Muchos cubanos tienen que solucionar el día a día adquiriendo productos en el mercado informal o “bolsa negra”, esta noticia es tan antigua como la dictadura misma porque fue este adefesio de sistema ideológico quien nos empotró esta forma de trapicheo como única opción para sobrevivir.
En la vida real este epíteto de “bolsa negra” suena un poco macabro, tenebroso y hasta asusta pero: ¿Cuántos de nosotros no resolvimos por esta vía la medicina que no aparecía ni en los centros espirituales o el paquetico de algo para disfrazar el arroz y que todos en la familia comieran parejo?
¿Cuántos no cambiamos algunas prendas de ropa por huevos o un pedazo de jamonada?
¿Cuántos no compramos los “zapaticos me aprietan” en la bolsa porque en las tiendas del Estado los vendían extremadamente caros?
Cuba posee una tierra muy fértil, una plataforma marina rica en especies, un clima envidiable y mucho talento entre sus hombres y mujeres que quieren ponerlos a producir pero no hay viandas, ni pescado y el sol quema, pica y da ganas de llorar.
Al principio, en los primeros años de repartir la escasez, por allá por mediados de la década de los 60s del siglo pasado, todo era más fácil, el trueque “revolucionario” se simplificaba a: suave por fuerte, azúcar por arroz, café por cigarros, tabacos por azúcar, leche condensada por suspiros, préstame dos huevos y “te los pago cuando vengan al puesto” y todo el mundo tranquilo, feliz y contento.
El comunismo tiene el don del racionamiento, es una de sus leyes fundamentales. El comunismo genera miseria porque lo poco que produce, por cualquiera de las vías, obviamente no alcanza para satisfacer las expectativas de vida y obliga a las personas a agenciarse mecanismos de subsistencia más allá de los límites de la decencia. La equidad socialista se resume a: despacito… de uno en fondo, sin moloteras que “alcanza” pa’ to’ el mundo.
Pero la crisis en Cuba se hizo eterna, y lo que debió ser por unos pocos años, es decir, la libreta de abastecimiento y la miseria colectiva, se han convertido en parte integral de la familia cubana por los siglos de los siglos… Cada discurso, por cualquier ocasión y hasta sin motivos, trae siempre lo mismo con lo mismo: los americanos, el “desmerengamiento” del campo socialista, el bloqueo, el precio del petróleo, la mafia de Miami, los mercenarios del imperio, Alí Baba y los 40 ladrones y más sacrificio, resignación y fe en la revolución y en la victoria que ya casi tocamos la sociedad perfecta que nos prometió Fidel.
Lo que nunca reconocen estos sinvergüenzas es que la culpa de la miseria de los cubanos la tienen única y exclusivamente la ineficacia de la dictadura, la incompetencia de sus capataces, mayorales y esbirros, el modelo socialista que es una mierda y el mismo apellido desbancando a trocha y mocha todo cuanto puede en un país que “avanza” como cangrejito que salió del mar.
Los comunistas con sus “inventos” generaron la crisis más larga y continuada en la historia de un pueblo, a causa de esta los cubanos, hoy por hoy, padecemos la falta de cualquier cosa, las carencias más absurdas, los calores más insoportables, la sed de vivir, la angustia que mata y que se confunde con un infarto, el manantial que se seca, la cerveza de pipa aguada, el azúcar blanca que es negra, las aspirinas sin sabor, el extracto de fresa para los durofríos de la Gallega, el asiento en los ómnibus para las embarazadas y los ancianos, la cola-loca para pegar la suela de los zapatos de los muchachos y los mejunjes de Fina la mujer de Oscarito que quitan las ganas de volverse loco.
Esa horrible e innecesaria miseria ha obligado a los cubanos a sumergirse activa o pasivamente en un sistema de mercadeo informal con una interrelación extraña y desigual entre productos-precios-salarios-subsistencia-vida que a casi todos nos indigna, nos desgasta pero nos deja otra opción: “lo tomas o lo dejas”.
Los cubanos, los más honrados y los menos, los necesitados y los especuladores, los del medio y nosotros, los que pueden y los que no, todos, hemos visto como, desgraciadamente, la Patria se ha convertido en un negro y terrible mercado para la “vida”.
Ricardo Santiago
Brillante exposición que permite entender a quiénes no conocían eso. Y millones intentan diariamente que su grito de desesperación se escuche. Esta es una forma más de apreciar el enorme fracaso de la injusticia robolucionaria y de la improvisación castrista.