La dictadura castrista y su repugnante costumbre de quererlo todo gratis.




Juro por lo más sagrado que me propuse no comentar la última barrabasada pública de la hija de Raúl Castro, la tal Mariela Castro, cuando subió a las redes sociales, y otros medios, un número de cuenta bancaria, de un Banco propiedad de la dictadura, con sede en La Habana, es bueno recalcarlo, para que todo aquel que quisiera pudiera depositar su contribución y así ayudar al maltratado pueblo de Cuba.
Les confieso que llevaba algunos días aguantándome de lo lindo, “durmiendo de pie”, tomando pastillas pa’ los nervios, mordiéndome la lengua e inventándome diferentes terapias ocupacionales para no dejarme dominar por el primitivo instinto de desbocarme ante las acciones del castrismo que atentan y agreden la inteligencia de todos los cubanos.
Mientras más “inocente” quieran los castrista hacer parecer esta calculada acción en más deplorable la convertirán pues aquí todo el mundo sabe que nada que llegue a manos de la dictadura, como concepto de donación, este enjambre de avispas asesinas se las agenciará para vendérselas al pueblo a lo descara’o y en la cara de todo el mundo.
Por cierto, si les llegase dinero en metálico: ¿Cómo lo repartirían?
Al principio degusté con pasión las miles de acertadas respuestas que le dieron las personas con sentido común a esta Primera “Dama” de la Transilvania tropical y caribeña. Muchos paisanos visiblemente enojados le dijeron desde lo más grande hasta lo más chiquito porque, a estas alturas del partido, después de que su familia ha robado a manos llenas durante más de 58 años a los cubanos, esta tipa, sin ningún pudor, con su cara muy fresca, haciéndose la chiva con tontera, la “Sirenita” que nos trajo el huracán, “el alma trémula y sola”, la Virgen de Punto Cero, la tajadita de mango bizcochuelo fuera de temporada o la diputada parlamentaria “muy preocupada” por el bienestar de su pueblo, viene a querer pasarnos su sombrero y pedirnos que “cooperemos con el artista cubano”. ¡A nosotros con ese cuento!
Después las noticias que van y vienen: que si ella cerró su cuenta de twiter porque le subió la presión de la perreta que cogió, que no le gusto las cosas que le dijeron en su propia cara, que si Facebook le clausuró su página por pedigüeña, que si Facebook se la volvió a abrir y le pidió perdón porque todo había sido un error y no, no y no, fue aquí donde a quien se le dispararon los nervios fue a mí y ya no pude contenerme y rompí mi promesa de quedarme callado ante el descaro, la “sinvergüenzura”, el adulterio “sicosomático”, la desfachatez y el reconcomio partidista de que un personaje como este cometiera tamaño descaro y además se fuera de rositas con su cuenta bancaria a otra parte.
Al final de este cuento Mariela Castro es una “rica” diabla y goza en Cuba de total impunidad para cometer atrocidades éticas como esta. Desgraciadamente a esta “compañera”, quienes le rodean en nuestra querida Isla, es decir, los medios oficialistas, los personajes y personeros públicos de la dictadura, los “boyardos” comprometidos con el régimen, los konsomoles y los talibanes de los cañaverales a quienes se les fue el tren, los funcionarios del partido, los adoradores empedernidos de “La historia me absolverá” y hasta el infeliz de Oreste López si lo entrevista la Televisión Cubana en medio de la calle, dirán que la camarada no ha hecho nada malo y que su única intención era recoger algunas donaciones para “tirarle un salve” a los cubanos porque su papá es el mejor presidente que ha tenido y tendrá Cuba en estos 58 años y dos o tres mas pa’lante también.
Lo terrible de todo esto es que la causa fundamental de la situación que viven hoy nuestros hermanos en la isla ha sido provocada por el apellido Castro. La destrucción y el deterioro que sufren las construcciones en Cuba son parte de las desacertadas políticas socialista de una dictadura más empeñada en remendar que en construir, más apertrechada en la fascista idea de guardar la imagen de la austeridad que en abrir el país al desarrollo económico, al confort de sus ciudadanos y al progreso de la nación.
Este huracán que nos acaba de golpear, los anteriores que pasaron e incluso los que puedan llegar en un futuro, no son más que la pura, burda y sucia justificación de un “gobierno” para decir que por culpa de, por causa de, como consecuencia de y si no fuera por, Cuba seria un país maravillosos cuando la realidad, la que se vive día tras día, la que se “compra” con la libreta de abastecimiento sin que tengan que pasar los vientos de la locura, es mucho más demoledora que la fuerza de cualquier huracán categoría cinco.
Mientras tanto esta Mariela Castro, u otras iguales que ella, seguirán pasando el sombrero para ver cuánto pueden pescar gratis a costa del sufrimiento de los cubanos, igualitico a su tio que empezó a hacerlo el 1 de Enero de 1959.
Ricardo Santiago.




2 comentarios en «La dictadura castrista y su repugnante costumbre de quererlo todo gratis.»

  1. Este Septiembre se ha ido calentando de manera particular y al parecer los huracanes sacan a la deriva todo el desboque que nos pueden provocar.
    Quedarse callado, ni en las duchas, y en el caso de esta señora me parece que los intentos protagonicos le sustituyen neuronas y anda muy revuelta en las redes sociales.
    La mayoría de las ocasiones, exhibiendo prendas, vestuarios, propiedades y viajes, y ahora está Dama de la Transilvania Tropical se le ocurre pedir donaciones para los cubanos afectados por Irma.
    Pocos epítetos fueron usados realmente, porque si de merecer se trata se ganó el Premio de la Melchochada a punto de Limosna.
    Esta payasa pedigueña de los arrabales de Facebook pretendió convertirnos en ignorantes como si alguien pudiera olvidar quienes son los principales actores en la obra de 58 años o más de Robolución.
    Esta hija del Castro es una copia de su tío y progenitores. No hay que olvidar que los dictadores castristas se dejan acompañar del sombrero de 5 picos, la cajuela de tarjetas y de sucursales bancarias con imanes incluidos.
    Como cantaría un amigo, todos ellos son parte del Prostíbulo gigante en que convirtieron a Cuba, con la anuencia de que los resultados del Burdel se quedan en la Raspadura.

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