Escribir sobre este sujeto de traidora figura provoca, entre muchísimas malas reacciones, un montón de vergüenza ajena. Dice mi amiga la cínica que este personaje es el mejor exponente, es decir, la máxima expresión del producto interno bruto del socialismo, del castrismo y que, sin ninguna duda, es otro de los hijos de puta que se aprovecha, que vive y que se alimenta, del dolor, de la miseria, de la indigencia mental y física, del sufrimiento, del adoctrinamiento, de los bajos instintos y de la mediocridad del pueblo cubano.
Porque no es menos cierto que este falso títere del castro-comunismo, que ni a muñeco manejado por hilos llega, desata en los seres cubanos, que queremos una Patria libre de dictaduras y de ideologías explotadoras de la moral, del civismo, de la buena educación y del patriotismo, un arrebato nítido de bajas pasiones, una execración de malas palabras bien altisonantes, un desprecio infinito por todo lo que dice o lo que toca, unas ganas de vomitar tremendas al solo escuchar su voz y una repugnancia muy difícil de quitar al ver a tamaño pelele arengando estupideces frente a un pueblo que lo contempla estremecido, incrédulo, arrepentido y hambriento.
En este sentido el mal llamado presidente de Cuba, yo diría que su mejor calificativo es presidente del castrismo, fue la mejor elección, la más acertada que tuvo el General de la pamela, pues no creo que exista, entre toda la amplia gama de tracatanes y pedorros de la dictadura comunista, un mejor ejemplar para ser manipulado, para se controlado, para ser culpado y para ser despreciado, pues este tipejo, como se ha visto en sus larguísimos años de desgobierno, ha demostrado que es un inepto, un flojo de carácter, un impresionable, un cobarde y tan asesino como el otro.
Y la prueba mayor de tanta incapacidad administrativa, de tantos desaciertos en la producción de mermelada y quesito crema, de tan desastrosa gestión en la conducción de las políticas para salvar a un país y a su pueblo, de tanta incompetencia para generar fortuna colectiva y de tantísimos fracasos en proyectos socio-económicos que provoquen que un país avance, quedan demostrados, para toda la eternidad, en el estado tan paupérrimo en que está la vida en Cuba, en que está la muerte en Cuba, en las horribles condiciones de vida en las que tienen que vivir y morir los seres cubanos, en la ausencia total de proteínas, de carbohidratos, de vitaminas y de ácido fólico de los que carecen los cuerpos y las mentes de nuestros compatriotas, en los edificios derrumbándose y matando ciudadanos sin libertad de elección, a otros cortándoles la posibilidad de vivienda para siempre, en las calles ahuecadas y malolientes y en una industria, una agricultura y un producto interno bruto, muy bruto, valga la redundancia, cada vez más improductivos, más fantasmas y más vergonzosos.
Yo digo que a este anormal presidente, porque si usted lo mira bien nunca hubiese sido elegido por ningún pueblo en su sano juicio, lo sentaron en el tibor del socialismo para que aguantara el palo, es decir, para que garantizara a toda costa la gran cogioca castrista desatada el 1 de Enero de 1959, para que asegurara la también ilegal presencia del apellido castro en el poder y para que fuera la continuidad, y aquí si aplica el término, de un régimen que, mediante la represión, el adoctrinamiento, la humillación, las mentiras y el desprecio hacia los cubanos, lleva más de sesenta y cinco larguísimos años controlando y esclavizando a todo un pueblo, incluso a sus propios defensores, a sus propios seguidores y a su propio ejército de dominados y dominatrices.
Pero cuidado, tras tanta incapacidad, tantos fracasos y tanta ineptitud presidenciales, también digo que se esconde un fulano muy ambicioso, un depravado especulador que quiere meter las manos en el fuego sin quemarse y un blandito que caga más duro que el carajo pues no creo que exista en el mundo, en toda la historia de los homos sapiens, un idiota que él solito, sin que nadie lo obligue, se ponga la soga al cuello, menee la cinturita y se meta una banderita del 26 de Julio por el mismísimo «inán».
Pasa que si este mal nacido aceptó asumir las culpas de sus antecesores entonces que las pague, que sepa que nada ni nadie lo salvará de ser ahorcado del palo mayor de la Plaza Cívica de La Habana y que tendrá que pagar, aun muerto y desprestigiado, por todo el dolor, todo el sufrimiento y todas las muertes causadas a los cubanos, así de simple.
Ricardo Santiago.