Ahora, y lo más triste del caso, es que muchos cubanos, e increíblemente muchos homosexuales cubanos, tienen una mala memoria del carajo, se les ha olvidado toito, toito, lo que se vivió o se vive en Cuba, ya no se acuerdan de “los palos que les dio la vida”, se creen que las congas multicolores son una “rumbita”, una pachanguita a la tolerancia, un borrón y cuenta nueva a la masacre cometida contra las masas afeminadas, y contra todo el pueblo, en los sesentas, en los setentas, en los ochentas y, por qué no, durante estos más de 60 larguísimos años de fanatismo revolucionario, de totalitarismo, de homofobia, de machismo “unicelular” y de salvajismo militante perpetrado, por la maldita revolución de fidel castro, contra una de las minorías más humanas que existen en Cuba.
Aunque, lo más exacto, lo más justo, lo más “científico”, para referirnos a este triste, doloroso y cruel pasaje de nuestra historia nacional, es decir la homosexualidad en los tiempos de la barbarie castrista, del oscurantismo partidista, de la perfidia ideológica y de la más sanguinaria persecución de todo cuanto fuera diferente a ese feroz, sádico, ponzoñoso y criminal régimen empeñado en hacer desaparecer la nación cubana sin distinción de razas, de credos, de pensamientos y de si a alguien le gusta más el bizcocho que los palitroques.
Pero, como yo siempre digo, en la vida real, en Cuba, nada tiene que ver con las preferencias sexuales, con las “inclinaciones” o con jugar a las cuquitas o a los pistoleros. En Cuba todo pasa por ser revolucionario o contrarrevolucionario, por ser confiable para la revolución o ser un desafecto, por apoyar o no las aberraciones de esa criminal dictadura o, por lo que es peor, por dar una buena imagen ante el mundo de que el socialismo es un sistema tan “viril” donde no se comen ni “mariquitas ni tostones”.
De ahí que el castrismo desatara una guerra sin cuartel contra los homosexuales en Cuba. Recuerdo, y era yo un niño, que los perseguían con una ferocidad despiadada, los violentaban y los encerraban acusándolos de las mayores aberraciones humanas, “divinas”, y los mandaban a campos de concentración donde eran obligados a realizar trabajos forzados con la intención, según los ideólogos y los sexólogos fidelistas, de “corregir” su conducta, enderezar sus cuerpos y fortalecer el carácter pues eran parte de, repito, según los comunistas, de una campaña sistemática, programada y muy bien elaborada de la CIA, y del imperialismo yanqui, para desprestigiar a la “pujante” revolución socialista.
La crueldad desatada fue brutal. Muchos seres cubanos homosexuales hasta perdieron la vida en esos campos de trabajos forzados. El resto, los que lograron salvarse de tan inhumano castigo, fueron segregados y estigmatizados, durante muchísimos años, por la “sociedad” y por el hombre nuevo-nuevecito, con los peores calificativos, con las más absurdas limitaciones, con las peores “bajas pasiones”, hasta obligar, a muchos, a ocultar sus preferencias y vivir reprimidos llevando eternamente su angustia por dentro.
No sé como los seres cubanos no nos dimos cuenta de tanta injusticia y no nos revelemos contra esa maldita revolución del picadillo. Por un lado fidel castro se jactaba de protagonizar una revolución humanista y por el otro asesinaba, de cuerpo y espíritu, a todo aquel que no fuera macho, “cabrón”, masculino como él o como su hermano el General de la pamela. Saciaba en sangre y en el dolor de todo un pueblo su mezquindad, su intolerancia y su despotismo con el cuento de defender una revolución que beneficiaba a los cubanos pero que en la práctica nos condenó a la peor miseria material y moral que puede soportar cualquier ser humano en esta bendita tierra.
Ser homosexual no es una inmoralidad, pero ser castrista sí, dice mi amiga la cínica.
Y lo que cuento no es mentira, no tergiverso esa parte de la “historia revolucionaria” que nos tocó mal vivir a muchos de nosotros. Tuve un amigo, en el preuniversitario, por allá a finales de los 70s, que no pudo tragarse por más tiempo su “buche amargo”, su secreto, y se quitó la vida dejándonos, a sus padres y a nosotros, una desgarradora carta que, aun hoy, tengo grabada en mi memoria cada letra y cada lágrima que contenía.
Ahora no, ahora hasta los castristas dicen que eso no es cierto. Ahora han convertido en “contingente” de la revolución a los homosexuales manipulables y los exhiben ante el mundo como parte de la campaña contra el mosquito, digo, de la campaña para hacernos creer que en Cuba hay “apertura” y que con mariela y con raúl hasta…, “ganaremos la emulación”.
Continuará.
Ricardo Santiago.