El socialismo es más que destrucción física, es la muerte espiritual de la nación cubana.



No hay dudas, de eso sí pueden jactarse los sinvergüenzas de la revolución del picadillo, de eso sí pueden sentirse muy orgullosos, eufóricos, porque si algo han hecho bien es obligar a los seres cubanos a querer “escapar” de su Patria o, mejor dicho, del infierno que crearon bajo la doctrina de la chambelona socialista y las “cancioncitas protestonas”.
El castro-comunismo desmembró la nación cubana por todas partes. No existe nada en Cuba que no haya retrocedido o involucionado, con proporciones gigantescas, después del 1 de Enero de 1959, es decir, la producción agrícola, la producción industrial, la construcción de viviendas, la educación y la cultura cívicas, el orden y el progreso, las libertades ciudadanas y, fundamentalmente, el “olor de la vida”, ese que todo ser cubano tiene en la memoria y lleva consigo a todas partes para no perder el camino de regreso a “casa”.
Pero el castrismo se especializó en rupturas, se hizo máster en descuartizar la cubanía, en desprestigiar los valores más auténticos de un pueblo que tenía a la familia como pedestal y en empujar y empujar a sus integrantes a un cruel destierro que ya hoy suma más de sesenta larguísimos años.
Antes de 1959 Cuba era un país receptor de migrantes, miles de personas, de muchos lugares de este planeta, solicitaban permisos para radicarse en la Isla. Venían, sobre todo, atraídos por la prosperidad y las opciones de futuro que teníamos, la bondad de los cubanos y el privilegio de tener una posición geográfica envidiable.
En la actualidad a muy pocos en el mundo se les ocurre tamaño disparate salvo que sean prófugos de la justicia en sus países.
Lo único que hemos logrado conservar en estos tiempos es una parte de esa bondad y la posición geográfica, lo otro, lo esencial, lo visible a los ojos, se fue al garete con este viento de la desgracia llamado revolución socialista.
Hoy Cuba “exporta” a sus habitantes por cientos de miles y por las vías más absurdas, crueles o disparatadas. El cubano no quiere vivir en su propio país, está cansado, se ha hastiado de esperar por la “camita calientica y cómoda” y el “vasito de leche”, por la vida digna y responsable y por un mañana que cada vez es más ayer y más ayer.
Por generaciones hemos visto que todo ha sido una burda mentira, que la Patria hiede y que costará, sabe Dios cuánto tiempo, volverle a dar algún sentido de decencia.
Entonces no queda otra, muchos decidimos partir con media alma rota y los dolores y la angustia por tener que separarnos de la familia, nuestra madre, los amigos y lo material, que también cuenta.
Los cubanos nos vamos para donde sea: “pa’ donde sea fidel, pa’ donde sea…”, no importa, a veces mientras más enredado se hable mejor porque así nos sirve para olvidar las penas, no importa si nos congelamos o los sudores nos deshidratan, si la comida es muy picante o si los sabores nos retuercen de nostalgia, la meta es salir adelante y perseverar porque en verdad de eso estamos hecho nosotros, de madera dura que no se raja y que no se deja amedrentar, ¡ah! y “pa’ tra’, ni pa’ coger impulso”.
Mis “opositores” me atacarán con el cuentecito de que este es un fenómeno que sucede a nivel mundial, “el sur invadiendo el norte”, que Cuba no es el único caso y: “Ahí están las cifras de centroamericanos, suramericanos, del medio oriente, norafricanos y chinos, y no tan chinos, que se deslumbran con el sueño del capitalismo, no son únicamente los cubanos”.
Pasa que sólo la dictadura castrista, único caso en toda la historia, lleva prometiendo al pueblo, por más de sesenta años seguidos, mucha prosperidad y una mejor vida y, como toda mentira que se infla y se infla y se recontrainfla, los cubanos de infantería nos cansamos del engaño.
Fíjense que nosotros somos los únicos que no tenemos destinos prioritarios para emigrar, nos da lo mismo, es triste pero es una realidad, la fuerza de la desilusión provocada por la miseria y el hambre empujan más que los “valores del socialismo” que un día nos “introdujeron” como supositorios ideológicos.
Por eso afirmo que la dictadura castrista es responsable de uno de los desastres “ecológicos” más terribles en toda la historia de la humanidad: El exterminio de la familia cubana, del ser cubano en sí mismo y en provocar que más de tres millones de nosotros vivamos desperdigados por el mundo “sin Patria, pero sin amo”…
Ricardo Santiago.



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