En Cuba más del 70% de la población vive en pésimas condiciones. Cuando digo esto no sólo me refiero al estado físico de las viviendas o a las necesidades emanadas de un sistema que genera mucha miseria y abandono, sino también a que en una misma “casa” coexisten hasta tres o más generaciones de cubanos.
Dime cómo vives y te diré como piensas. Fidel Castro se quedó “vacio” cuando promulgó la Ley de Reforma Urbana en Cuba el 14 de Octubre de 1960. El sabía que esta era una medida de carácter populista y que el pueblo la iba a aplaudir, abrazar y apoyar con fervor y admiración por ser una de las necesidades fundamentales de una familia en cualquier sistema social donde quiera que viva.
Pero lo que el pueblo no supo, no entendió y no comprendió en esos primeros años es que quien hace la ley también hace la trampa.
El lenguaje leguleyo es bien enrevesado para las personas neófitas a la actividad, de ahí que en muchas ocasiones nos enredemos en el entendimiento de estos textos que, para la mayoría de nosotros, dicen una cosa cuando en realidad exponen otra.
La Ley de Reforma Urbana de 1960 (buscar en Internet) desde su primer artículo le estaba mintiendo a los cubanos. El Estado comunista paso a ser el único dueño en Cuba de todas las casas y propiedades habitables, así como de terrenos, solares yermos y cualquier espacio donde pudiera el más simple de los mortales levantar una pared.
Quienes rentaban sus casas, y después de ser estas confiscadas a sus legítimos dueños, el estado les dio el derecho a ser “propietarios (pagando por supuesto). Hasta aquí todos felices y contentos, pero lo que nadie supo ver fue que con esta Ley usted era responsable de todos los gastos de mantenimiento, protección y cuidado de su casa, que el Estado se exoneraba de toda responsabilidad, y que al final su casa nunca seria suya porque no tendría autoridad o autonomía para venderla, regalarla, prestarla o simplemente hacer lo que a Usted le diera la gana porque para eso la pagaba.
Los sucesivos años de Revolución trajeron modificaciones a esta Ley, nuevas leyes, acápites, prohibiciones y más prohibiciones hasta el surgimiento del Instituto Nacional de la Vivienda y todas sus ramificaciones, un verdadero centro de corrupción, extorción, robo y burocracia socialista. El único derecho que obtuvo realmente el cubano sobre su casa fue el de permutarla.
¿En qué otro país del mundo las personas permutan?
¿En qué otro país del mundo el Gobierno controla las propiedades a través de un “Instituto”?
Esta es otra de las vergüenzas del castro-comunismo por causa de su “necesidad” de controlarlo todo.
Obviamente con la ineficacia, inoperancia, mala gestión gubernamental, escases de materiales, corrupción, robos, y “el bloqueo” (el manoseado bloqueo), las casas en Cuba se fueron deteriorando, destruyendo e inhabilitándose hasta convertir las ciudades cubanas en un paraje de desolación típico de ciudades bombardeadas (pero esta vez sin bombas) nunca antes visto en los anales de la historia mundial.
El cubano tuvo que aprender a “zurcir” su casa, a remendarla con lo que apareciera o con lo que pudiera “resolver” aunque fuera un pedazo de cartón o un cubo de “lechada” para disimular la humedad de las paredes. Las famosas Leyes que tanto aplaudió y apoyo en los primeros años de los 60s, y que se suponía lo iban a proteger de todas estas desgracias, se viraron contra ellos y convirtieron la vida en una verdadera angustia para vivirla y respirarla.
Continuara…
Nota: Le sugiero a los castro-comunistas que tanto alardean de los “logros” de su Revolución que esta vez ni se les ocurra abrir la boca, hay MILLONES de imágenes en Internet que dan fe de mis palabras.