Los cubanos nunca fuimos un pueblo miserable, indolente, comunista ni esclavo.



El grave problema de nosotros los cubanos es el aguante que tenemos al permitir que, por más de sesenta y tres larguísimos años, se mantenga nuestra mayor desgracia jalándonos los pelos y arrancándonos las tiras del pellejo. Es como si le hubiéramos agarrado el gusto a la miseria, a la tristeza, al subdesarrollo, al hambre y a las patadas por el c…
Yo digo que al final el cartelito de miserables nos va a costar Dios y ayuda quitárnoslo de encima, así como lograr que el mundo lúcido nos vuelva a mirar como personas responsables que quieren un país democrático, limpio, “recién bañado” y que funcione con coherencia, sentido común y decencia ciudadana.
Pero, bien, de una nación con muchas tonalidades nos convertimos en una isla monocroma, gris, insulsa, pedigüeña y destartalada. Nos dejamos encasquetar una “pañoleta” en 1959 y nos hemos pasado estas últimas seis décadas deambulando por la vida como pioneritos errantes dispuestos, todo el tiempo a: para decir el lema, uno, dos y tres qué paso más chévere…
Dice mi amiga la cínica que Cuba parece hoy una isla “subsahariana”, devorada por las miserias de lo “humano y lo divino”, con un pueblo que le agarró el gusto a la muela, al teque y al bla, bla, bla, de tal manera que nos creímos el cuento que con consignas, peroratas superfluas y discursitos enardecimos, podíamos hacer crecer los boniatos en los campos, los panes en las panaderías, la leche en las vaquerías, el quimbombó que resbala pa’ la yuca seca, los peces en el mar y echar a andar las fábricas para autoabastecernos de lo necesario y no convertirnos en un pueblo que tiene que mendigar por el mundo donaciones o admitir, a estas alturas del partido, que vengan los castristas a decir que la gusanera, los contrarrevolucionarios, los apátridas y la escoria, pueden invertir, facilito, facilito, en esa descojonada isla para que desarrollemos el país que con tanta eficiencia ellos han destrozado.
Por cierto, hablando como los locos: ¿Alguien ha visto alguna vez a mariela castro llevar a sus hijos a la escuela en bicicleta?
Pero bien, “bicicleta” fue la que nos empujamos los seres cubanos cuando aceptamos a los degenerados castristas con sus cuentos de la dictadura del proletariado, la igualdad social, la abundancia en el socialismo, el quítate tú pa’ ponerme yo y que al imperialismo no le tenemos ningún miedo.
Yo a veces me pregunto qué estábamos comiendo cuando nos dejamos engatusar, arrastrar y convencer por fidel castro con su histeria de que los americanos nos iban a tirar la bomba atómica, que los muñequitos rusos eran muy educativos, que produciríamos más arroz que los chinos de China, más queso suizo que los suizos de Suiza y más durofríos de “fresa” que la Gallega de mi barrio.
Y es que hay que ser muy tonto para creer que un país puede funcionar con la rigidez mental que proporciona el castrismo. Ninguna nación y ningún pueblo de este planeta pueden prosperar si se dejan imponer una ideología tan retrógrada, absurda, disfuncional, necia, represiva y mierdera, como es la ideología castrista.
Los seres cubanos somos testigos de cómo un país “subsiste” a base de “suspiros” ideológicos y la idiotez colectiva como único “alimento”, triste pero cierto, pues preferimos desgastarnos en ir a desfilar a donde sea, hacer extensas colas para adquirir el pollo imperialista o tapar el sol con un dedo, que sacudirnos de encima ese monstruo que ha ennegrecido a nuestra Patria y que inventa cada día nuevas estrategias para no dejarse “tumbar el puesto”.
El castrismo, al final de este largo e interminable cuento, ha devenido en una ideología “mística”, mucho “idealismo” y muchas “aspiraciones” pero en la práctica, en la concreta y en el desayuno, en el almuerzo y en la comida, nos ha dejado a los seres cubanos petrificados en el tiempo, observando detrás de la barrera cómo el mundo avanza a pasos gigantes hacia la conquista del universo, la inteligencia artificial, la globalización del conocimiento y, lo más importante, la producción de alimentos.
Desgraciadamente los cubanos decidimos seguir pedaleando la “bicicleta” hacia atrás con todos los peligros que ello implica, coreando para decir el lema, hacerle el juego a la dictadura y enfrentándonos entre nosotros mismos antes que sacudirnos de encima a esos hijos de fidel y, entonces, todos a la vez, tirar la Patria pa’lante que, estoy seguro, segurito, segurito, llegaremos a un mundo mejor, muchísimo mejor, que esta mierda de país que hoy tenemos.
Ricardo Santiago.



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