Raúl Castro es un tipo digno de lástima aun cuando merece todo nuestro rechazo, repulsión y asco. Raúl Castro es un personajillo hecho a la sombra de un gran fantoche, de un gran embustero y de un excelso manipulador. Es un tipejín sin personalidad propia, sin autoestima y sin el más mínimo respeto hacia sí mismo o por parte de los demás.
Y es natural. Raúl Castro creció y se formó a la sombra de un “páramo en flor”, de un ser que absorbía sin escrúpulos el alma de quienes les rodeaban y los soltaba como obedientes guiñapos humanos para que apoyaran, malas palabras en boca y puñal en mano, todas las sandeces, disparates, estupideces y mediocridades que salían de su podrido cerebro.
Yo siempre digo que Raúl Castro, de no haber tenido el hermano que tuvo, hubiera sido peluquero, modisto o poeta de una Casa de la Cultura, así de simple. Pero la parte maldita de la vida siempre nos depara algún camino torcido para tentarnos y desdibujarnos el destino.
Raúl Castro posee la clásica personalidad “amerengada” de los hombres flojos de espíritu. Bien pudo seguir a cualquiera de sus hermanas, incluso imitarlas hasta los límites de la confusión, pero, en cambio, en ese último segundo en que una decisión que tomamos nos cambia para siempre, se inclinó por “pegarse” al ser más diabólico que salió de unas entrañas de mujer.
Y lo hizo por miedo. Raúl Castro le tenía y le tiene pánico a su hermano el cambolero. Por causa de ese sentimiento fue capaz de soportar los escarnios, las faltas de respeto, los insultos, las patadas por el culo, los desafueros, las escupidas, los usos y desusos, las arbitrariedades y las manipulaciones más grandes de este mundo, infligidas en privado o en público por parte de quien se creía un señor omnipotente en la tierra y en el cielo y nunca escatimó ocasión para hacerle saber que era un segundón y un don nadie que solo subsistía porque a él le daba la gana.
Eso todo el mundo lo sabe y de ahí que nadie, conscientemente, respete a Raúl Castro.
Muchas veces el castro-mandante intentó quitárselo de encima pues sabía de la pata que cojeaba, lo apartó de su lado en la Sierra Maestra y lo envió a la región menos peligrosa del “frente de guerra” para que intentara forjarse un nombre y, sobre todo, un carácter como “militar” y “comandante”. Raúl Castro nunca entendió el verdadero mensaje y por miedo, y por esa baja autoestima que lo caracteriza, decidió fusilar, asesinar y matar a cientos de cubanos, por los más absurdos motivos, para ver si así se ganaba algún respeto, alguna consideración y algo de admiración por parte de quienes lo consideraban el eterno sumiso del Caraechichi de Birán.
Pero el tiro le salió por la culata y de mequetrefe, manso y obediente ejecutor de órdenes nunca pasó. Llegó a jefe del ejército y segundo de todas las cosas de Cuba por causa del nepotismo, del crimen, de quitarse del medio a todo aquel que le hiciera sombra y, por supuesto, porque Fidel Castro sabía que era el único ser en ese maldito entorno en quien podía medio confiar pues el anodino, el dócil, el debajo de la cama está el maja, el columpio morboso y el agáchate niña y vuélvete agachar de Raulitín nunca, pero nunca, lo traicionaría porque primero se cagaba en los pantalones.
Eso es Raúl Castro, en vida del otro solo sirvió para ejecutar sus órdenes y para levantar la mano del sátrapa y gritar viva Fidel en la Asamblea Nacional o en las caricaturas de ocasión donde valiera la pena hacerlo. Un desagradable y humillante oficio pero que este personajillo asumió con todo el estoicismo y la desvergüenza de una culebra y la insuficiencia de la que solo un enchufado puede alardear.
El pánico que Raúl Castro le profesaba al “líder” de las desgracias de Cuba trascendió la muerte del muerto y achicharra’o. Fue incapaz de enmendar en algo los desastres del desaparecido y a su vez incrementó la represión, la pobreza, el desamparo, el descaro y la humillación hacia todos los cubanos para que el mundo supiera que su sadismo e incapacidad son mucho mayores.
Pasa que el daño a Cuba y a los cubanos está hecho y nada ni nadie lo podrá cambiar, ni siquiera la historia, que solo recogerá, si alguien se acuerda de escribirlo, el paso de este segundón que pinchó y cortó porque vivía apendeja’o y porque ansiaba que alguien le mostrara un poco, un poquito de respeto.
Ricardo Santiago.
Que pena con Uds son pateticos y cinicos solo dan asco partia de inutiles gusanos cubanoides, boca de gonorrea y falta de baño vayan a hacerse un lavao para que se quietn ese empacho eso parece que es cronico no se acaba mientras exista forma de vivir del cuento e inventar la mentira del dia habran Ricardines pillines viejos camajanes que si los «Castro» pagaran mejor vivirrian rezandole al comunismo jajaja que se revienten tejiendo mentiras y habladurias de todo tipo les pasaran la rueda de la historia por arriba quedaras como aquellos voluntarios que asesinaron a los ocho estudiantes de medicina o los que iban de carne de cañon a pelear por España siempre habran esas plagas de los pueblos solo son infladores de globitos y mentes de pollo inutiles y tragones, por favor limpience la boca ….
Magnifica descripción, no le faltó nada para definir el carácter inepto de Raúl Castro.
De no haber existido Fidel,raul hubiera sido un bailarin del ballet, un modisto o un simple vago habitual, el incluso, cuando la causa de Ochoa, no dejaba de estar borracho, pues sabia que estaban al desnudo y frente a una posible invasion de usa, su personalidad salía a flote en la crisis y es sabido que tuvo choques con Vilma, con quien se decía, estaba divorciado, fue parte del complot contra camilo para asegurarse el puesto en el ejercito sin tener una historia en la guerrilla,despues de todo, solo fue una figura decorativa y simbólica, peligrosa por jamás oponerse a su hermano