Aun con todo, aun con tantos cubanos haciendo el ridículo en Cuba y en muchas partes del mundo, blasfemando, asesinando, hablando porquerías, masacrando a seres humanos en nombre del socialismo, estafando instituciones, robando a las dos manos, apáticos al momento que vivimos, oportunistas con dos, tres, cuatro e infinitos rostros, hipócritas, descarados, sinvergüenzas, fronterizos, necios, obtusos, fidelistas, “revolucionarios”, croqueteros e infelices no me escondo, no oculto y no siento ninguna vergüenza para decir que soy cubano, que nací en Cuba y que nada ni nadie podrá quitarme esa condición porque siento, como dice el viejo, pero muy hermoso bolero: “De nada vale la vida si he de verte ajena…”.
No me gustan los chovinismos, no soporto el patriotismo “patriotero”, el fanatismo o el fatalismo geográfico, no me gusta la ceguera política, detesto el partidismo y la institucionalización de las ideas, no creo en las grandilocuencias sexuales, en las definiciones ideológicas, en la perfección de las “mezclas”, en las concentraciones “espontaneas”, en los desfiles «organizados», en las celebraciones acorazonadas, en las agresiones verbales y físicas para defender un pensamiento, en la idolatría magnificada a “los fieles difuntos”, en la iconoclastia revolucionaria para santificar a cuanto sátrapa “brille”, en la vigilancia nocturna “al enemigo”, en la delación gratuita o profesional para ganar un sustento, en el abuso o en el desprecio a otros por ser o pensar diferente.
No siento vergüenza de ser cubano porque, como he dicho muchas, muchísimas veces, la cubanía es un sentimiento muy personal y algo más grande que nosotros mismos, es una pasión que va mas allá del horror y las alegrías de la vida, de los buenos y los malos, de quienes dan o quienes reciben, de quienes hablan o quienes escuchan, de quienes mandan y de quienes obedecen, de quienes quieren ser libres o prefieren mantenerse “sembrados” hasta el cuello, de quienes aman o de quienes odian, en fin, de quienes utilizan a nuestra CUBA para justificar las falacias, los desastres, la inoperancia, la improductividad y el caos que ha generado la ideología del mal en nuestra Isla en los últimos 58 años.
No escondo mi cubanía porque no puedo ocultar que me estremece hasta el alma el sonido de las tumbadoras, bailar “apretaito”, la soberbia de las olas del mar “acariciando” el diente de perro de mis años mozos, los juegos a las cuatro esquinas en el barrio, la malta con leche condensada, las tableticas de maní pa’ engañar el hambre, decir buenos días incluso a los desconocidos, el arroz con pollo y un buen plato con tostones, abrazar a los amigos sin pedir permiso, correr pa’ donde sea cuando alguien grita ataja, el majarete que hacia mi madre, la tierra colora’, mirar una buena hembra con lujuria y respeto, dar la mano y decir amigo, caminar por la acera de enfrente, echar un chorrito de ron en los rincones primero, los cuentos del gran Guedes, compartir un plato con comida, la “música de antes”, la alegría de vivir, el choteo y la libertad.
Por todo eso cargo conmigo, a donde quiera que voy, un pedazo bien grande de esa CUBA hermosa, amada, recordada, idolatrada y bendita que muestro a quien quiera con el más absoluto descaro, desenfado, intención y jactancia.
Gracias a sentirme cubano, a tener la vida que he tenido, a formarme en un país ocupado por una dictadura, a sentir el dolor de un exilio que siempre será ajeno hoy defiendo esta libertad espiritual que tengo y no me identifico con quienes apoyan, defienden e implementan en Cuba, y otras partes del mundo, una ideología elaborada con leche cortada, con mariscales enfermos por el falso poder, con mequetrefes de la gritería absurda y reaccionaria, con invasores de Patrias ajenas, con habladores y defensores de la porquería revolucionaria en foros internacionales, con “alcahueteras” y pendencieros de las redes sociales, con vividores y oportunistas que dicen ser cubanos y que, lamentablemente, también lo son.
Mi bandera, la de la estrella solitaria, es diferente aunque sea la misma que la de estos sinvergüenzas, mi CUBA es diferente aunque sea la misma que la de estos degenerados, mi Escudo Nacional es diferente aunque sea el mismo que el de estos croqueteros, mi Palma Real, mi Tocororo, mi Mariposa, mi Mar Caribe, mi Martí, mi Virgen de La Caridad y mis sueños son diferentes, muy diferentes, a los de estos mejunjes cafeconlecheros adoctrinados por el odio, la rabia y el miedo a la libertad.
¡Viva CUBA!
Ricardo Santiago.
Todo dicho a manera de enciclopedia cubana. Hay algo que no mencionas y yo siempre lo traigo en el recuerdo. El olor a palmiche que se siente en el aire cubano. Es algo que no lo sentí nunca más desde que salí de Cuba. Apenas te tiras en un aereopuerto cubano ese olor del terruño te cala las fosas nasales