¿A quién y a qué le grita el castrismo?





Los seguidores, adulones, cómplices y eunucos “echa fresco” del castrismo están aterrados porque ven que la dictadura de Raúl Castro se hunde cada vez más en el terrorífico disparate social, económico y humano que ha creado.
Entre todas estas meretrices ideológicas y apandillados michi-michi hay uno o dos tipos inteligentes que, aunque no lo quieran reconocer públicamente, están espantados pues visualizan el final del desastre y saben que no encontrarán un lugar en este mundo para escapar y esconderse. Están tan embarrados con la mierda castro-dólar-cuc que el hedor y la peste los delataría aunque se metan en los mismísimos agujeros paradisiacos de la Conchinchina celestial.
Muchos de ellos tienen las manos tan manchadas con la sangre del pueblo cubano que no les queda otra que seguir apuntalando la vieja doctrina del terror, los asesinatos, la represión y la muerte. No les queda otra. Se saben y se sienten culpables y conocen, porque lo han visto a través de la historia, cuales son los castigos que se les aplica a los culpables por delitos de lesa humanidad.
Otros, muchos, utilizan la lengua como instrumento de “matar”, no han asesinado directamente pero si han provocado tanto dolor a familias enteras de cubanos que empiezan a camuflar su viperina y preparan el cambio de casaca intentando encontrar, suplicar y merecer los “perdones que nunca les van a llegar”.
Otros cantan, escriben, recitan sus poesías patrioteras camufladas en el amor a la amante amantísima, o pintan sus retratos intentando vender la “sana” imagen de una revolución que viste a sus hijos con uniformes de camaleones lenguilargos posando para la “picture” dominguera, sin entender que sólo inmortalizarán el dolor, el sufrimiento, el hambre y la sed de los cubanos.
La complicidad con las dictaduras nos convierte en criminales aunque permanezcamos en silencio, aunque nos quedemos inmóviles o simplemente miremos hacia otro lado cuando, para poner un repetido ejemplo, una madre cubana se desespere porque no tiene qué darle de comer a sus hijos o calzarlos con un par de zapatos decentes adquiridos con el resultado de un trabajo justamente remunerado.
El daño causado por estos sicarios de la vergüenza tiene que tener consecuencias. No puede haber impunidad. Es cierto que no debemos convertir al cadáver de la dictadura y a sus “moradores internos” en venganzas personales o sociales, la justicia democrática debe jugar su papel y dictar sentencias justas, acordes a la dimensión de los crímenes cometidos por el “personal” y por los esbirros que apoyaron y apoyan a las bestias de los infiernos, si, porque en la vida real son unos cuantos.
Entonces: ¿A quién y a qué le grita el castrismo?
No entiendo. Nada ni nadie podrá salvarlos o disimular el horror que nos han provocado en estos largos años de criminal dictadura, los miles y miles de muertos en el estrecho de La Florida, los miles de fusilados injustamente sólo “para dar un escarmiento” y someter a los “vivos” mediante la coacción y el terror, los cientos de miles de encarcelados en prisiones inmundas y bajo regímenes abusivos, la manipulación de la vida y el “lazo de la revolución” pegado a nuestros cuellos desde que nacemos hasta el día en que “nos vamos”, son más que pruebas de la crueldad de estos demonios para mantener un poder que el mundo entero sabe no les pertenece.
El pueblo cubano dejará de ser víctima y construirá su propia democracia. El pueblo cubano, aun con la nobleza que lo caracteriza, tendrá el puño cerrado, firme, aplicará la necesaria justicia y mirará de frente porque a gritos necios, alaridos de donjuanes arrepentidos, llantenes de chivatos insatisfechos, histerias de manisueltos empedernidos, súplicas de militares moquillosos, gritos de plañideras del demonio y perretas de hueleculos abandonados: OIDOS SORDOS…
Ricardo Santiago.




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