La vida en Cuba, la de comer, respirar, andar, relacionarse, trabajar, estudiar, “ir de compras”, compartir, amar y gozar, se ha convertido, desafortunadamente, en un “espejismo” desbaratado en mil pedazos portador de todas las desgracias para los seres cubanos.
Porque el socialismo, en esencia, es un régimen de maquiavélicas ideas, de muy absurdas prácticas, que impone a los seres vivos una estúpida, sangrienta, demoledora y apabullante lucha por la supervivencia para obligarlos a “ganarse” un lugar en el involutivo mundo que ellos crean, muy distante del humanista avance científico, tecnológico, social, cultural y material de las sociedades civilizadas con valores democráticos, con prosperidad, sentido común y con respeto.
La vida en el socialismo, bajo esas condiciones de restricciones económicas, políticas, humanas y de iniciativas individuales, se transforma en una especie de ley del más fuerte donde la inteligencia es sustituida por la fuerza bruta, la decencia por la vulgaridad, el arroz con pollo por el arroz con suerte, el diálogo amable por la agresión “iconoclasta”, la vaca “estabulada” por el avestruz de “cuatrocientas libras”, la cordura por la locura, el verso por la espada, la cara por el c…, el bistec por la moringa y la democracia por revoluciones infernales que hunden a los seres humanos en inmensos estercoleros de odio, envidias, rabias y ganas de agarrar por el cuello a cualquiera.
No existe un solo practicante, favorecedor o lacayo del castro-comunismo, “que se respete” el muy condena’o, que sea capaz de “defender” civilizadamente, es decir, con argumentos creíbles, buen tono, educación o respeto, esa porquería doctrinera sin que le broten a borbotones de su boca, o de su lavado y planchado cerebro, una carretilla de improperios, vulgaridades, falsas acusaciones, mentira quién te lo va a creer, exclamaciones guturales, desalojos espirituales y blasfemias, intentando justificar la desgarradora realidad que hoy tenemos que soportar todos los seres cubanos.
El mundo gira hacia la derecha y el castro-comunismo, y por ende los castristas y toda su comitiva, se empecinan en hacerlo al revés, de rosca inversa, a la izquierda, a la contra lógica, empecinados en esa “zurda” manera que tienen de asfixiar a los cubanos, de no permitirnos levantar cabeza, de hundirnos y humillarnos, de ahogarnos y atarnos tan fuerte, pero tan fuerte, al poste del subdesarrollo, que la vida irremediablemente se nos tupe y se nos atasca provocando que los “desechos tóxicos”, de ese país raquítico, se mezclen con el poquitico de aire que nos dejan pa’ respirar.
Y es que la mayoría de nosotros no acabamos de entender que el castro-comunismo sí convirtió a Cuba en un país violento, de extrema violencia, y no solo porque se produzcan diariamente broncas en las calles, salvajismos tumultuarios con muchos muertos y heridos, agresiones físicas y verbales altamente corrosivas, crímenes pasionales, enemistades peligrosas para la vida, convivencias forzosas o “invasiones de tribus barbarás” a diestra y siniestra, no, eso, más/menos, pasa en todas partes del mundo, lo que quiero reafirmar es que Cuba, “Cubita la tranquilita”, es un país extremadamente violento porque está asentado sobre un monstruoso polvorín debido a su brutal crisis económica que tiene más de 60 años, a un hambre nacional que se lo “come vivo”, al deterioro de toda su infraestructura, a la pérdida generalizada de la educación y del respeto, al sol que quema y no hay ni una sombrillita para guarecerse y, sobre todo, a que no se vislumbra ninguna solución a tan monumental desastre pues cada vez que sale un imbécil de la nomenclatura castrista a poner la jeta frente al mundo, uno no sabe si llenarse de esperanzas, llorar o sentir lástima por los pobres avestruces, las jutias y los cocodrilos que los tengo en la mirilla y….
Para quienes les gusta “perderse” en el facilismo de las ideas les aclaro, la violencia social de un país no se mide en puñetazos, jalones de pelos, mami no llores ponte ajustadores, me tocaste una nalga, patadas y mordiscones, eso, al final, son cosas de “muchachos”, la violencia de un país se mide por el estado de pobreza, miseria, depauperación, atraso, carencias físicas y mentales que padece y por la ineptitud de quienes lo “gobiernan” para convertir los discursos, las promesas y los bla, bla, bla, en arroz con huevos fritos y plátanos sancocha’os.
De eso los seres cubanos vamos sobrados, de hambre, de discursos, de mucha muela, de dolor y de miserias, quiero decir, porque de lo otro del arroz con…
Ricardo Santiago.