Bueno, este tema es bien contradictorio, por una parte se presta para el relajo porque, a decir verdad, la cantidad de mentiras, que se ha gastado el castro-comunismo en estos sesenta larguísimos años, no hay dios que soporte un solo segundo sin soltar una estruendosa carcajada, pero, por la otra, a quienes nos han tocado de cerquita, las “guayabas”, quiero decir, no nos queda otra que rajarnos en llanto pues lo que avivan en nosotros es un dolor en el pecho tremendo, una sensación de tristeza muy grande y un encabronamiento tan desagradable que si nos pinchan, en vez de sangre, lo que soltamos es fidel castro me c… en la resin… de tu m…
Desde mucho antes del 1 de Enero de 1959, aunque a algunos les guste decir que no, que fue después, la llamada “revolución” contra la dictadura del General Fulgencio Batista se fue gestando, por los intereses personales de su máximo “inventor”, como una gran mentira, como una grosera estafa y como una trampa mortal contra Cuba y contra todo el pueblo cubano.
Yo siempre he dicho que una de las razones por la que nosotros, los seres cubanos, apoyamos en los primeros meses de 1959 al descara’o ese fue porque, mientras estuvo en su camping particular de la Sierra Maestra, no se cansó de cacarear que cuando “triunfara” unas de sus primeras medidas serían restaurar la Constitución de 1940 y convocar a elecciones libres.
Con esas “promesas” se metió en un bolsillo a media humanidad. La magnificación calculada de su epopeya “guerrillera” ayudó a que muchos le creyeran, lo adoraran y lo veneraran sin darse cuenta que se ponían una venda en los ojos, que les duraría hasta nuestros días, y que no les permitiría, nunca más, ver otra vez la luz, el agua cristalina, un bistec con papitas fritas, los mercados abastecidos, una completa en la fonda del chino, un inodoro limpiecito, calzoncillos con elásticos como Dios manda y un país hermoso, oloroso, bien cuidado, próspero y repleto de cubanas y cubanos felices viviendo la dulce vida sin tanta mierda de “revoluciones” o de dictaduras.
Me contaba, hace muchos años, uno de los viejos de mi barrio, un tipo muy lúcido y repleto de buenas historias, que fidel castro y Batista no se diferenciaban por los muertos, por los asesinados, por la represión e incluso por cuál de los dos le trajo un mayor desarrollo económico a nuestro país, no, que la gran, la grandísima diferencia entre esos dos dictadores radicaba en que Batista nunca se paró frente a los cubanos y dijo una sola mentira, mientras que el otro, el Pinocho asesino de Birán, no terminaba de desembuchar una para atragantarse con la otra.
Cierto o falso los últimos sesenta años de nuestra historia nacional están marcados por una profunda tendencia a la grandilocuencia, a la exageración, al aparataje, al engrandecimiento y a la manipulación fantasiosa de la vida “revolucionaria” que nos hemos tenido que disparar todos los cubanos. El “esplendor” del socialismo, tantas veces anunciado por el castrismo, solo se hizo visible en los discursos del sátrapa, en la prensa oficialista, en las consignas de la dictadura, en la maquiavélica propaganda proselitista del régimen castro-comunista que nos dibujaba en el aire los panes con tortilla, los refresquitos de esencias, los apartamenticos amuebladitos y “planchaditos” para todo el que quisiera llevarse uno, el carrito nuevecito en la puerta de la casa, “espaguetis con albóndigas y judías con tomates” hasta que nos dieran asco, salud de la buena para todos, durofríos de fresas naturales, una maestra bien preparada, educada y amorosa para nuestros hijos y las papas muertas de risa en cada puesto de la esquina porque el sobrecumplimiento de la cosecha fue a más del, fíjense bien compañeros, cuatrocientos por ciento. ¡Viva la papa!
Y así, una detrás de las otras, el castrismo, y principalmente el cara de palo de fidel castro, no se midieron para convertir cada uno de sus absurdos, monstruosos y humillantes disparates en “victorias” de la revolución y el socialismo. Los muy hijos de… desarrollaron una habilidad impresionante para darle la vuelta a sus sonadas derrotas, en todos los campos, y convencer al pueblo, al humilde, noble y crédulo pueblo de Cuba, que donde el imperialismo dice allí corrió, los comunistas dicen allí murió en nombre de la patria, el socialismo y el pican, pican, los mosquitos, con tremendo disimulo, unos pican en el cuello y…
Ricardo Santiago.