La peste el último y el cubano se la traga.

Bueno, para expresarme con propiedad, para acercarme a la verdad más exacta, cuando digo cubano me refiero al cubano de pueblo, al humilde, al hijo de mi buena vecina, al de a pie, al descalzo, al hijo de proletarios del mundo uníos, a los que no tienen medicinas ni tienen nada, absolutamente nada, que llevarse a la boca y vive, mejor dicho, muere en vida, en condiciones infrahumanas, perseguido por sus propios miedos, ahogado en su propia vergüenza y dentro de los parámetros de indigencia más aterradores de este planeta, de esta bolita del mundo que, algunos creen, es azul, redondito y democrático.

Cuba, y esto duele decirlo, duele mucho, es un país que hiede, que apesta, que asquea y que repugna pues, en más de sesenta y cinco larguísimos años de putrefacta ideología comunista, nunca ha recogido de sus calles los desechos tóxicos, podridos, que emanan de tan aborrecible doctrina y de tan destructivo régimen económico-social.

Así nosotros, todos los seres cubanos, nacidos o criados posterior a la Edad de los metales, del oro y la plata, mejor dicho, del 1 de Enero de 1959, nos hemos visto obligados a respirar y a consumir tamaña y nauseabunda peste, acción de supervivencia que nos ha generado terribles problemas respiratorios, agudos problemas estomacales y enormes depresiones cerebrales que, por consiguiente, han disminuido considerablemente nuestra materia gris y nuestras neuronas de pensar.

Esto, como es lógico, ha disminuido significativamente nuestras cualidades y calidades como individuos, como sociedad, como nación y como Patria, como Patria de la buena. Nos hemos transformado en un grupo de individuos que no sabe discernir entre singular y colectivismo, que no somos capaces de diferenciar gratuidades del precio de la historia, que no atinamos a priorizar el yo antes que ustedes o que nosotros y que aun hoy, después de seis décadas de infortunio totalitario, todavía se traga el cuento de que con el socialismo de alcantarillas, con la revolución de los apagones o con un títere imbécil como presidente de postalita, Cuba avanzará hacia el desarrollo, hacia un nivel superior de supervivencia humana o hacia los tamales calienticos en cada esquina de mi barrio y el jugo de mango llegando por tuberías a todas las casas que tengan en sus puertas un cartelito que diga “esta es tu casa fidel”.

Yo digo que el lavado de cerebro que sufrimos los cubanos es muy grande y muy apestoso, tan dañino como siempre y tan destructivo para un pueblo que cuando usted coge y suma a todos los que aun permanecen con la banderita del 26 de Julio metida por el culo, obtiene un coro gigante que solo sabe gritar continuidad, resistencia creativa, avanzamos y eso les duele, la revolución está más fuerte que nunca y los inalterables yo soy fidel, yo soy raúl y yo soy canel.

Porque la peste en Cuba va más allá de los basureros desbordados en las esquinas, de los derrumbes acumulativos o salvaguardas de cuanto desperdicio humano y animal se pierde en esta puta ciudad, de los puestos que venden alimentos sin ninguna protección sanitaria, de los urinarios para desesperados y para individuos inescrupulosos que juegan a dibujar con meao en las paredes sus penas y sus traiciones, para los retortijones de estómagos públicos y para la propia inmundicia que incuba una dictadura, anclada eternamente en el tibol del socialismo, a la que no le interesa la salud del pueblo, el bienestar de los cubanos, la buena educación de los niños y jóvenes y la tranquilidad y el merecido descanso de quienes trabajaron toda la vida confiando que construían un futuro mejor.

Dice mi amiga la cínica que el hedor en Cuba, en nuestra isla de nacimiento, excede las fronteras de lo físico y hoy se posiciona en la mentalidad de cada uno de nosotros cuando no somos capaces de diferenciar entre Cuba y castro-comunismo, cuando no sabemos detectar a un oportunista o a un baboso, cuando vamos por la vida de grandilocuentes y chovinistas, cuando dejamos de advertirle al resto del mundo sobre los peligros del socialismo o cuando hacemos silencio, o miramos hacia otra parte, para que nos ronque el pasaporte y nos dejen entrar a esa isla cárcel, maldita, secuestrada y esclavizada, por una de las peores tiranías de toda la historia de la humanidad.

Para concluir yo digo que la peste en Cuba también es mental y nos toca a cada uno de nosotros, como individuos, acabar con ella, así de complicado.

Ricardo Santiago.

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