¿Por qué los cubanos no acabamos de entender que nuestra mayor desgracia es el castro-comunismo?



Por vicio, por costumbre, por comodidad, por estupidez, por pánico, terror, miedo, por debilidad, por salsa, salsita, a mi me gusta el quimbombó con salsa.
Por negligentes, por inmaduros, por desordenados, por tambucheros, por crédulos, por pioneros por el comunismo, por “güevones”, por manipulables, por tener la guardia demasiado en alto, por jorocones, por seguir tus huellas…, por inseguros, por “internacionalistas”, por vanguardias, por locos, por semianalfabetos, por revolucionarios, por barrioteros, por superfluos, por ingenuos y por comemierdas.
Pero también porque nos gusta que nos griten, que nos mangoneen, que nos pongan la caña a tres trozos, que nos den pau-pau, que nos boten el tete, que nos manden a callar o nos digan cuándo podemos hablar, que alguien grite que sacaron huevos por la libre en la esquina pa’ salir corriendo detrás de una ilusión.
Porque el perro huevero aunque le quemen el hocico, porque se me subió la mostaza, porque ese día no fui a la escuela, porque el vena’o siempre tira pa’l monte, porque no nos gusta oír y porque creemos que nos la sabemos todas.
Y, porque, digo yo, tal pareciera que nacimos para ser vencidos, que no nos gusta ser libres, vivir democráticamente, mirar con esperanzas al infinito, quedarnos quietecitos pa’ que nos parta un rayo, hacer las guardias del comité, oír la música muy alta, aguantarle las payasadas a los comunistas, que nos lleven a la una mi mula, que nos quiten la merienda en la escuela, dispararnos discursos de ocho horas, ocho te pongo el mocho, nueve te lo quito y te lo boto y diez botellita de Jerez.
Dice mi amiga la cínica que el verdadero freno que tenemos los cubanos para ser libres es nuestra enorme incapacidad para entender que el mal mayor que existe en Cuba, y del que se desprenden todas las “otras” desgracias, es ese maldito castro-comunismo que lleva más de 60 años asfixiándonos, estrangulándonos y manteniéndonos como sumisos corderitos correteando, saltando y meneando las nalguitas tras un puñadito de yerba mala.
Y, es cierto, los seres cubanos nos hemos vuelto esclavos de nuestra propia necedad, de nuestra incapacidad para entender que matando a la bestia acabamos con la enfermedad, con la virulencia y con esa pestilencia que nos mantiene agachados, sin poder respirar, hundidos, divagando, matándonos entre nosotros por un cachito de pan, por un puesto en la cola y por algo que dijiste mami que no me gustó, no me gustó.
Pero, sobre todo, porque nos dejamos lavar el cerebro, porque nos creímos el cuento de la mala pipa, porque además nos gustó y pedimos que nos lo hicieran una y mil veces, porque nos gustan las baboserías, las chapucerías, el arroz a granel, la suciedad, la cochambre, el racionamiento proletario, porque no somos un pueblo educado, bien instruido, capaces de visualizar el futuro y entender que todo lo que nos promete el socialismo son miserias para hoy y sufrimientos pa’ mañana.
Porque más de 60 años soportando nuestra tragedia nacional, que incluso se ha extendido a otros pueblos de América, no acabamos de visualizar quién es aquí nuestro único enemigo, seguimos culpando a otros, al imperialismo, de este horrible pedazo de mundo en que vivimos y salimos a agitar banderas para defender a una revolución que nunca ha revolucionado nada y que nos ha hundido a todos los seres cubanos, a todos sin excepción, en una enorme palangana repleta de malos ideales, malas palabras, bajas pasiones, rencillas, mala educación, adulterios, envidias, malísimos ejemplos, alardes, venganzas, tiritas de pellejo, retorcijones y trampas.
Por ineptos, por bocones, porque no nos gusta leer, por cabezotas, por simplones, por dame la mano y danzaremos, porque el castrismo es más fuerte, por pendejos, por boquisucios, por creer que el papel higiénico es un lujo, por conformistas, por quedarnos callados, por decir sí mi jefecito, lo que usted diga mi comandante, por grandilocuentes, por cabrones, por ver demasiados muñequitos rusos, por subir el Turquino sin ton ni son, por aplaudir exageradamente, por irnos a dormir con la Calabacita, por ver Día y Noche, por tomar mucho sirope de mantecado, por confundir el c… con la partitura, por milicianos, por estudiantes con antorchas, por campesinos sin guatacas, por guatacones, por flojos y por pacotilleros.
Porque ya no somos ni la sombra de lo que fuimos, porque nos fuimos pa’l carajo de aquel infierno, porque perdimos la esperanza, las ilusiones, porque estamos cansados, nos sentimos acorralados, angustiados, se mira y no se toca, desnaturalizados, ilegales, confundidos y amenazados.
Ricardo Santiago.



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