La homosexualidad cubana: ¿Más del cuerpo o más del alma?

Tengo que empezar aclarando, por obligación, por decencia, por respeto y para no parecer un intransigente desalmado, que para mi, mi criterio y mi concepto sobre los andares y desandares de quienes “aman” la carne de su propio sexo, es que la homosexualidad, en cualquiera de sus “variantes modernas”, no son un género, son una preferencia y que, en estos tiempos que corren donde la “aceptación” universal, las leyes de protección al “consumidor” y las libertades individuales son un hecho y una “conquista social”, cada ser humano, y cubano, tiene el derecho, y el izquierdo, de elegir su posición en la cama, con quien la comparte, con quien le gusta hacerlo y nadie, absolutamente nadie, puede ni tiene que inmiscuirse en una “actividad” que es humana y, según algunos, también divina.

El tema, para mi, y sigo moviéndome en el campo de las reflexiones personales, es cuando esa acción, ese acto o esa batalla de los cuerpos, trasciende las cuatro paredes del “rincón del alma” y se expanden, sin ningún tipo de pudor, sin ninguna justificación, apropiándose de los espacios públicos, victimizándose ante el mundo, imponiendo derechos, nunca deberes y llamando la atención sobre algo, digo yo, que solo es competencia de sus “devotos”, que solo tiene que ser interés de quienes participan de esta predilección y que solo es condición de esas almas nobles, de esos cuerpos decentes y de esas vidas que quieren ser vividas sin que nadie se meta con ellas.

Pero en estos tiempos tan convulsos que vivimos, y digo convulsos porque casi todo, incluyendo la lógica humana, y cubana, sobre todo la cubana, están patas arriba, la homosexualidad ha devenido en una especie de movimiento surrealista donde la lucha por alcanzar respeto, validación o reconocimiento, se ha convertido en una agresión a quienes no compartimos esa predilección y en una desacertada imposición de principios y valores que intentan destruir, con saña y con perversidad, desde nuestro idioma, con la disparatada teoría de lo “inclusivo”, hasta la ingenuidad de nuestros niños con la emancipación impuesta, desde las más tempranas edades, del gusto, de la elección de nuestros infantes, para jugar con muñecas, con carritos de policía o con ambos inclusive.

Y esto sí es un problema grave, gravísimo. Desgraciadamente todos estos inventos y nuevos métodos educativos, es decir, esa teoría de, según ellos, respeto a las preferencias infantiles, es, a mi juicio, una monstruosidad pues, a parte de ser ordenada, diseñada e impuesta por adultos, es un atentado al normal desarrollo de la psicología de los niños, a la natural formación del carácter de nuestros párvulos y al normal crecimiento emocional de personitas que, dada su poca experiencia de vida, actúan como esponjitas aceptando lo que le dicen los mayores.

Usted a sus hijos los educa como quiera, es también su elección, pero, para mi, e insisto en ello, violentarles sus gustos o disgustos constituye un crimen de lesa humanidad que, a la larga, terminará incidiendo, de forma negativa, en su futuro y en la vida misma.

En Cuba, en esa Cuba revolucionaria de milicianos, de comunistas y de malvados represores del cuerpo y del alma, la homosexualidad es un tema muy serio pues quienes eligen esta preferencia fueron hostigados, vilipendiados y reprimidos, a pesar de la pantalla “protectora”, e institucional, de la infanta “maricona”, hija del General de la pamela, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, cuando los castro y compañía impusieron, como régimen social, una maldita revolución machista, homófoba, destructora de la individualidad y represora de toda idea que no comulgue con la línea de su partido comunista.

Y el tiro les salió por el…, digo, por la culata. Reprimieron hasta la muerte a los homosexuales, tratando de crear un modelo de hombre nuevo, nuevecito, y nunca pudieron lograrlo, nunca comprendieron que contra la naturaleza humana nadie ni nada pueden y que la libertad de un país, de una nación y de una sociedad, comienzan con la voluntad individual del cuerpo y del alma.

Pero, digo yo, tanta represión sangrienta, generó, entre nosotros los seres cubanos, una especie de flojera emocional, de debilidad del carácter que, y nada tiene que ver con la sexualidad, ha hecho metástasis en ese hombre nuevo y son la mariconería del alma, la falta de carácter, la blandenguería emocional, el cambiar de “bando” según nos interese, la prostitución del juicio y la alcahuetería para acceder a ciertas prebendas que se dan en cualquiera de las dos orillas…

Continuará…

Ricardo Santiago.

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