En la práctica de la vida vulgaridad y chusmeria son dos primas hermanas que van muy bien sujetas de la mano de su “mamá” la revolución castro-comunista.
A mi comentario de hace unos días, dedicado a la chusmería como uno de los legados más terribles de esa fatídica dictadura, una cubana, que según ella no es gusana ni comunista, me dedica todo un discurso, un poco enredado a mi entender, de que la culpa de ese mal en los cubanos era de mamá y papá y no de la revolución, incluso hasta ponía ejemplos de “amargas” experiencias que tuvo en una visita que hizo a Miami donde varias personas, en franco acto de chusmeria, vuelvo y repito, según ella, le tocaban las nalgas acompañadas de frases soeces.
En la vida real yo no puedo dar fe de esas “lujuriosas” anécdotas del manoseo porque ni conozco a la víctima ni puedo creer que en Miami, una ciudad donde funcionan las leyes, las personas se atrevan a expresarse con actitudes tan, pero tan morbosas, cuando todo el mundo sabe que esas “simples” palmadas en los glúteos, a una persona que no lo acepte, constituyen un delito grave, muy grave.
Pero bien, a quien no quiere caldo le dan tres tazas, de lo que sí puedo dar fe es de que esta “compañera” sin militancia no entendió muy bien nada de lo que escribí cuando dije, y lo repito bien clarito, que esa revolución de malas palabras fomentó, popularizó, nacionalizó y exacerbó la chusmeria en Cuba a niveles incalculables pues el cubano, antes de 1959, gozaba, a nivel general, de una muy buena educación, civismo, urbanidad y sentido común, mucho sentido común.
El principal ejemplo de civismo y sentido común de los cubanos fue el casi total rechazo popular a la dictadura de Batista y que hoy, por haber perdido esos importantes rasgos de nuestra idiosincrasia, aceptamos con total complacencia a la dictadura de los Castro aun cuando está probado, con muchísimos, pero muchísimos ejemplos, documentos y testimonios, que esos “hijos ilustres” de Birán son mucho más asesinos, ladrones, dictadores y explotadores que su antecesor el hombre del 10 de Marzo.
Ahora bien, quiero dejar bien claro que yo no juzgo al cubano ni de aquí, ni de allá ni de con cola ni con colina ni con la saya de tu madrina, no es mi intención y mucho menos mi interés pues creo en las malas palabras tanto como en las buenas, solo que soy consciente de que cada una tiene su tiempo y su espacio muy bien delimitado.
De lo que sí hablo es de que la revolución castrista, y lo digo con todo conocimiento de causa, porque me formé, crecí y estudié bajo las doctrinas del socialismo, vulgarizó la sociedad cubana hasta niveles estratosféricos, porque entre los planes de estudios becados, la politización de la sociedad, el colectivismo materialista dialéctico, los mítines de repudio al “enemigo”, las colas interminables para adquirir cualquier cosa, el quesito crema que está perdido, se me cortó la leche de la niña, el deporte derecho del pueblo, los discursos del líder, la canción protesta, yo no sé qué tiempo hace que no me como un pedacito de turrón, el hambre, la miseria y la desesperación, el cubano dejó de expresarse correctamente para “vocinglear” pues en definitiva esa actitud era mejor vista, por la nueva autoridad del país, que hablar bajito, expresarse correctamente y ser una persona decente.
Que a nadie le queden dudas de que la revolución castrista promovió con creces el cuatrerismo ideológico, la prosopopeya del verbo fatídico, la gritería del proletariado, la chivatería oportunista y malsana, la ofensa al prójimo como muestra de poseer genitales de ocho libras, la cosquillita de los vanguardias y la bronca socialista para diferenciar al “hombre nuevo” de cualquier otro con rasgos de “pequeño burgués”.
Por cierto, hablando como los locos, nunca he entendido muy bien el concepto de “pequeño burgués”, para mi modesto entender se es algo totalmente, a no ser que también exista la categoría de “pequeños comunistas”, entonces sí.
Para aclarar ideas y definir posiciones, yo soy del criterio de que no hay nada más vulgar en esta vida que el hambre, la miseria, la escasez, el racionamiento, las moloteras, el hacinamiento, la leche de dieta, los derrumbes, el plan tareco, los trabajos voluntarios, el mitin de repudio, la traición, el sol sin sombras, el picadillo de soya, cinco huevos por persona al mes, el adoctrinamiento, la pañoleta, el culto a la personalidad y el olvido, todos ellos son incluso más vulgares que una mala palabra, un grito y hasta que una “fiesta e’ perchero”.
Ricardo Santiago.