La vida de los cubanos yace bajo toneladas y toneladas de escombros.



Cada día que pasa me convenzo, con mucho pavor y enormes deseos de vomitar, de que el castrismo es una degradación total de los valores humanos más importantes como son la vergüenza, la dignidad, el respeto y la gallardía.

La avanzada “moderna” de castro-comunistas, encabezados ahora por el hazmerreir de díaz canel, el nuevo hombre medio-fuerte, qué digo medio, un cuarto-fuerte de la dictadura, tienden sobre nosotros un burdo cerco de aspavientos, chillidos y “denuncias” tratando de contrarrestar verdades que son demasiado evidentes a la vista de las personas decentes pues las redes sociales, Internet y la vida misma, se han encargado de graficar y demostrar el desastre cubano, de proporciones bíblicas, que ya va a cumplir 60 años y que, desgraciadamente, no tendrá solución mientras esos incompetentes y asesinos del sentido común sigan usurpando descaradamente el poder en Cuba.

Yo siempre he dicho que la salud, la belleza y los aromas de la Patria se perdieron desde hace más de cincuenta años. Y lo digo con toda propiedad porque nuestro país se fue deteriorando, desvencijando y pudriendo ante la indolente mirada del castrismo y, lo que es peor, mucho peor, ante la nuestra, como pueblo, que lo fuimos aceptando con total complacencia, pesimismo e inmadurez.

Ahora es tarde, la vida de los cubanos yace bajo toneladas y toneladas de escombros y de malolientes desperdicios, contaminando un aire que antes olía a mar, a tierra de sembrar, a flores recién cortadas y a comercios de todo tipo que vendían prosperidad, esperanza y deseos de vivir, muchos deseos.

Porque los cubanos solo podremos salvar esa Patria linda si somos capaces de conservar la buena memoria, no olvidar eso que un día nos hizo grandes y mucho menos desconocer el justo momento en que aceptamos aplaudir la desgracia y decidimos sepultamos en vida creyéndonos revolucionarios.

No olvidar para que nunca más se vuelva a repetir.

Esa banda de descerebrados castristas, máximos responsables del abandono total de un país y su pueblo, saben que las personas honradas les creen cada vez menos y que se están quedando solos en un mundo cada vez más democrático y menos dictatorial.

Los acólitos del castro-comunismo se retuercen cuando ven y escuchan las verdades sobre su régimen totalitario o sus cabecillas y saltan agresivos ante imágenes de la realidad cubana que son muy difíciles de justificar, esconder o desmentir. Yo digo que les entra una picazón, unos retorcijones y unas pataletas que no pueden aliviar con dignidad y recurren a las cochinadas existenciales, a las falsas calumnias, a los mítines estomacales y a la chivatería “feisbulera” pa’ intentar tapar el sol con un de’o.

A los que viven en Cuba los entiendo, son repugnantes y repulsivos pero al final son dignos de lástima. Para empezar tienen que justificar su “ratico” de conexión a Internet y ser “solidarios” con el régimen que les da un chance para navegar en la red pues si no lo hacen: ¡ya tú sabes! One, two, three cojan puerta… Dice mi amiga la cínica que a esos infelices se les destruye fácilmente con un buen sanguisi de jamón y queso y un buen batido de chocolate, cosas que no han visto ni olido en sus perras vidas.

A los otros, a los “exiliados”, a esos no, a esos emigrados que una vez “huyeron” del castrismo y hoy se desarman en justificaciones y más justificaciones para intentar “salvar la verdad” de los castro, de que en Cuba todo está bien, de que los cubanos somos muy felices, nadie pasa hambre y que la revolución del picadillo ha significado progreso y prosperidad para el pueblo, Dios, perdóname, pero a esos no, a esos guarapitos meapostes de las redes sociales con la “historia me absolverá”, enrollada y metida en sus c…, a esos no, nunca los voy a entender por mucho que se desgañiten publicando mentirosos comentarios, videítos live de patria o muerte, imágenes de edificios coloreados o declaraciones de inocentes tontos útiles prestados para cercenar la vergüenza.

Cuba y los cubanos yacemos bajo los escombros que nos ha tirado el castrismo, es hora de que dejemos de mirar hacia otra parte y nos esforcemos por buscar un hueco, un simple huequito para que nos entre la luz y empecemos a purificar el aire.

Debemos propiciar un diálogo general entre todos los cubanos y juntos tratar de encontrar soluciones. ¿Utopía? Es posible. ¿Voluntad? Estoy convencido de que muchos la tenemos. Yo estoy dispuesto.

Ricardo Santiago.



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