Lo digo muy en serio, no existe mayor prostituta en el mundo que la revolución castrista.



Yo siempre he dicho que quien peor imagen le dio a Cuba fue el mismísimo fidel castro. Ese sujeto, al no saber qué era en realidad, se vendía al mejor postor como si el honor de un hombre fuera algo que se lleva en los bolsillos y se utiliza para pagar el autobús, una pizza de 5.00 pesos moneda nacional o un cucurucho de ideología veleidosa que lo mismo sirve pa’ ser comunista, pandillero, socialista, capitalista hogareño o “disparador” de matorrales lujuriosos.
Porque, en la vida real, el castrismo no tiene ni nunca tuvo bandera, bueno, sí, perdón, la de la carabela con dos espadas cruzadas símbolos de la muerte y de los ataques rasposos a todo aquello, o aquel, a quien puedan chupar, hincarle el diente, exprimir o dejarlo en el huesito pela’o.
A esa plaga de torcidas y prostituidas ideas nunca le importó a quién tuvieran que sacrificar en el trueque con tal de que les permitiera dedicarse a hacerle la guerra a los americanos, subvertir el orden natural de la vida en el mundo, exportar revoluciones enlatadas, abusadoras, caducadas e improductivas y despreocuparse por tener que llevar a un país a la decencia, a la productividad, al progreso y al desarrollo pues con lo que obtenía en el “ponme la mano aquí Macorina”, es decir, con tres o cuatro porquerías muy baratas, se especializaron en entretener a un pueblo que prefería ensimismarse con la verborrea hueca de su amado líder y empeñarse en mantener el gran disparate nacional a exigir su libertad, respeto a los derechos humanos, democracia, honestidad, justicia y vergüenza.
Y es esa actitud nuestra como pueblo, esa terrible pasividad con la que aceptamos y defendimos a la matrona de las revoluciones tropicales, la que nos ha llevado, por 60 larguísimos años, a convertirnos en el hazmerreir, en el objeto de burla, en el sentimiento de lástima y en la indiferencia de una buena parte del mundo con sentido común.
Por eso digo que la mayor prostitución que existe en Cuba es la que emana directamente de esa criminal dictadura, de sus principales cabecillas, del muerto dentro de la piedra “con sus ideas más vivas que nunca”, del General pio, pio, sin historias y sin batallas, de los proxenetas con altos grados militares y de las concubinas complacientes de una cúpula dictatorial infectada por la corrupción, la malversación, el desfalco y el alquiler del cuerpo del delito, digo, del honor.
Porque, al principio, en el medio y al final, la triste historia “revolucionaria” de los cubanos se simplificó, por desgracia para nosotros, en la venta de nuestro país, de nuestros sentimientos como nación, de nuestra idiosincrasia como pueblo y de un hambre patriótica de tres pares de c…, a cambio de que pervertidos intereses nos clavaran sus garras y nos pusieran a marchar con botas rusas, a comer compotas de manzanas búlgaras, ají rellenos de casa del carajo y a consumir “muñequitos” socialistas que no había alma que los soportara sin dañarse espiritualmente en la contienda.
El castrismo destruyó en muy pocos años la infraestructura industrial de nuestro país, hizo añicos la base productiva, eliminó a nuestro principal proveedor y socio comercial y se puso a inventar con guaperías tercermundistas creando la imagen de que los cubanos no le tenemos miedo al monstruo imperialista, somos un país “para respetar”, guapetón y que a cambio de baratijas de quinta categoría le abrimos las piernas, perdón, “los brazos” a quienes nos quieran “ayudar” a vencer este “bloqueo imperialista” que nos está matando y que es el único culpable de la vida miserable que lleva nuestro sufrido pueblo.
Pero, lo que muy pocos saben, o no quieren enterarse, es que como parte de las negociaciones entre Estados Unidos y la URSS cuando la Crisis de los Misiles en Octubre de 1962, se firmó un tratado “secreto” de no agresión militar a la isla que fue realmente la base para nuestra bravuconería nacional.
fidel castro se sirvió de ese pacto y, durante más de 50 años que el muy hijo de puta tuvo secuestrado el poder en Cuba, no hubo un solo discurso en que no se hiciera el bárbaro, el Atila, el Aquiles de Birán, despotricando contra Estados Unidos y sus presidentes pues sabía que no le iban a tirar ni un hollejo y mucho menos, pero muchísimo menos, la bomba atómica.
Ricardo Santiago.



Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »