Para nadie es un secreto que la revolución castro-“teibolera” es terrorista y terrorífica, que en estos últimos sesenta años de amarga existencia ha logrado, con todos los métodos de tortura mental, física y por todas las vías del cuerpo y del alma posibles, meterle “ñao”, silenciar a millones de cubanos, ahogarles, estrangularles y “obligarnos a mordernos la lengüita”, antes que soltar la más mínima queja sobre un régimen que, a simple vista y con muchísimos ejemplos palpables, ha acabado, destruido, trastornado y desquiciado completamente a una nación y a su pueblo.
Una cara bien visible de esta “Luna” nuestra pues el cubano, en sentido general, cuando logra articular una queja sobre “este mal que me acongoja”, incluso viviendo en el exilio, primero baja la voz, después mira hacia todos lados, se pone la mano en la boca y por último se persigna para que si lo oye algún esbirro del castrismo al menos lo agarre confesado porque, si algo es cierto en esa tiranía represiva y censora, es que la gente, para “sobrevivir”, delata hasta a la madre que la parió por aquello de que “Roma” paga con “una jabita” a los traidores y primero muerto que “muerto de hambre”…
La otra cara de esa terrible desgracia nacional son los cabritos y los “cabrones”, es decir, quienes cambiaron o camuflaron su miedo a la dictadura por la “palabra” cómplice, las actitudes lisonjeras, las babosadas sobredimensionadas a la “revolución cubana”, el coqueteo ideológico y la putería cerebro-intestinal defendiendo y alabando a una dictadura-durísima que no hay por dónde, ni cómo tirarle un “salve”, pues es un río pestilente de miseria y de muerte inundando todos los rincones de nuestra querida y apestada Patria.
Pero como yo siempre digo hay que ser muy imbécil para proferir el más mínimo alago, la más pequeña alabanza o la más “inocente” defensa hacia una pandilla criminal que ha provocado tantos muertos, tantos desaparecidos, tantos hombres y mujeres encarcelados por pensar diferente, tantos enfermos, tantos exiliados, tantas almas en pena, tanto abandono, tanta pobreza, tanto llega y pon, tanta insalubridad, tanto deterioro, tanta hambre, tanta represión, tanto naufragio mental y real, tanta locura y tantos fantasmas arrepentidos en un país al que han convertido en uno de los más atrasados del mundo y en el que nadie quiere vivir y mucho, pero muchísimo menos, exhalar el último suspiro.
La realidad es que la censura y la autocensura en Cuba se han vuelto endémicas, dice mi amiga la cínica que el castrismo ha logrado, y eso sí hay que reconocerlo, convertir la autorrepresión en un gen maldito, en un cromosoma “prostituyente” que ya forma parte de nuestra “raza” y que es trasmitido de generación en generación pues resulta demasiado evidente la indiferencia con que la mayoría de los cubanos toman el tema de su propia libertad secuestrada por la tiranía más sangrienta y oprobiosa que ojos humanos han visto.
Porque esta es una realidad en la que muy pocos se detienen. La mayoría de nosotros habla constantemente sobre la libertad de Cuba, llamamos la atención sobre este fenómeno y exigimos o luchamos “por una Cuba libre” pero, y pregunto, cómo liberar a Cuba si no somos capaces de, primero, liberarnos como individuos de esa maldita mentalidad, de arrancarnos de nuestra conciencia todo vestigio “fidelista”, de romper con esos “viejos pánicos” que arrastramos por 60 años, de entender que el castrismo es un estado mental que basa su existencia en una doctrina coercitiva y que solo triunfa cuando somos capaces de ponernos un punto en boca, y mirar hacia otra parte, cuando “el mundo se nos viene encima” y otros hacen hasta lo imposible para que no nos aplaste.
Por eso digo que los cubanos convertimos el silencio y la indiferencia en complicidad, una complicidad que es nuestra peor enemiga, es la causante de esa “eternidad” dictatorial que padecemos y la mayor aliada de ese régimen tiránico, despótico, tambuchero y miserable que hace con nosotros lo que le viene en ganas y es por eso que, cada vez que le sale de sus podridas entrañas, nos envía pollo cuando lo que nos toca es pescado.
Mientras los cubanos tengamos ese gen, ese cromosoma teibolero danzando “El cisne esbirro” en nuestra anatomía de pueblo subyugado y oprimido, la dictadura castrista continuará dándonos palos a siniestra, y eternizada en el poder, pues con nuestro silencio y complicidad sostiene su esquelética, represiva y fantasmagórica estructura.
Ricardo Santiago.
» Nada fortalece la autoridad tanto como el silencio «, Está afirmación del artista Leonardo da Vinci dibuja, refleja una realidad muy triste, pero palpable, evidente en la Cuba de los últimos 60 años.
Ese silencio tiene causas y matices. Por miedo, condición que le ha servido al castro para imponerse desde la Sierra Maestra. Por apatía, muy peligrosa, porque se relaciona con indiferencia, dejadez, indolencia.
Por complicidad: demasiado bochornoso que existan cubanos devenidos mercenarios dentro del propio país y son los sicarios, los verdugos y los chivatos.
Y dentro de esa caterva u horda incluyo a ésos que en Miami apoyan la dictadura y se sientan a opinar sobre la ilegal y traicionera constitución (reglamento) castrista.
La denuncia amigo Ricardo Santiago se debe multiplicar y surgir de todos los que hacemos de la Libertad una razón para vivir. Nosotros seguimos teniendo mucho que perder, mientras el régimen oprima al pueblo cubano.
¡Es verdad!