El “futuro” de los ancianos en la Cuba castrista es doloroso e incierto.



El problema, la situación, la quinta esencia, la vértebra “rota” de uno de los más grandes dilemas del Siglo XXI no es si el “futuro” de los ancianos es una realidad que aqueja a todos los países y a todos los sistemas sociales debido al envejecimiento de la población mundial, no, la gran diferencia, el gran contraste y la mayor crueldad es que en Cuba, en Cubita la bella, “en la Patria socialista tierra de Fidel”, Fidel Castro prometió, a voz en cuello, que los ancianos en Cuba jamás serian abandonados y que la revolución se ocuparía de ellos en reciprocidad al sacrificio que hicieron para “construir” la sociedad más justa que ha existido sobre la faz de la tierra.
Mentiras, falsedades, promesas insostenibles, divagaciones de una mente enferma, cacas etéreas en forma de ideas, embustes, teques y subidones de presión sin Meprobamato para que los cubanos doblegáramos nuestras conciencias a favor de la terquedad de un hombre que, a todas luces, era un sádico, un embaucador y un traicionero.
Porque al final de este repugnante e interminable cuento los cubanos, y mucho menos los ancianos cubanos, hemos visto por algún lugar la Patria socialista, la sociedad más justa, la renombrada faz de la tierra, que se ocuparan de ellos y ni la cabeza de un guanajo. La verdad más tormentosa es que, si el pueblo de Cuba se está “comiendo un cable”, los veteranos, los hombres y mujeres de la tercera edad, los puros o la memoria viva de la nación, como a mí me gusta reconocerlos, no tienen ni siquiera eso para comer.
Muchos compatriotas dicen que están así por su propia culpa, por apoyar incondicionalmente en su momento al tirano, a un desquiciado que los exprimió todo cuanto pudo y los utilizó, como le dio su real gana, para llevar a cabo sus fechorías, construir un país de postalita sustentado por la propaganda comunista e incluso hasta para asesinar a muchas personas tanto en Cuba como en otras partes del mundo también.
Y yo digo que este es un tema muy complejo, que hasta cierto punto este razonamiento tiene su lógica, pasa que la vida, la de vivir, no es una ciencia exacta, tiene sus movidas un poco ilógicas y donde muchas veces dos más dos no es igual a cuatro.
El tema es que los cubanos fuimos y somos un pueblo sometido a la más brutal manipulación que se ha vivido en toda la historia de la humanidad. A nosotros los cubanos, desde inicio mismo de los 60s del siglo pasado, nos adoctrinaron masivamente en las aberraciones más inhumanas que alguien se pueda imaginar, fuimos capaces de cometer hasta los más grandes absurdos en nombre de una revolución inexistente, nos convertimos en cómplices de los más grandes atropellos contra otros y contra nosotros mismos, aceptamos ciegamente y sin protestar las mayores humillaciones y, lo peor, lo que a mi juicio constituye el logro más grande de esa revolución dictatorial de los Castro and Son S.A., lo hicimos aplaudiendo, festejando, coreando, vitoreando, desfilando, golpeando, asesinando, reprimiendo y cantando: “Adelante cubanos que Cuba premiará nuestro heroísmo
pues somos soldados
que vamos a la Patria liberar…”.
Muchos logramos quitarnos la venda de los ojos, “el cepo y la tortura”, el cuero del mayoral, los grilletes del cuerpo y, sistemática y progresivamente, desde los mismísimos años 60s, nos largamos de aquel infierno en busca de libertad. Pero otros, muchos, que por diversas razones quedaron allí, incluso con el deseo reprimido de abandonar tamaño sufrimiento, hoy están a merced de “la vida que les toca” porque no tienen otro remedio, rumiando sus propias tristezas y cagándose en la madre de todos los Castro como único alivio para sus desgracias.
Y es que son muchas las razones por las cuales los seres humanos, a veces, nos petrificamos. Conozco casos que, con todos los papeles en mano para viajar, no se decidieron a dar “el salto” por temor a toda esa creencia mierdera, infundada e inoculada por el castrismo durante años de años, de que el capitalismo es lo más malo que hay y: “Si te vas aquí no entras más…”.
Esta es la vida que les queda a los ancianos cubanos en Cuba. Al margen de los gritos que dieron, o los aplausos que les entregaron a esos hijos de puta, hoy son las victimas más desfavorecidas en aquel país porque, incluso, muchos de ellos no tienen a nadie, y lo único que les queda es esperar por un “futuro” que no les va a llegar porque a “Papá Estado” ya no les sirven para nada.
Ricardo Santiago.



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