dulce y querida tierra del negro cimarrón, los mambises, la mulata despistada, el bravo aguardiente de caña, el taburete con piel de chivo, el gallego bruto pero trabajador, el chino engañado y optimista, el olor a mar, el son montuno, los tamales con carne de puerco, la jodedera y el choteo, el sudor de sobaco, el pan con timba, el pregón, el barrio San Isidro, el cubano libre y un Sol que raja las piedras…
Al principio, quienes abrazaron las ideas comunistas bajo el intenso sol caribeño, no pasaron de ser cuatro o cinco mortales desequilibrados, vistos por el resto del pueblo como unos muertos de hambre, gentuza con ganas de diferenciarse de la política imperante y con deseos de armar uno que otro sal pa’ fuera para que los tuvieran en cuenta. Yo no dudo que tuvieran sus razones y compartieran la creencia “europea” de que el proletariado, y por extensión el cubano, estaba preparado para convertirse en dictadura y: “echar pa’lante que aquí no hay más na’…”.
Pero lo que nadie podía imaginar era que desde las sombras un ser maligno avanzaba a pasos agigantados diciendo que él no era comunista pero que si lo era. Mediante el golpe de estado con que se adueñó de Cuba, el 1 de Enero de 1959, y traicionó a todos los cubanos (incluyendo a los comunistas de toda la vida, a quienes eliminó primero, por si las moscas y para que no le hicieran sombra por antigüedad) implantó en nuestra Patria la más absurda y tenebrosa ideología que ha conocido la humanidad en toda su historia.
Continuará…




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