Una de las primeras “acciones” del castro-comunismo en Cuba, apoyado subrepticia y malsanamente por la izquierda internacional, fue meternos a todos los cubanos en el “inodoro” de “proletarios de todos los países, uníos”.
En aquellos primeros años, de la década de los sesentas del siglo pasado, las condiciones socio-políticas estaban “maduras” para que se desarrollaran las ideas del socialismo en el mundo pues la labor solapada, ejercida desde las sombras, desde mucho antes, por esas “fuerzas oscuras”, empezaban a dar sus frutos en numerosos países prosperando diferentes partidos, partidarios, movimientos e Instituciones, de actitudes “abiertamente contestatarias”, con la única intención de revertir el orden establecido, el curso natural de la vida e implantar “el bonche y la jodedera” como sistema económico que, a la postre, significaría y quedaría demostrado, es lo peor que le puede pasar a un país, a una nación, a una sociedad y a un pueblo pues solo los arrastra a la miseria, al hambre, a la destrucción, a la represión y a la muerte.
En Cuba, los seres cubanos, por desgracia, y gracias al desgraciado de fidel castro, valga la redundancia, no nos salvamos de la “moda” internacional del relajo y la cogioca de las dictaduras del “proletariado” y, a la vuelta de unos poquísimos meses, después del 1 de Enero de 1959, andábamos exaltados, “adrenalinizados”, eufóricos, desaforados, boquiabiertos y despelotados, bailando a los compases de patria o muerte, venceremos, “marchando hacia un ideal”, pasándonos la cantimplora de uno en uno y de dos en dos, durmiendo de día y cazando “enemigos” de la patria por la noche, borrachos con la muerte y con los venceremos, entregando nuestras vidas por una revolución y por su líder, chivateando de lo lindo y construyendo un “paraíso” socialista, a sangre, sudor, llantos, sacrificios, entregas, tragos amargos, penurias y altruismos que, más de sesenta y tres larguísimos años después, aun no lo hemos visto pasar ni de refilón y solo ha servido para que quienes nos empujaron a ese maldito abismo, se forren con nuestro esfuerzo y vivan como les da la gana a expensas de nuestro dolor y sufrimiento.
Pero, como siempre, a los cubanos nos pasan las cosas por exagera’os.
Nos sonamos la película completa de los “proletarios” al poder, dueños de los medios de producción, de la unidad y lucha de contrarios, de la negación de la negación y de las “sociedades equitativas” y nos tiramos a “construir”, sin necesidad alguna, un “nuevo” país, con un nuevo “modelo económico” que, según unos teóricos de por allá por casa del carajo, funcionaría muy bien aquí en el trópico donde el sol raja las piedras y al más mínimo relajito la gente, enseguida, quiere vivir sin tener que trabajar.
Entonces dejamos de ser simples trabajadores, obreros o campesinos, para convertirnos en proletarios, en la supuesta “vanguardia” de una sociedad, de un régimen, de una dictadura, que era capaz de dejar de construir fábricas, de hacer producir la tierra, de originar insumos y de crear bienestar y progreso por tal de hacer politiquería barata, por tal de convocar a multitudinarias marchas, desfiles, discursos y cuanta mierda sirviera para “demostrarle” al mundo que aquí, en Cuba, un pueblo unido jamás será vencido, si se tiran quedan, que se vaya la escoria y que el “bloqueo yanqui” es el único culpable del hambre que nos está matando.
Puras groserías, chusmerías y vulgaridades oficializadas por un régimen que nos engañó con sus porquerías del socialismo y que, insisto, a fuerzas de adrenalinizarnos” con subidones absurdos, obscenos y ridículos, nos hizo creer que por ser “proletarios” las riquezas nos caerían del cielo, parejitas pa’ to’l mundo, sentaditos en las esquinas jugando al dominó, bebiendo cualquier basura con “aliento etílico” o vigilando y chivateando a todo aquel que, compañeros, se muestre “flojito” ante las “conquistas de la revolución”.
Dice mi amiga la cínica que el problema radica en que el discurso de la izquierda es empalagoso, engañoso, muy efectivo y, me guste o no, siempre termina por convencer a todo aquel que de alguna manera tenga dentro, corroyéndole las entrañas, el “bichito” de la envidia, del patetismo, del descaro y de la frustración pues es más fácil andar de “protestas en protestas”, como mercenarios con “gargantas profundas”, que doblando el lomo y sudando la gota gorda para vivir como Dios manda.
La destrucción de un país empieza con las “borracheras” del proletariado, con la aceptación de las ideas de izquierda y con la creencia de que el socialismo no es la teoría de sálvese quien pueda.
Ricardo Santiago.