El presidente de un país no puede ser un sinvergüenza, un degenerado o un tambuchero dictatorial porque, entre muchas razones, su puesto es un cargo público y debe respeto y transparencia a quienes lo eligen y pagan su salario.
Un presidente es, en esencia, un funcionario que está sujeto al escrutinio de los demás por su buena o mala praxis y por la disposición que muestre para dar solución a los problemas que aquejan a sus ciudadanos. Le guste o no es uno de los riesgos que debe asumir por ocupar tan importante puesto.
La decencia y la transparencia de un gobierno se miden por el respeto que muestre a las instituciones democráticas y a las quejas, disgustos, inconformidades y frustraciones de su pueblo.
Pero los dictadores totalitarios se burlan descaradamente de todos estos conceptos y no aceptan ni una sola crítica que se les haga, son sordos ante el reclamo popular y actúan como verdaderos monolitos de estupidez aun cuando es demasiado evidente el atolladero nauseabundo al que arrastran a sus países.
Una dictadura comunista es lo peor que le puede pasar a un país. El comunismo es la fase superior del fascismo pero mucho más devastadora. Una dictadura comunista prefiere invertir los fondos del erario público nacional en propaganda política antes que favorecer y evolucionar la vida de los ciudadanos.
En nuestro país, para poner un ejemplo de la improductividad de esa plaga fulminante, la dictadura castro-comunista llama a una marcha del pueblo combatiente por cualquier motivo, a un desfile revolucionario de taconéala, taconéala, taconéala como puedas para exigirle cualquier mierda al imperio, a un mitin de repudio del arroz con chícharos compañeros, a un minuto de silencio sin chusmerías, a una bulla por el socialismo pero sin trompetillas o a nueve días de duelo absoluto convertidos en jornada solemne de: ¿Cuántos panes hay en el horno? 25 y uno quema’o…
A estos mequetrefes no les importa si es en horario laboral o si tienen que detener la “producción” de cualquier cosa, les da lo mismo porque según ellos defender el socialismo y protestar como Lenin manda está por encima de la productividad de la patria y de que el pueblo satisfaga sus necesidades materiales y espirituales.
Los castristas prefieren el cotorreo político y la gritadera de maldiciones contra sus adversarios a la fabricación de insumos y a la necesaria “despensa llena” tan vital para medir el verdadero desarrollo económico de un país.
Dice mi amiga la cínica que para estos degenerados barriga llena, corazón contento, es una manifestación pequeño-burguesa y que ellos prefieren que el pueblo sude mucho y tenga una insoportable peste a grajo pero marchando siempre hacia un “ideal”.
El Chicharrón más crujiente de Birán se eligió a sí mismo “Presidente” de la Republica de Cuba. Ese sinvergüenza nunca fue votado en las urnas, aprovechó la confusión y la euforia de un pueblo medio “trasnochado” para adueñarse del poder, de la libertad y de la vida de una nación entera.
Una verdad histórica que no debemos cansarnos de repetir es que fidel castro se convirtió en dictador de Cuba a través de acciones que hoy son consideradas actos terroristas por la mayor parte de las naciones e individuos racionales de este planeta.
fidel castro orquestó, junto a sus secuaces y esbirros del todo por uno, un régimen dictatorial que siempre le perteneciera, en el que nunca peligrara su liderazgo y donde saliera electo “por los siglos de los siglos” en un invento ridículo y tramposo de “votaciones populares” apagando así cualquier deseo de cambio de los cubanos.
Hoy los cubanos no podemos decidir qué queremos para nuestro país, nos ataron las manos, los pies y hasta la capacidad de equivocarnos, nos obligaron y obligan día tras día a tragarnos ese purgante de insuficiencias, de abusos y de represiones con una equis metida dentro de un “circulito”.
Cuando fidel castro tuvo que abandonar su “amado puesto” por la “secreta enfermedad” que padecía, estoy seguro que quiso dejar a uno de sus hijos en el “trono” como es la tradición monárquica o caudillo-tribal de algunos países. Pasa que haciendo un conteo entre su extensa prole se dio cuenta que esta está conformada por corruptos, vividores, oportunistas e inútiles, por lo que en un acto de desesperación y convalecencia senil no le quedó más remedio que echar mano, con la intención de perpetuar su apellido en pleno Mar Caribe, de su incompetente, caricaturesco y vilipendiado hermano.
Cualquier presidente que no sea electo en votaciones populares y democráticas, compitiendo limpiamente con otras ideas o grupos políticos, es un dictador platanero y un ladrón de la soberanía y las libertades cívicas de un país.
Mi protesta continúa…
Ricardo Santiago.
me sigo deleitando con tus textos gracias !!