La Revolución de los diplomas y las medallas.

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¿Se imaginan que un león o un tigre se coman a uno de esos comunistas que tienen el pecho lleno de medallas el trabajo que pasarían para defecar todos esos pedazos de metal y de plástico?
Terrible. Esto es maltrato animal y de los más graves.
¿No se han fijado que Fidel Castro es el único de esos sátrapas que no tiene ni una sola medalla que le cuelgue?
Dice mi amiga la cínica que: “claro que no si él fue quien las inventó todas”, pero yo digo que de tan pillo que es no las tiene porque no quiere que le duela cuando se lo coman los leones y le trituren los huesos contra los metales y las cadenitas.
Bromas aparte la realidad es que Cuba es un gran diploma. Un enorme certificado. Un papelito con letras colgado en la pared con ingenuo orgullo para exhibir los “logros” alcanzados en cualquier cosa: vanguardia, destacado, donante voluntario, XX Aniversario de algo, mi casa alegre y bonita y sin comer no se puede dormir.
Las medallas no, esas son otra cosa. Para empezar pesan y tiene que venir algún “cuadro destacado” a enganchártela en la camisita a cuadros, valga la redundancia, con mucho cuidado para que no se rompa “este alfilercito de mierda que le han puesto” y el acto solemne se convierta en un relajo y en un sálvese el que pueda.
Los comunistas se esmeraron en hacernos creer que la eficiencia sólo se premia con diplomas y medallas, que por ser buen trabajador o buen ciudadano sólo nos merecemos el reconocimiento moral y que con eso basta porque “la espiritualidad socialista está por encima de cualquier reconocimiento monetario”.
A mí que no me jodan, esa idea tiene que haber salido de alguna mente enferma, de algún torcido ideólogo de la Revolución comunista en su afán por burlarse de los cubanos y por acaparar hasta el último centavo proveniente del sudor del pueblo. No queda otra.
¿Cuánto papel se ha impreso en Cuba con las letras DIPLOMA?
El ser humano, en cualquier parte del mundo, se esfuerza para lograr bienestar espiritual y material, sobre todo este último. Las personas desde que son niños se esmeran en sus actividades para destacarse, sobresalir y que “el ratoncito les ponga los 5 pesitos debajo de la almohada”, constantes y sonantes, lo otro es puro cuento, los reconocimientos y los aplausos no se comen, no visten a nuestros hijos y no arreglan las goteras del techo de nuestras casas.
Este ha sido otro de los crueles engaños de esa terrible y horrible Revolución, nos lavaron el cerebro con agua usada para no darnos la oportunidad de despertar, de razonar, de que exigiéramos la recompensa real que merecíamos como pueblo honesto y sacrificado por tanta vida entregada día tras día.
No. No y no. El sudor y el sacrificio de los cubanos merece una mayor y una mejor recompensa y no tantos papeles de mierda. Nos convirtieron nuestra abnegación para con la vida en certificados, diplomas y medallas que se han amarilleado con los años y se han vuelto ilegibles por estar colgados en la pared o en el fondo de una gaveta y que al final, después de tanto tiempo y tanta necesidad, hambre y miseria, ni nos acordamos por qué nos los dieron ni para qué sirvieron realmente.




1 comentario en «La Revolución de los diplomas y las medallas.»

  1. Caramba , y hablando de los diplomas , lo raro es que no inventaron poner un diploma debajo de la almohada del niño esperando por el regalo del ratoncito.
    Por tanto yo compañeros propongo para incentivar la doctrina social y olvidar el diversionismo ideológico.Hacer una conciencia a los padres de familia para substituir el cochino dinero símbolo del capitalismo que además trae bacterias por un diploma limpio que con un reconocimiento al niño que supo donar su diente a la causa justa de un ratón . Patea o Muerde Venceremos

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