En Cuba, en estos 60 larguísimos años de revolución castro-comunista, los seres cubanos hemos sido testigos de los actos más surrealistas, más irracionales, más grotescos, más despreciables, más absurdos y más incomprensibles que una sociedad, una nación o un país, dominado por una desatinada ideología, y manipulado por una pandilla de delincuentes y criminales, pueden engendrar.
La lista de nuestras pifias por el comunismo, seremos como el che, es gigantesca, tan violentamente larga que estoy convencido que muchos de nosotros debíamos ponernos, “organizadamente”, en una fila penitente “uniforme” por de alguna u otra manera ser promotores directos de la desvergüenza, las burlas, el “vodevil” proletario, el can-can obrero-campesino, las bisuterías intelectuales, el manoseo revolucionario, ir a bailar con Los Van Van, la bachata justiciera estudiantil y aquella horrorosa blasfemia “mundialmente famosa” de que los diez millones van, de que van, van.
Y digo engendrar porque, en la vida real, existen “fenómenos”, en el buen o mal sentido del término, que les suceden a los pueblos y que, por esas cosas de las ligerezas mentales de los seres humanos, tuercen el verdadero papel que deben jugar la razón, la verdad, la justicia, la honestidad, el decoro, el patriotismo y el sentido común en nuestras vidas y en nuestra historia como país y como ciudadanos.
Por eso siempre digo que al pan el jamón y al vino la copa, es decir, que cada “cosa” tiene su justo lugar, su papel que jugar y su orden establecido sin que nos toque a nosotros, los mortales de este mundo, cambiar, trastocar o “permutar” sus funciones pues está absolutamente demostrado que cuando manos inexpertas intentan alterar el producto por el subproducto, el resultado son unas croquetas exageradamente “revolucionarias” que se pegan en el cielo de la boca y no hay dios que las despegue ni con una hoz y un martillo, qué digo, ni con un cincel y un cambolo de Santa Ifigenia.
Pero bien, a lo que vamos, resulta que en Cuba, tras la “euforia nacional” por el superlativo disparate de la zafra azucarera de 1970 y la loca idea de producir diez millones de toneladas de azúcar, gesta que desangró y mutiló la economía cubana “para toda la vida”, pues por cada tonelada que logró producirse se invirtieron cientos en recursos materiales y capital humano, algunos, para congraciarse con el “momento histórico” que vivíamos, e inspirados en el “refresquito efervescente” de la revolución del picadillo, utilizaron el slogan de la controvertida contienda de la estupidez, es decir, “los diez millones van, de que van, van”, para nombrar diferentes “instituciones”, entre ellas una orquesta de música popular que tras 50 años de existencia se convirtió, por tracatanería, obediencia y sumisión al “socialismo”, en uno de los “carteles propagandísticos” más representativos de ese régimen dictatorial, criminal y asesino que se hace llamar “revolución cubana”.
Indiscutiblemente, por valores que solo los “buenos” musicólogos podrán explicar, la agrupación de música popular Los Van Van, a quien dedicamos con mucho “cariño” este comentario, se ha mantenido en la preferencia del público bailador y durante estos cinco lustros ha protagonizado masivos conciertos por toda Cuba donde hemos sido testigos de muchísima “alegría popular”, violentas peleas con muertos y heridos, vulgaridades a trocha y mocha y una incondicional postura, por parte de los integrantes de esa orquesta, al régimen dictatorial, represor y único responsable de la terrible situación económica, política y social que vivimos, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, Cuba y todos los cubanos.
Dice mi amiga la cínica que bailar sobre la tierra no es lo mismo que bailar en la tierra, que si bien Los Van Van tienen el mérito musical que muchos quieren darle, constituyen el peor ejemplo de lo que representa, desde su fallecido creador hasta cada uno de los que integran esa “ideológica” orquesta, el ejemplo más servil, la postura más despreciable, la actitud más antipopular y la cobardía de género más grande que pueden portar los “artistas” en cualquier sociedad.
Yo digo que en la vida real esa agrupación musical, inspirada fundamentalmente en las “ideas” de su principal gestor y director por muchísimos años, y es mi opinión, y no tiene nada que ver con posiciones políticas, aunque en Cuba todo, absolutamente todo, es política, los cubanos debemos verla como lo que es y entenderla como la extensión de la falsa imagen “cultural” de una maldita dictadura aunque se escondan, tras su supuesta “oda a la alegría”, muchos bueyes cansa’os, muchos con titimanía, muchas sandungueras o cualquiera de esos estribillos “disociativos” que tan locos nos vuelven a nosotros los cubanos.
Ricardo Santiago.