Ustedes pensarán que yo tengo un trauma muy grande con ese “artefacto comestible” inventado por la maldad, el odio, el ensañamiento, la burla y las barrigas llenas castristas para engañar los ruidosos “sonajeros” en que se convirtieron los estómagos de los cubanos por culpa de la eterna miseria a que nos obligó la estúpida, inoperante, ineficaz, troglodita, cochina e improductiva dictadura de Fidel Castro.
Y sí, tengo un trauma y bien, no me escondo para decirlo, todavía me estremezco al recordar los malos ratos que pasé tratando de despegarme la mierda aquella del cielo de la boca, con los ojos botados “para afuera”, el socio dándome trompadas en la espalda pa’ que me bajara o saliera aquel masacote de harina, el aire que me faltaba, la vida que se me iba, y aun así, en plenos estertores por la supervivencia, yo, más caga’o que estoico, aferrado a mi último cachito de pan con el bodrio croquetero porque, en la vida real, y aquí entre nosotros, el hambre era tanta que no se sabía si era peor morirse atragantado que por inanición. Estoy hablando de los años 90s fundamentalmente.
La croqueta de subproductos castrista fue creada a imagen y semejanza de la dictadura socialista-leninista de los hermanos Castro. Si algún estudioso de la sociología, la filosofía, la política y las dictaduras del proletariado quiere entender qué carajo es el castrismo que se coma una croqueta de esas que estoy seguro que, si no se embucha con el espanto, va a escribir tres o cuatro libros así, de un sólo tirón.
En esencia este “ente masticable” estaba elaborado con mucha harina, el 99,9 por ciento de su cuerpo, y un 0,1 por ciento de un famoso subproducto que, a quien se atreva a decirme con exactitud qué coño era, y a qué sabía, le voy a donar toda mi fortuna.
Seamos serios…
Yo estoy seguro que Ramiro Valdez jamás se comió una de esas croquetas.
Me acuerdo que las freían en “aceite” reciclado y te las daban metidas dentro de un papel de…, en algunos lugares las vendían dentro de un pan medio crudo y con un agüita de tomate por encima para darle algo de color…, puro folclor comunista.
Pero bueno, qué lástima, hubiera sido bueno pa’ que este hijo de puta supiera qué cosa es la famosa revolución que con sus asquerosas garras y afilados colmillos defiende a capa y espada, digo, a garrote, torturas, cárceles, violencia y represión, mucha represión contra los cubanos.
He dicho todo esto para ponernos en contexto y poder entender por qué un cubano que defiende a la dictadura de Fidel y Raúl Castro es un cubano croquetero castrista.
Cuando yo era muchacho recuerdo que si alguien era muy mentiroso decían que era un tremendo croquetero: ¡Viste eso, tremenda croqueta que metió fulano! Me imagino que el símil estaba dado porque al final la croqueta es de carne pero no es carne.
Para empezar los cubanos defensores del castrismo están apoyando, con su ciega u oportunista actitud, no importa, a una gran farsa como lo es la revolución con minúscula de Fidel Castro. Fidel Castro fue en sí mismo la mentira más grande dicha al pueblo de Cuba y que ha sido sostenida, contra viento y marea, por casi 60 años de padecimientos, sufrimientos, dolor y muerte de muchos, pero muchísimos cubanos.
Un cubano castrista es un “pegoste” en el cielo y en la tierra de la boca, es una amalgama de falsas ideas, bajos principios, actitudes traicioneras, un depredador muy oportunista, carente de sentido común, repetidor de palabras ajenas, pendejo, sumiso, imitador de muecas y aspavientos, gritón, siempre se quiere parecer o ser otro (seremos como el Che, yo soy Fidel, etc.), envidioso, escalador, pandillero, perro, sinvergüenza, “moco pega’o”, boquisucio, arrastrado, cegato del ojo, pendenciero, chivato, informante, tracatán del poderoso, sin un discurso coherente, sin libertad, ignominioso, agresivo, falta de respeto, mal educado, comunista y sin sabor, totalmente desabrido, nada más parecido a la croqueta de subproductos fidelista inventada para hacerle creer al pueblo de Cuba que: “con la revolución todo, contra la revolución, nada…”.
Por cierto tengo encarna’o ahí a un mediocre cantantico croquetero castrista que está loco porque yo le responda las porquerías que deja al pie de mis comentarios pero, por mucho que insista, que lloriquee y que suplique, se va a coger el culo con la puerta…
Ricardo Santiago.
Aborrezco las croquetas a tal punto, que ni siquiera por acá las como, creo que me crearon cierta fobia crónica. Mi apoyo y aplauso.