La vulgaridad de la revolución castrista y la chusmería del pueblo cubano.

Bueno, para empezar, aquí tenemos que reconocer que, en los últimos tiempos de la vida de todos nosotros, los seres cubanos, la línea que separa la decencia de la vulgaridad, la tranquilidad de la ordinariez, la serenidad de la chabacanería, la calma de la chusmería y la razón de la mala educación, se ha vuelto fina, muy fina, finísima, yo aseguraría que casi transparente pues se ha puesto de moda, en nuestro desenvolvimiento cotidiano, una especie de comunicación violenta que va desde el uso de las manos y los pies hasta el desprestigio y la degeneración de los verbos, de quienes no piensan como nosotros, de los adjetivos, de la noche está estrellada, de los sustantivos y de los tiempos gramaticales.

Es como si nos hubiéramos empeñado en crear un nuevo idioma, un nuevo cubano, una nueva manera de entendernos entre tú y yo, es como si no nos bastara con la lengua filosa que tenemos y, como siempre hacemos con casi todo lo que podemos tocar, nos vamos un poquito más pa’llá en nuestra exagerada, grandilocuente y absurda manera de ser y de pensar como habitantes de esa isla que flota en un mar de mierda, perdón, en medio del mar Caribe.

Pero este no es todo el problema, casi que ni el principio. Pretender que cuando hablamos con groserías, con palabras cambiadas y altisonantes, con manoteos y pataletas obscenas que rayan en la lascivia, el mal gusto y la falta de respeto, o con un entusiasmo demasiado revolucionario, ideológicamente correcto o del bajo mundo, para decir te amo con locura, nos estuviéramos diferenciando del resto de los hispano hablantes, nos estuviéramos destacando como “modernos” o guaposos, nos estuviéramos preparando para saltar al Siglo XXII o sacrificándonos en nombre de las buenas costumbres, de la ética y de la estética, de la cubanía, de la hombría y de la buena educación, para hacernos parecer más fidelistas, más socialistas, más raulistas, bueno, como este no porque es medio amanerado, y mas aquí el que no salte es yanqui.

Por otra parte es triste reconocer que algunos de los que hablan en las redes sociales utilizan esta nueva forma del “lenguaje” para llegar más al proletariado enfatizando una depravación comunicativa y creyendo ellos que lucen más bonitos, más “heterosexuales”, más ambientosos y más riquera, loquera, el mio, la tuya por si acaso y date un respetón.

El castro-comunismo, a los cubanos, nos roba, nos estafa, nos prohibe, nos limita, nos criminaliza, nos entortillera la existencia, nos mata y nos asesina, cuando vivimos en Cuba, cuando vivimos fuera de ella y aunque nos encontremos en la mismísima conchinchina o donde el diablo dio sus últimos gritos azulfurados.

Algunos cubanos hemos tratado de librarnos de tamaña mariconada usurpadora pero otros, la mayoría, insisten en permanecer como víctimas de esa execrable monstruosidad y continúan arraigados a ese flagelo embrutecedor como si “vivir del cuento”, o de la que se “cae”, fuera el verdadero escalón supremo de la especie humana.

Dice mi amiga la cinica que fidel castro, al final, nos hizo a su imagen y semejanza y que, unos más que otros, nos hemos empoderado, en esa malsanidad “salsera”, de haz lo que yo digo y no lo que yo hago, para perder el tiempo y que nos llegue el final sin tener que utilizar una pala o un azadón, no me pinches con cuchillo pinchame con un buen bistec.

Pero el problema real, según como yo lo veo, es que muchos de nosotros, principalmente quienes vivimos fuera del “cordon umblical”, no nos acordamos de lo difícil que era, más bien casi imposible, pensar por nuestra propia cabeza pues esa dictadura criminal, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, nos convirtió en papagayos sin “cultura” repitiendo todas las aberraciones que se le ocurrían al cambolo de Santa Ifigenia.

Yo digo que los cubanos, en la superficie, somos un pueblo, también, digno de lástima, somos un piquete de semianalfabetos zapateando por el mundo, juzgando todo y a todos, sin acordarmos que un día nos pusimos una pañoleta, quisimos ser como el che, marchamos hacia un ideal, apoyamos el socialismo, defendimos las conquistas de esa maldita revolución del picadillo e hicimos el amor en aquellas trincheras de piedras porque no teníamos ni un kilo prieto partido por la mitad donde amarrar la chiva, chiva-chivita, chiva que rompe tambor y chiva de chivatear, así de terrible…

Ricardo Santiago.

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