Desde que yo era un niño estoy oyendo decir que Fidel Castro es un genio. Crecí afirmando esta idea porque donde quiera que iba, o donde quiera que estaba, todo el mundo la repetía y se jactaba de que tuviéramos un gobernante tan “brillante” (“como la dictadura del proletariado”).
Por esa época yo estaba bien convencido de la “genialidad” de nuestro máximo líder, incluso muchas veces llegué a pensar que “todo cuanto teníamos” se lo debíamos a sus sabias decisiones y a sus portentosos pensamientos de gurú medio místico.
En esas andábamos: el tipo es un caballo, un salvaje, el number one, un loco, un arresta’o, el invencible, el fifo, un látigo, la sensación y un montón de calificativos más que no hacían otra cosa que adornar la imagen, por millones de veces repetida, de este diabólico personaje.
Para muchos era como algo inalcanzable, algo más allá de la comprensión humana porque: “de dónde saca tantas palabras el muy condena’o pa’ hablar tantas y tantas horas y no darse cuenta que estamos esperando para ver la telenovela”.
Recuerdo que la mayoría decía que había que ser muy inteligente para inventar la zafra de los 10 millones, el plan agropecuario Cordón de La Habana, la vaquita que daba no sé cuantos litros de leche y se volvió loca de tanto que le manosearon las tetas, los platanitos micro-jet, la pasta de oca con sabor a cualquier cosa, los suspiros del hermano, la olla que no necesita aceite para cocinar el arroz, los maestros a granel, los fusilamientos sin juicios y a pepe, la carne de res, gente medio inteligente repitiendo sus babosadas, las guerras en otros países y él dirigiéndolas desde La Habana, escapar de las acusaciones por narcotráfico, envolver a otros presidentes latinoamericanos con sus ideas pero sobre todo engatusar, cual encantador de serpientes barato, a todo un pueblo por más de cincuenta años.
¿Quién realmente podía poner en duda la genialidad de este paladín de la verborrea con tantas “ideas geniales”? ¿Quién era el bárbaro que se atrevía a decirle en su cara que todas y cada una de ellas eran una reverenda porquería y un rotundo fracaso? ¿Quién?
Nadie. Incluso yo. Reconozco que fui uno de los tantos cubanos adormecidos por el bla, bla, bla hasta que un día, en la cola del pan, al resistero del sol, el de Agosto, una vecina que nunca hablaba, y ante la perorata de uno que estaba allí y que repetía y repetía loas al Comandante en Jefe, parece que no pudo aguantar más y le gritó de sopetón y delante de todo el mundo: “No comas tanta mierda Maximiliano que si Fidel Castro fuera un genio como tú dices los cubanos no estaríamos pasando tanta hambre”.
Vivir pa’ ver.
Cuando llegué a mi casa y le conté a mi madre recuerdo que me dijo: “Ni se te ocurra repetir eso que esa vieja está loca”.
Pero la locura en las sociedades totalitarias es fundamental, necesaria y lúcida. Es la llave de la esperanza. A partir de la sentencia de mi vecina empecé a verlo todo distinto, la visión sobre mi realidad, las colas, el estado de terror, el racionamiento, los apagones, el agua una hora al día, la mala calidad de los productos vendidos a la población, la burocracia revolucionaria, la obligatoriedad en las escuelas a comulgar con las ideas del comunismo, el Servicio Militar Obligatorio y Fidel, Fidel, Fidel a toda hora y: “benditos los ojos que te ven…”
No, de eso nada, ni inteligente, ni genio, ni superdotado ni invencible, Fidel Castro, cuando más, un pillo de pico fino que supo aprovechar las circunstancias y a golpes de coacción y muchas mentiras convertirse en un supositorio muy desagradable para el pueblo cubano.
El supuesto genio de Fidel Castro y todo ese empuje que tuvo, se lo proporcionó la Iglesia Católica. Fidel Castro tuvo a su favor toda la maquinaria de los curas jesuitas y del Council on Foreign Relations (CFR). Por eso ha sido tan bárbaro.
¿Cómo creen que un bueno para nada, un comemierda encapsulado en verde olivo como el Che Guevara, que no hizo nunca nada bien hecho haya alcanzado tanta fama mundial?
Esa fama se la proporcionó toda la maquinaria de apoyo de la prensa controlada y manejada por el Vaticano y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).