El General “dimicula” y el muerto se retuerce dentro de la piedra.




La palabra dimicular no existe en la lengua castellana, eso todo el mundo lo sabe, es un invento de alguien para justificar una jodedera, un bochinche o “abochornar” a algún desprevenido idiomático con una conjugación disparatada, loca y al final graciosa, muy graciosa. ¡Benditos los ojos que te vieron ir…!
Pero: aun cuando no exista yo pienso, es más, considero deberíamos darle algún significado que tenga que ver con los métodos, las acciones de las personas que ejercen el poder de forma dictatorial, abusivo y represivo (como es el caso de tu General y su “laberinto de generales”) o de las personas que, por diferentes y explicables motivos, apoyan a una dictadura sesentera, obsoleta y deudora como la del clan de los “brothers” Castros.
En síntesis, dimicular pasaría a ser algo así como: Acciones que emanan de un gobierno déspota, represivo y autoritario encabezado por un tiranuelo desmesuradamente vilipendiado, antidemocrático e ilegal o acción y efecto de vender el alma a cualquiera para lograr algún objetivo sin medir las consecuencias presentes y futuras.
Entonces podríamos decir con propiedad, y sin temor a equivocarnos que Raúl Castro dimicula a su antojo y a conciencia.
Este tiranuelo elegido a dedo y favorecido por la “hermandad del hermano” no constituye nada nuevo o diferente para el pueblo cubano, es un rezago burdo, criminal y virulento del fidelismo. Así debemos verlo y reconocerlo.
El General “dimiculador” es un continuador paquetero de las políticas de su antecesor. Es desecho grosero y violento porque no sabe sino “perretear” para mantenerse en el poder. A la represión mental e histórica contra el pueblo cubano, inventada y ejecutada por Fidel Castro, ha exacerbado la represión física hacia todo aquel que le parezca enemigo, no le importa si es un líder opositor, un disidente responsable, un cubano hastiado y hambriento, un turista desprevenido o sencillamente una sombra que lo asusta y le pone los nervios de punta.
Raúl Castro no sabe que esta histeria es la que lo va a llevar a la tumba. El fidelismo termina por la desesperación del raulismo de mantenerse en el poder a sangre y fuego.
A ojos vista Raúl Castro es un esbirro y un asesino. Un imitador de comunista por fuera y capitalista por dentro que no se esconde ni disimula su maldad ni su inoperancia. Está “administrando” a Cuba a base de represión y de pactos “silenciosos” con un presidente saliente, deseoso de pasar desesperadamente a la historia con y por cualquier cosa, de dejar un legado gris aunque implique la desgracia de todo un pueblo. Obama favorece a Castro y Castro desfavorece a los cubanos.
Raúl Castro es consciente de cuanto está haciendo. Dimicula con unos y con otros. Se sube a la montaña “rusa y americana” y se desliza esperando que los mancebos que la engrasan lo esperen en la meta y le sequen el sudor, las lágrimas y le “controlen” un pueblo agitado, cansado, hastiado y hambriento.
Raúl Castro dimicula y el de la piedra dimiculaba en sus buenos tiempos también. Presente y pasado de una misma historia que lejos de avanzar se regodea en el desastre, la maldad, la corrupción y el embudo.
Raúl Castro esta empeñado en defenestrar la memoria del hermano para que alguien le guiñe un ojo y ser figura y no muñecón. Quiere a toda costa ser protagonista inverso pero sólo consigue repulsión y rechazo porque su propia imagen llama al choteo y a la burla de los cubanos. Por eso el General dimicula, se cruza de brazos y manda a más y más esbirros a que le “arreglen la finca” y lo sostengan, aunque sea un tiempecito más, para dejar a uno de sus hijos, nietos o “sobrinos” en el tira-tira y encoje-encoje en que han convertido a nuestra patria.




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