La dictadura castro-comunista o nos mata de hambre a los cubanos o nos asesina con el Covid-19.



Dice mi amiga la cínica que la acción destructiva, el contagio, las heridas en el cuerpo y en el alma, las degeneraciones, échate pa’llá Tribilín sabueso y el pestilente pus del castro-comunismo, son más dañinos, más difíciles de erradicar y más letales que todos los virus, las bacterias y las enfermedades que existen, o existieron, en este planeta azul que, por demás, el pobre, por una razón u otra, tose, arde en altísimas fiebres y convulsiona frente a nuestras narices…, ¡tápate la boquita mi’jito!
Yo digo que “el planeta azul” un día se va a cansar, se va a revirar, y nos va a mandar a todos pa’ casa del carajo.
Pero, bien, en la destrucción de “la bolita del mundo” todos los seres humanos hemos puesto un granito de arena, los políticos montañas de cabillas y de cemento, pero en el caso de Cuba, particularmente en esa isla tropicalmente dulce y anteriormente hermosa, los seres cubanos nos hemos regodeado en su desgracia, nos hemos pasado miles de pueblos permitiendo que una tenebrosa, maldita, criminal, descarada y “sin(g)ada” dictadura, le erija monumentos y más monumentos a la desfachatez, al absurdo, a la anti-cubanía, al oprobio y a la sinvergüencería.
Ahora la mala noticia es este nuevo Armagedón virulento que amenaza con matar a toda la especie humana. ¿Sera un castigo? O es consecuencia de nuestros vicios, de nuestras feas costumbres o de la malísima intención que albergan dentro de sus podridos cerebros algunos inhumanos mortales ávidos de…, sabe Dios qué…
No quiero repetir lo mismo con lo mismo sobre esta pandemia muy traicionera, muy astuta y muy mortal que amenaza con confinar a la raza humana dentro de sus “cuevas” y cundir con nuevos y “viejos pánicos” esa vida que hemos construido tan apresurada, tan impersonal, tan minúscula, tan egoísta y tan vacía. No, me niego a parlotear sobre algo tan tremendamente serio pues para emitir criterios, diagnósticos o esperanzas, están los científicos, los estudiosos, los “tocados” con el don del detectivismo micro-biológico y los reconfortadores del espíritu, de las ilusiones y de la vida.
Lo que sí quiero, y que no puedo sustraerme como ser humano y ser cubano unidos jamás serán vencidos, es señalar, marcar, condenar y sentenciar la actitud, el melindroso comportamiento, la repugnante “respuesta” y la descarada manipulación con los que la dictadura castro-comunista, que campea en Cuba por su respeto, y sin el de la mayoría de los cubanos de infantería, ha asumido esta colosal amenaza epidemiológica que nos acecha como país y como pueblo.
Una vez más el martirio nacional, que soportamos desde el 1 de Enero de 1959, aprieta sus garras impunemente sobre nosotros. A los ya “normales” e históricos zarpazos de desinterés, de desprecio y de subvaloración hacia nuestras vidas de cubanos, hemos de sumar otro atropello descarado y criminal cuando, este régimen de usureros y ladrones, abre nuestras murallas al mundo contaminado, sin importarles cuan expuestos nos dejan a la muerte silenciosa, para llenar sus bolsillos con dólares infectados por la avaricia, el egoísmo y el odio.
Todos los países toman drásticas y desesperadas medidas para proteger a sus poblaciones y a sus economías, es lo justo, lo inteligente y lo democrático. Pero, nosotros, digo, la dictadura, no. Ese déspota y patibulario nido de ratas hace todo lo contrario, sobrepone su ineficiente manera de generar recursos económicos a la pandemia y se presta para “hacer leña del árbol caído” sacando “petróleo” de donde nadie quiere porque para esos asesinos el billete, el money y su pan con lechón, están por encima de la salud del pueblo.
Repito, no quiero hablar de los numerosos disparates, infames “medidas” y curitas baratas que ha tomado el régimen castro-comunista para “proteger” a los seres cubanos, me dan vergüenza ajena, tal parece que miserablemente apuestan a que llegue el doctor, manejando un cuatrimotor, y nos salve a nosotros mientras ellos lucran con nuestras vidas.
Lo que sí quiero, también, es llamar la atención de todos los cubanos que aún permanecen ciegos, sordos y mudos ante nuestra más terrible amenaza, ante nuestra más horrible peste socialista, ante la devastación que sufre nuestro país, desde hace más de sesenta larguísimos años, a manos de ese impúdico castrismo de porquería, y reaccionemos de una buena vez para protegernos, salvarnos y contaminarnos pero con decencia y libertad.
Yo espero que el karma haga de las suyas e infecte de letalidad a todos los hijos de puta que, de cualquier forma, cóncava o convexa, tengan que ver con esta nueva mariconada contra Cuba y los cubanos.
Ricardo Santiago.



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