Los cubanos tenemos que pensar en grande, tener “open mind” y lo que es más importante, ponernos de acuerdo, sin muchos tira y encoje, en cómo juzgar a esa partía de desgraciados que le han provocado tanto dolor y sufrimiento a Cuba y a los cubanos.
En Cuba la democracia, la verdadera libertad, llegará pronto, es definitivamente indetenible. La dictadura castro-dólar-euro-cuc de raúl castro, en su excesiva confianza por haber hecho y deshecho con total impunidad en los últimos 60 años, nominará, de a dedo, a un dictador-monigote-sustituto a quien le pasarán la “corona” de esa asquerosa revolución manchada con la sangre de millones de cubanos para que el muy imbécil cargue con todas las culpas.
Pero yo digo que eso será el acabose, que aun así ni los mismos parásitos que hoy sostienen el castrismo aceptarán el descaro achinado de nombrar a otro don nadie para sentarse en el tibor de la revolución y generarán el caos provocando el principio del fin.
Porque en la vida real la destrucción física de la dictadura castrista ocurrirá dentro del clan, se matarán entre ellos porque si algo tienen esos hijos de puta es creer que Cuba les pertenece y, entre una mordidita aquí, un empujoncito allá, un jaloncito de pelo más pa’llá y muchos pellizquitos por ahí, terminarán devorándose como corresponde a las buenas alimañas carroñeras.
Entonces la algarabía que se armará será enorme, mucho más ruidosa, bachatera, histérica y estentórea que cuando “se fue Batista”. El pueblo se tirará a las calles, esquivando los baches pa’ no partirse una pata, por supuesto, y gritará con total libertad: ¡Abajo fidel!, ¡Abajo raúl!, y otra vez paredón, paredón, paredón…
Los cubanos asistiremos al festival de chivatería más grande que ha conocido la historia humana donde, por tal de salvar el pescuezo y negar responsabilidades, muchos de esos asesinos se culparán los unos a los otros, se sacarán los trapitos sucios, los ojos y las entrañas, se escudarán en el miedo que tenían, en que cumplían órdenes, en que los chantajeaban o: “¡Ay por favor perdónenme yo no lo voy a hacer más…”.
El pueblo en las calles exclamará enardecido, entusiasmado y lujurioso: ¡Ahorquen al chino! Y no los culpo ni me opongo, pero pensando con la cabeza fría, con tranquilidad y sano juicio, creo que estos mal nacidos merecen castigos mucho peores.
Aunque nos parezca que “yo soy fidel”, es decir, el capitán cebollita, el Yeti, el demonio oriental o el aura tiñosa sagrada de Birán se nos escapó impunemente, creo que no, pienso que no hay peor castigo para el hombre que se creía eterno e invencible que el final tan ridículo que ha tenido al ser reducido a un “pedruscoso” baño para perros y borrachos.
Pero volviendo al tema, muchas, pero muchas personas, porque lo he leído en varias ocasiones, son del criterio de que a todos estos tipejos, a todos, incluso a los que están muertos, hay que fusilarlos, darles palito y hacerles lo que ellos le hicieron a miles y miles de cubanos cuando convirtieron la horrible manía de matar en una gracia, en un juego tenebroso y en un “deporte revolucionario”.
Por supuesto que esto sería aquí paz y en el infierno “gloria”, cientos de asesinos pasados por la piedra “filosofal” y tirados en fosas comunes para que se vayan a lo «profundo» hechos unos “pegostes” diarreicos, se almuercen entre ellos y se culpen por toda la eternidad por haber sido unos delincuentes, unos traidores y unos abusones del pueblo cubano.
Sin embargo mi idea es otra, para mí el peor castigo que pudiéramos darle a raúl castro es “tocarlo” con una buena libreta de abastecimiento, retirarlo con una de esas ridículas pensiones que él le ofrece a nuestros ancianos y ponerlo a vivir en una ciudadela, con toda su familia, en Centro Habana, el Cerro, Buenavista o en cualquiera de los barrios marginales tan comunes en muchas ciudades de nuestro país.
¿Se imaginan a raúl castro, jabita en mano, ir a comprar el único pan que nos vende esa dictadura?
¿Se imaginan la cara de desilusión de raulín pirulín cuando vaya a la pescadería y vea el cartel de pollo por pescado?
¿Se lo imaginan en la cola de las papas, al resistero del sol, intentando guarecerse bajo un escuálido y mentiroso periódico Granma y el pueblo asustado, gritando desesperado, ante la posibilidad de que se acaben los tubérculos?
Esto para empezar, después les cuento lo que dice mi amiga la cínica.
Ricardo Santiago.