Bueno, en realidad, el hundimiento, la debacle, el desastre y la putrefacción, de esa degenerada revolución de los apagones, viene sucediendo desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 cuando, sin ningún tipo de escrúpulo, nos quisieron hacer creer que triunfó, que se hizo la luz para el pueblo de Cuba, que bienaventurados los que se pongan la pañoleta rojinegra en el pescuezo, que aquí del G-3 soy yo y que sin fidel, sin raúl y sin los cuatro tira tiros que les babosearon desde el principio, nosotros los cubanos viviríamos hoy en la oscuridad, con las calles inundadas, con los derrumbes matando a diestra y siniestra, con tres varas de hambre, viviendo en total oscuridad y con escasez, con una profunda escasez, hasta de los alimentos racionados.
Porque, según los sesudos de ese maldito engendro comunista, la revolución castrista llegaba para liberarnos a los cubanos del yugo imperialista, para traernos paz y progreso a borbotones, para repartir las riquezas cubanas entre todos a partes iguales, para que sobraran y nos asquearan los sanguisis de jamón y queso y el jugo de guayaba, para que tuviéramos abundancia pa’ comer y pa’ llevar, para que nosotros no tuviéramos que emigrar pa’ ningún rincón “oscuro” del mundo y para que Cuba, la isla más hermosa que ojos humanos vieron, fuera uno de los países más desarrollados del mundo.
Yo digo que si Cristóbal Colón, llega hoy a Cuba, en este preciso instante en que cortaron la electricidad por vaya usted a saber qué motivos, ya a estas alturas del partido no se sabe cuál es la verdadera causa, se caería de fondillo ante tanta mugre, ante tanta oscuridad, ante tanta peste, ante la tristeza de sus legítimos habitantes o, sencillamente, tropezaría con cualquier cartel anunciando la “victoria” y se iría de boca hasta desaparecer en el bache de la primera esquina.
Pero, bien, semblanzas históricas a parte, dice mi amiga la cínica que la revolución fidelista, es decir, ese engendro mal intencionado de la izquierda internacional, experimento sanguinario al que fuimos sometidos los seres cubanos, fue un monstruo que nació muerto, que expiró desde su mismísima creación pues no se puede, es imposible vender la idea del desarrollo, de la abundancia y del florecimiento social, con un régimen tan inepto, con una doctrina tan criminal, con una ideología tan retrógrada y con un grupo de maleantes ambiciosos, ladrones y asesinos, al frente de un país, de un pueblo y de los cuatro jinetes del apocalipsis.
Porque, es cierto, la depauperación, la destrucción y la pudrición de Cuba se hizo visible a los pocos meses de que los comunistas se sentaran, parece que para siempre, en el tibor del socialismo. Un país que era un tesoro, una tacita de oro y la envidia de cuanto mentecato vive en este pueblo, se fue degradando hasta los niveles más tóxicos de la especie humana, se fue retrotrayendo en su elixir del buen vivir y fue dando paso a un enorme terraplén de campesinos, obreros, estudiantes y milicianos, poseídos por el don de la incultura, por el don del chovinismo, por el don de la histeria colectiva, por el don de las bajas pasiones y por el don de la promiscuidad ligada a los ideales de la intolerancia.
Y yo me pregunto: ¿Cómo fue esto posible? de un cubano.
Algunos, los más espabilados, me dirán que todo fue obra del adoctrinamiento, de la ambición personal de un caudillo oportunista como fidel castro, de circunstancias históricas ocurridas en la década de los sesentas y en que nosotros los seres cubanos, como pueblo, éramos más propensos al bachateo, al relajo y a carnavalear, que a tomarnos en serio nuestro futuro, nuestras libertades individuales y nuestro patriotismo.
El caso es que ningún país del mundo, por muchas riquezas naturales u otras que posea, aguanta tanta defecación existencial, tanta estrangulación tiránica, tanta sodomía totalitaria y tanto castro-comunismo enquistado, por más de sesenta y cinco larguísimos años, en el poder.
De este desastre antropológico, de esta sumisión neuronal endémica, de este cataclismo del verde campo y de las humeantes industrias, hoy tenemos una nación letrinera, una nacionalidad desaparecida, una sociedad piltrafera y una patria embravecida por la desesperación, por la miseria, por el hambre y por la muerte.
Lo más terrible de este “fin del mundo” es que sus principales gestores, sus más “ilustres” combatientes, saltan de tamaño acabose y van a parar a la limpia, fecunda e iluminada Ciudad de Miami, ironías del destino, terrible pero cierto.
Ricardo Santiago.