Se avecinan tiempos muy difíciles para Cuba y los cubanos. La desesperación de raúl castro por sentar en el “tibor sagrado de la revolución”, es decir, en el puesto de “presidente”, a alguien de su confianza que le garantice la “famosa” continuidad coyuntural y que, lo más importante, no se la arranque por crímenes cometidos contra el pueblo cubano, raya en lo absurdo, en lo ilegal y en lo burlesco.
El títere díaz canel les salió demasiado imbécil, comelón y mani-suelta, un peligro “estratégico” para los dueños de la dictadura pues, estoy convencido, ellos saben que no se le puede tener confianza a alguien que dice millones de estupideces y, peor aún, que las dice con la boca llena.
Algunos sentencian que el “elegido” es su hijito del alma, el siniestro Coronel de la retaguardia vaciladora, el mismo comemierda que se sacó un ojo jugando con “coheticos” en Angola, pues quién mejor que ese anodino sujeto pa’ confiarle el cuello y que no lo pongan en los oscuro a morir como un traidor.
Y cuanto digo no es juego. No exagero. Desgraciadamente una vez más la historia se repite a lo descara’o sin que nadie le ponga freno, con el mira pa’llá y aguanta calla’o de las peores dictaduras, sin que el pueblo tenga siquiera derecho a protestar, a quejarse, a decir no los queremos, estamos hastiados de tanta miseria y tanta hambre, queremos un cambio total, queremos una real democracia y queremos justicia.
Y me estoy refiriendo a la “elección” fraudulenta de un presidente en Cuba, estoy hablando de la pantomima bananera que significa “trasferir” el, supuestamente, puesto de “verdadero poder” en nuestro país, en esa Cuba nuestra dominada desde hace más de 60 años por intereses mezquinos, narcisistas, tiránicos, egoístas, ambiciosos y traidores.
Y: ¿Por qué tanto secretismo, tanta falta de democracia y tanta imposición forzosa?
Pues, muy sencillo, porque en un país donde en los últimos años no ha existido una verdadera democracia, donde sus ciudadanos no pueden elegir ni partidos políticos, ni programas económicos, ni proyectos sociales que representen sus ideas y donde el “funcionamiento” de la sociedad se ha erigido única y exclusivamente en torno a la figura de un caudillo todopoderoso, despótico, tiránico y abusador, es de esperar que nadie confíe en nadie, ni en la madre que te parió, y las traiciones, las zancadillas, las puñaladas traperas y los secreticos, secreticos, son mala educación, estén a la orden del día.
Es natural, cómo puede existir confianza en un nido de ratas que luchan entre ellas para devorarlo todo, quién puede dormir tranquilo conviviendo entre hienas, hacia dónde se puede mirar en medio de un montón de víboras que no sienten el más mínimo escrúpulo para matar, robar, prostituir, corromper, hacer desaparecer, calumniar, maltratar, prohibir o asesinar.
El monstruo devora a sus hijos y se limpia los dientes con un “huesito”, esa es la verdadera imagen de esa maldita revolución.
Al final de este cuento interminable, que es esta desgracia que nos ha tocado a los seres cubanos, yo siempre he pensado que el castrismo se hunde en su propia pudrición. Crearon un “mundo” tan dependiente de un “caudillo”, un poder tan despóticamente centralizado, que ahora le tienen pavor a cualquier atisbo de “libertades” pues son conscientes de que, por un mínimo huequito “pa’ respirar”, con una simple entradita de luz para ese espíritu o con un simple rayito de democracia, se pueden romper las cadenas que atan a ese pueblo, liberarse la angustia nacional y ellos perder hasta sus miserables vidas.
Esa es la realidad, quienes inventaron el castrismo están apostando a morirse de viejos porque saben que tienen mucho que pagar. Los que le siguen, es decir, la segunda generación de truhanes y malhechores del régimen, aunque se laven las manos con lejía y la boca con salfuman, están igual de comprometidos y, como son 60 años de una cadeneta infernal de asesinos, extorsionadores y corruptelas hechas a Cuba y a los seres cubanos, son muchos, muchísimos, los que se han “beneficiado” con la existencia de esa vulgar tiranía y saben que están en la lista negra de los deudores de la nación cubana.
Así que da igual, el “nuevo” es más de lo mismo, otro sin voz ni voto puesto para aguantar los palos, los desprestigios, las burlas y los choteos de un pueblo que ya no confía en los payasos castrín y pirulín…
Ricardo Santiago.