Si quieres ser Canciller de Cuba repite lo que yo te diga…




¡Y dale con el puñetero dedito! Parece que es como un vicio, una moda, un dialecto, una melcocha política, un rasca-rasca, una comparsa de peregrinos ideológicos y “este dedo me huele muy mal”. Es un verdadero castigo para los cubanos que todos estos funcionarios, gendarmes y personeros del castrismo le hablen al pueblo con el dedo índice amenazante, repleto de agresividad y llenito de… ¡vaya Usted a saber!
Pero bien, dedos macabros aparte, centrémonos en este personaje que es una buena pieza entre la manada de hienas castristas, llorosas todas porque la líder, la guía, a la number one, la aplastó un meteorito y la hizo polvo de azul de metileno, demostrando que eso del rojo comunista era un puro cuento, una mentira y un vil engaño de todos ellos para vivir de la estafa y de las ventajas de hacer creer que la dictadura del proletariado funciona y es igual para todos.
El Canciller de Cuba es un cara de nada. Yo nunca en mi vida había visto un tipo tan insípido, tan insignificante y tan tracatán en un cargo tan importante donde se es la imagen de una nación, en este caso el “face” de una dictadura, la mano que estrecha y seduce y donde se está obligado a recibir y relacionarse con diferentes personalidades del mundo. ¡Una vergüenza! No por casualidad muchos países, a la hora de la verdad, nos tiran a mierda.
Fidel Castro desprestigió el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba y lo convirtió en un títere, en un papagayo pioneril, en un lleva y trae, en el actor que interpreta los papeles más ridículos, retorcidos y en el mensajero de una política internacional que sólo el trazó, definió y sentenció desde los primeros meses de 1959: “La política exterior de Cuba no es otra cosa que la exaltación de mi imagen, mi revolución y el bloqueo, bloqueo y bloqueo…”.
Si Usted lo analiza bien esa es la esencia de las relaciones de Cuba con otros países. La columna vertebral de la diplomacia cubana con otras naciones y la línea a seguir por quienes ostenten el cargo de “Monigotes de Relaciones Exteriores de Cuba”. Mucha amistad pa’lla y mucha amistad pa’ca pero en la concreta, en la mesa de los cubanos, nada de nada, ni uvas españolas, ni vinos franceses, ni quesos italianos, ni manzanas canadienses, ni carne de res argentina, ni, ni, ni, ni…, ni siquiera un manguito de las Islas Seychelles, sólo la sombra del mierda en jefe multiplicada por todas partes y: “quien quiera que se llene la barriga con eso…”.
Yo me pregunto es realidad de qué nos sirve a los cubanos tener un Canciller.
Desde aquel viejo ñángara de verbo revoltoso y frases alocadas, el otro de la cara triste que fue cuestionado por un estudiante universitario y sólo atinó a responder con estupideces, pasando por los improvisados del 31 y pa’lante con su ridícula corbatica pintada en el pullover, después el que grito para congraciarse: “aquí el que no salte es yanqui”, más anormal, más vocero de la tiranía con su cara de perro rabioso, hasta este improductivo que está ahora, el lenguaje de todos ha sido el mismo, con algunas idioteces más o idioteces menos, pero el mismo discurso, dependiendo de la fuerza en la voz o las ganas de lucirse que tenga la marioneta, perdón, el ministro de turno.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba es la única entidad en su género en todo el mundo que no representa a sus nacionales, es decir, a los cubanos. Esa dictadura ambiciosa y gandia lo ha convertido en realidad en un ministerio de extorsión, estafa y robo pues desfalca a todo cubano que necesita de algún trámite en alguna de sus sedes diplomáticas: 450 dólares, 350 dólares, 200 dólares… ¿Por qué? Por cualquier cosa.
Triste papel el de estos infelices.




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