Los cubanos llevamos 60 larguísimos años, los más largos del mundo, empujando una carretilla con la que hemos pretendido construir el “socialismo”.
Aun después de tanto tiempo persistimos en la estúpida idea de que “empujar y empujar”, esa ineficiente carretilla, nos llevará hacia algún lado y nos permitirá lograr que el país prospere, brille, se desarrolle, crezca y se convierta, como un día fue, “en la envidia de cuanto mentecato vive en este pueblo”.
Pero, la cruda realidad, la verdad irrefutable, la leche con gofio ahumada, es que a los cubanos nos engañaron, o nos dejamos engañar miserablemente, y nos convencieron, o nos dejamos convencer, que teníamos que construir un nuevo sistema social al vaivén de cánticos patrioteros, de consignas efervescentes descorchadas en noches “vigilando” al enemigo, de moloteras ideológicas pa’ reafirmar nuestro “nacionalismo” y destruir los avances que habíamos logrado como nación porque, supuestamente, edificaríamos un nuevo país, un nuevo régimen, un nuevo pueblo y un nuevo hombre mucho más eficiente, más capacitado, más inteligente y más “iluminado”.
Yo siempre he dicho que el llamado socialismo tiene esas cosas, que ataca a los pueblos desde bien abajo, bajito, les hace creer que son una masa oprimida, explotada y humillada por oligarcas, burgueses, el carnicero y el copón bendito para exacerbar y enajenar así los sentimientos nacionales y convencerlos de que el país necesita un sistema económico donde el proletariado sea el dueño de…, bla, bla, bla.
Después los forman como manadas, grupos, bloques, ejércitos de imbéciles y los ponen a gritarle babosadas al enemigo imperialista, a destruir los “símbolos” del capitalismo por ser demasiado confortables, a linchar a todo el que no esté con nosotros en nombre de la “justicia” revolucionaria y a ponerse en una larga fila para recoger, mediante una libreta de racionamiento, la “carretilla” con la que, compañeros, vamos a construir la patria, la revolución y el socialismo.
Los cubanos sabemos bastante de esto, a nosotros no hay quien nos haga un cuento de “empujar y empujar” y de “carretillas” pues tenemos callos y ampollas hasta en el alma de darle varias vueltas a esa isla querida tratando de encontrar algo “crecido” en medio de tanto marabú, tanto estercolero, tantas ruinas, tanto sufrimiento, tanta tristeza y tanto país podrido.
Porque algo que sí es cierto es que en Cuba, las carretillas que nos entregó esa porquería de revolución y ese maldito socialismo de alcantarillas, siempre estuvieron vacías, estériles, ponchadas y destartaladas porque un país, que se respete, no puede progresar a base de empujones, de empellones, de absurdos, de prohibiciones, de limitaciones y de restricciones.
Pero, aun así, como muestra de nuestra impertinencia, yo digo que a los cubanos se nos quedó el vicio de empujar la carretilla en medio de tanto desastre, en medio de ser los principales testigos de la destrucción física y espiritual de nuestro propio país y persistimos en el “esfuerzo” infecundo aunque sabemos que nunca llegaremos a ningún lugar pues el problema de Cuba, el que nos tiene como nos tiene, no es el carretón sino «la mula”.
Ahora la dictadura castro-comunista nos quiere “entregar” a los cubanos, “baratica” y a un módico precio, al alcance del bolsillo de los trabajadores, una nueva “carretilla”, mucho más modernizada, según ellos, de producción nacional y que se llama «nueva constitución socialista».
A mí, en lo personal, todo lo que produce la dictadura me huele mal, me desagrada y me asquea. En la práctica de la vida el castrismo va por tres “constituciones” en un lapsus de 60 años, una “carretilla” de barrabasadas en la que una supera a la otra en hacer más restrictivo el socialismo que inventó fidel castro, en reforzar las herramientas dictatoriales con más sadismo, en convertir a los cubanos en más obedientes de papá estado, en garantizar la cogioca castrista por los siglos venideros, en legalizar el cachumbambé de la miseria, en liquidar todo intento de que el cubano sea libre y, lo más peligroso, en mantener al cubano como un pueblo energúmeno, sin pensamiento propio, sin ideales de libertad y que, además, vaya a votar «feliz» y lo haga bien temprano.
Sigo insistiendo en que no se trata de ir a votar la repulsiva constitución castrista o negarnos a hacerlo, el castro-comunismo tiene 60 años de práctica, de muy buena práctica, cambiando, tergiversando y “acomodando” resultados a su favor. Desde ya les puedo asegurar que, “según datos preliminares al cierre de esta edición”, más del 98% del pueblo votó a favor de esa mierda de constitución pues, por si no nos hemos dado cuenta, esa porquería fue aprobada por “unanimidad”, como todo lo que inventan esos criminales, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959.
Ricardo Santiago.