“Se fue como un 20 de Mayo…”




¡Coño y que los cubanos no tenemos un 20 de Enero como este!
Nosotros no tenemos un día en que vemos salir a un presidente y jurar a otro con devoción y palabras finas en un acto bonito, solemne, patriótico y con decencia. A mí, la verdad, se me cae el corazón a pedazos porque se supone que el 20 de Mayo sea para los cubanos lo mismo que el día de ayer lo fue para los americanos.
Pero no, nuestra fecha del cambio presidencial sólo quedó para anunciar algo que parte raudo, veloz o patica pa’ que te quiero: “Se fue como un 20 de Mayo…”, y a seguir aguantando lo mismo con lo mismo, lo más grande con lo más chiquito, la desvergüenza de estos sujetos reflejadas perennemente en sus caras y haciéndose los desentendidos, como gaticas de María Ramos, aparentando que todo está bien y que el pueblo los ama, escondiendo a lo descara’o el secuestro de elecciones libres y un roba-roba de cualquier cosa que parece no tener fin y que ya, sin comerla ni beberla, forma parte de la razón de ser del cubano.
Pero: ¡qué bonito el acto, la ceremonia! Todo el mundo bien vestido, la marcialidad de los marines, la preocupación desmedida de los del Servicio Secreto, la alegría de unos y la tristeza de otros. Por cierto no vi ómnibus para transporte de personal ni camiones de catering con cajitas de comida para los “vanguardias”. Parece que los presentes estaban allí por voluntad propia. Lo digo como quien no quiere las cosas.
Pero bien, continuando con el tema, no es importante a estas alturas si el que se va lo hizo bien o mal o el que llega arreglará al país con su sabiduría, lo importante es el cambio, la elección libre, la opción de nuevas ideas para impulsar la única cosa de este mundo que no puede ni debe detenerse: LA VIDA.
Para mí, es decir, en mi modesta opinión, lo más importante de todo es la tranquilidad que debe sentir el pueblo norteamericano al saber que sus deseos son respetados, que tienen la sagrada potestad de cambiar al presidente de la nación y que este, por decencia y honorabilidad, no puede permanecer más de ocho años en el cargo, porque a decir verdad un presidente no es más que un funcionario público, sujeto al respeto de las leyes, la Constitución del país y la lógica del funcionamiento temporal para que la “dialéctica” fluya.
¡Ay vida mía! ¿Cuándo podremos ver en Cuba algo parecido a esto? Un presidente saliente estrechándole la mano al entrante, las primeras damas sonrientes y abrazándose, los marines, perdón, los milicianos con sus uniformes relucientes y los de seguridad personal vigilando que todo esté bien organizado y que no se forme el relajo y la molotera.
Yo me muero de tristeza. El pueblo cubano merece actos como estos cada cuatro años: ¿Se imaginan compatriotas? Pero la desvergüenza de estos hijos de puta es tan grande que saben que el mundo se transforma cíclicamente y ellos persisten en la “persistencia”, se quedan inamovibles en sus puestos de generales dimiculadores como si la silla presidencial fuera propiedad y no préstamo, actúan con tal cinismo que les importa un bledo saberse dictadores, tiranuelos de “cabo a rabo” y opresores de cualquier sentimiento democrático que pueda sentir un ser humano en esta tierra.
¡Ay Cuba!
Los pueblos tienen la bendita suerte y el sagrado deber de elegir a sus líderes, de sembrar esperanzas en el futuro y aplaudir o llorar sus decisiones, nosotros los cubanos en ese sentido estamos jodidos, muy jodidos, sólo nos toca llorar…




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