Cuba: Una bella isla convertida en un enorme basurero de cuerpos y de almas.

Duele reconocerlo, duele mucho, se le forma a uno un tarugo en medio del pecho cuando ve cuánta miseria, cuánta destrucción y cuánta tristeza dejan diariamente el castrismo, su horrenda dictadura y sus cobardes peones de “avanzada” sobre un país y un pueblo que pudieron ser de los más lindos y prósperos del mundo.
Porque al final lo teníamos todo, teníamos una industria floreciente, una economía muy respetable, inversores importantes, créditos de Bancos internacionales prestigiosos, puertos envidiables para el trasiego de mercancías hacia todas partes del mundo, una moneda fuerte y válida, un clima paradisiaco, una tierra fértil y agradecida, unos tremendos deseos de crecer y, lo más importante, un pueblo trabajador, muy trabajador, formado por personas emprendedoras que solo precisaban de libertad para construir enormes monumentos al progreso y a la vida.
Yo nunca voy a encontrar sentido al tan absurdo cambio que dimos los cubanos en 1959. Me resulta casi, mejor dicho, completamente imposible creer que nos dejáramos arrastrar tan mansamente, por las razones que fueran, hacia ese pozo oscuro y pestilente que nos engulló de uno en uno, de muchos en muchos y de todos en todos mientras los gestores de nuestra desgracia nacional nos observaban burlonamente desde la superficie.
Algunos analistas de la guayabidad histórica nacional pretenden hacernos creer que bueno, que Batista era un asesino, que la corrupción campeaba por su respeto, que no había democracia y que por eso fidel castro se alzó en escopetas, en un acto absolutamente terrorista y violento, porque había que devolverle a Cuba y a los cubanos la Constitución de 1940.
Entonces yo pregunto: ¿Y ahora en este 11 de Julio del 2018 los castro no son también unos asesinos?, demostrado con los cientos de miles de cubanos muertos en diferentes circunstancia, asesinados, fusilados, desaparecidos, torturados, encarcelados, “suicidados”, perseguidos y pisoteados, ¿la corrupción en Cuba no es ahora nuestro himno nacional? ¿Cuba y los cubanos no seguimos sin tener la Constitución de 1940? Y por último: ¿Tenemos democracia?
El problema es que 60 años después de aplaudir la mayor estafa cometida contra un país en toda la historia de la humanidad los cubanos nos encontramos, como he dicho, en el fondo de un pozo muy profundo, siniestro, al que caímos, nos tiramos y nos lanzamos en bomba arrastrando toda la decencia, la dignidad y la libertad que habíamos logrado como pueblo y como nación aun con la “dictadura” de Batista repartiendo “bofetones” a quienes querían, mediante las armas y actos de terrorismo, subvertir la paz y el progreso en nuestra bella isla.
Los teóricos y los defensores del pan con guayaba socialista justifican la revolución castrista porque, según ellos, fue un salto hacia la “libertad” ya que el pueblo cubano se quitó las cadenas del yugo imperialista y bla, bla, bla…
La parte más triste de ese discurso altisonante de los defensores de la revolución del picadillo, de los uniformados de la izquierda pa’rriba, pa’l lado, pa’bajo y pa’ dentro, de los “pensadores” progresistas del dos más dos y de los “luchadores” antimperialistas del “verde que te quiero verde”, es que ninguno de ellos se pone en la piel del pueblo cubano, del pueblo humilde, del pueblo que de verdad sufre un brutal bloqueo, genocida, asfixiante, asesino y criminal impuesto por una dictadura que prohíbe opinar, defenderse, exigir, luchar y, lo que es peor, castiga cruelmente por pensar diferente a lo que ellos, como poder absoluto, diseñan como “ideas políticamente correctas” para metérselas en el cerebro a los cubanos y, como decía mi madre, la letra, cuando se complica un poquito, con “sangre” entra, que a los efectos del castrismo equivale a represión, brutalidad policial y terrorismo desde el Estado.
Yo siempre he dicho que una persona en su sano juicio, decente, honesta y sensible, si camina por cualquier ciudad de Cuba, y se adentra en los barrios populares, unos metros más pa’llá de por donde pasa el “presidente”, habla con la gente en las calles, se quita los espejuelos “oscuros” pa’ ver como “brilla” la miseria a la luz del sol y pide, de favor, un vaso con agua en cualquier casa de vecino, no podrá si quiera pensar que el socialismo es algo para ser aceptado como real, como un sistema social aplicable a un país y a los seres humanos y como algo que se pueda querer, justificar o proponer pues parte el alma ver los efectos tan nocivos, destructivos y horripilantes que provoca en las calles, las aceras, las casas y en las personas, sobre todo en las personas.
Ricardo Santiago.