La dictadura castro-comunista es una máquina perfecta de matar engrasada con la sangre de cientos de miles de cubanos. ¡Qué a nadie le queden dudas!
Los castristas son unos criminales por derecho y por revés. Se creen con permiso para disponer de la vida ajena porque según ellos lo hacen para “defender” la libertad, la justicia social, el progreso y “los tamalitos de Olga”.
Pero: ¿Qué entienden los castristas por libertad? ¿Alguien puede explicarlo sin que el “discursito” provoque carcajadas?
Hay muchas formas de quitarle la vida a alguien y no necesariamente apagándole la respiración. El secuestro y la prohibición de las libertades individuales y sociales es uno de los mejores ejemplos para medir los latidos-vida de una persona y de una comunidad. Un ser humano y un país que no tienen libertad de pensamiento actúan como fantasmas, zombis, cadáveres, reflejos en la penumbra y marionetas desclasificadas por el tiempo.
Fidel Castro fue un asesino confeso. Concluso para sentencia. Un tipo sin escrúpulos que no ocultaba su habilidad para matar y que incluso alardeaba de ella. Un asesino de masas al que la historia, ya que la justicia humana no pudo hacerlo, debe juzgarlo como un criminal de guerra y de paz.
Este matón de mucha monta creó un régimen en Cuba y moldeó un país, y a la mayoría de sus seguidores, a su imagen y semejanza. Convirtió a cada uno de sus “peregrinos” ideológicos en partícipes de sus crímenes y los “embarró” con su culpa para que no lo pudieran juzgar a él solito, el muy cabrón fue un experto en: “Aquí todo el mundo tiene que comprometerse y dar su opinión…”.
En la vida real Fidel Castro era un “pendejo”.
Así como un hombre “tiene muchas hambres” también tiene muchas muertes.
La muerte en vida es la más cruel de todas las formas de matar que tienen los castristas.
El pueblo cubano tiene una vida injusta, e incluyo también a quienes estamos en el exilio. Los cubanos vivimos acechados constantemente por los “gendarmes ideológicos” de un sistema político brutal, depredador, ladrón, asesino y abusador que sólo busca la perpetuidad y no le importa las vidas que arrastre para lograrlo. Por eso siempre digo que los castristas matan de miedo y por miedo.
El miedo es el arma fundamental de la dictadura castro-comunista. La institucionalización del pánico a ser libres es el mecanismo que mantiene vivo al “fidelismo” en nuestra Isla y allende los mares también. Los pesados grilletes de “o eres revolucionario o te jodes”, que nos encasquillaron a los cubanos el 1 de Enero de 1959, son arrastrados por muchos incluso hasta cuando viven en el exilio. El cubano ha vivido tanto tiempo aterrorizado por la más cruel y pérfida de las dictaduras que, aunque logre salir de Cuba, arrastra consigo su pánico como una rémora pegada a la conciencia.
El castro-comunismo es una “carga pesada”, muy pesada.
Los “fidelistas” matan de hambre para controlar la libertad de pensamiento de los cubanos. Una madre y un padre que tienen que “pugilatear” cada día cómo alimentar a sus hijos no tienen tiempo para pensar en los derechos humanos. La escasez de lo básico, es decir, el estómago vacío de los seres humanos, en las sociedades totalitarias, es el arma más perfecta y sofisticada para reprimir los sueños y la capacidad de prosperar de las personas.
El adoctrinamiento es el asesinato más brutal y despiadado del castro-fidelismo. En Cuba todo lo que puede y tiene que respirarse es la revolución palanganera de Fidel Castro, no hay medias tintas ni alternativas de elección. El “mono”, elevado a la máxima expresión en el monopartidismo comunista, es la verticalidad del despotismo, la crueldad y el abuso, los cubanos estamos obligados a llorar al sátrapa o nos convertimos en ex-cubanos, así de simple. El adoctrinamiento comunista es el padre de la doble moral, su gestor y su envenenado resultado.
Y la tristeza: ¿Cuántos cubanos morimos de tristeza cada día?
Morir de tristeza es una muerte lenta, abrumadora, pesada, insoportable, injusta, inmerecida, maldita e inhumana. Cada persona tiene su propia tristeza, su dolor y su angustia. Pero en Cuba hay una tristeza generalizada y es la imposición por la fuerza de un régimen dinástico que ha destruido a la nación y asesinado, de muchas formas, al pueblo de Cuba.
Que cada cual quite o agregue de aquí cuanto quiera, tenemos que empezar a ser libres…
Ricardo Santiago.