La dictadura castrista y sus “jinetes del martirologio” revolucionario.




Desde mucho antes del 1 de Enero de 1959 el castrismo ideó un plan macabro para crear un sinnúmero de “héroes y mártires” que le sirvieran para exaltar la gesta revolucionaria porque, según el principal slogan propagandístico de sus “ideólogos” de ocasión, fueron hombres y mujeres buenos que ofrendaron sus vidas para salvar la Patria, a la revolución y a Fidel.
Así, con ese cuento y esa manipulación de la historia, incluyeron en la lista del panteón sagrado de los mártires a quienes murieron por reinstaurar la democracia en nuestro país y a todo aquel que a ellos les convenía para exacerbar los ánimos revolucionarios en el pueblo o sencillamente para tapar sus propios crímenes pues ellos mismos, por una razón u otra, los habían eliminado.
Yo siempre me he preguntado qué hubieran hecho Frank País, Abel Santamaría, las hermanas Giralt, quienes murieron en el asalto al Cuartel Moncada, en el desembarco del Granma, en la Sierra Maestra y hasta el propio Camilo Cienfuegos, devoto confeso de Fidel Castro, si hubieran visto con sus propios ojos la asquerosa y vil traición de los hermanos Castro y en la mierda en que convirtieron todo ese teque de la revolución, la democracia, las elecciones libres, la Constitución de 1940 y la paz, la prosperidad y el progreso para el pueblo cubano.
Pero la historia lo ha demostrado, los dictadores necesitan mártires y si no los tienen ellos mismos los fabrican.
Un dictador que se respete lo primero que hace es “matar” a sus adversarios, oponentes y descontentos, desde los que están en el bando contrario hasta los que militan entre sus seguidores. A los tiranos no les gustan los personajes que les hagan sombras y, de una forma u otra, los eliminan pues no admiten que nadie, absolutamente nadie, se interponga entre ellos, el poder y una ruleta en el güiro, un puntico en el centro…
Es por eso que la historia de Cuba, posterior a 1959, está repleta de muertos, desaparecidos y “olvidados” en vida a cuyos decesos nunca se les ha podido encontrar una explicación lógica.
Yo si digo que Fidel Castro, tan soberbio como la madre que lo parió, fue un perfecto especialista en hacer desaparecer a todo aquel que pensara que la vida es un carnaval, perdón, que él estaba equivocado y lo contradijera en los muchos disparates a los que arrastró a millones de cubanos. La lista es inmensa y en ella se puede incluir a militares, artistas, científicos, economistas, deportistas, políticos y ciudadanos comunes.
Al final de este interminable cuento la revolución dictatorial castrista se convirtió en una sofisticada fábrica para producir mártires, héroes, vanguardias y destacados que usó y usa, según le convenga, para llenar el país de historias rimbombantes, hazañas envidiables, sacrificios sobrehumanos y una devoción ilimitada y estúpida a un líder que no tuvo ni el más mínimo escrúpulo en utilizarlos como pantomimas patrioteras mientras les fueron útiles.
Dice mi amiga la cínica que es lógico, que con ese invento de los Comités de Defensa de la Revolución, CDR, uno por cada cuadra, a los que había que ponerle el nombre de un mártir para que el pueblo se sintiera “identificado” y vigilante, los hijos de puta Castro tuvieron que desarrollar una producción en serie de los “caídos” defendiendo la “causa” y así satisfacer la gran demanda nacional de nombres para los susodichos órganos represivos impuestos a quemarropa en la vida de todos los cubanos.
A la lista de los CDR con nombres de mártires de la patria también tenemos que añadirle los Círculos Infantiles, las Escuelas Primarias, Secundarias, Preuniversitarios, Universidades, Policlínicos, Hospitales, Fabricas, Centros Recreativos, Centros de Investigaciones y cuanta mierda exista en Cuba a la que se le pueda colgar un cartelito y así convertirla en “sagrada” por ingresar al honorable Panteón del martirologio castrista.
Yo digo que Cuba, según el castrismo y sus seguidores, debe ingresar al Libro de Records Guinnes por ser el país con mayor producción de mártires y héroes por millones de habitantes.
La triste realidad de esta historia, y no la ven solo aquellos que no quieren verla, es que los Castro utilizan hasta los muertos para satisfacer sus necesidades de perpetuidad, han convertido a Cuba en un país de almas errantes a las cuales no dejan descansar en paz porque las utilizan para sus fines demagógicos, propagandísticos y proselitistas en nombre de una revolución que solo los beneficia a ellos y a sus familias.
Y a los “héroes”, a los que quedan vivos y no salen trastornados en la contienda, los utilizan y los desechan cuando, los pobres infelices, dejan de ser noticia o de interés para las masas.
Pregúntenle a Cardoso Villavicencio o, dentro de un tiempito muy corto, a cualquiera de los cinco espías.
Ricardo Santiago.




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