Ja, ja, ja, ja, ja, ja, perdónenme que empiece con una estentórea carcajada pero es que acabo de recibir un comentario, de uno de los esbirros cibernéticos “a sueldo” del castrismo, diciéndome que él no es como yo, que él defiende con la vida su revolución del picadillo aunque viva en Miami, o en el fin del mundo, (oigan esto), pues él sencillamente se fue de Cuba porque la “revolución de fidel” atraviesa momentos muy difíciles, debido al bloqueo norteamericano, y que él tiene que alimentarse bien, que no se siente un exiliado, ni un gusano y: “muchos menos soy un contrarrevolucionario como tú.”
¿Será descara’o este tipo?
Increíble pero cierto, hay sinvergüenzas de estos pa’ comer y pa’ llevar aquí en el “exterior”, tipejos cara duras que sólo apoyan al castro-comunismo desde lejos, bien lejos, pa’ comer caliente, pa’ tener ciertas comodidades que por supuesto en Cuba ni soñando porque de tenerlas “serían ilegales”, porque sacaron sus estómagos pa’ Miami pero dejaron las nalgas en La Habana y pa’ que el régimen sanguinario y criminal no les ponga el cuñito de “no válido” en sus pasaportes después que lo pagaron tan caro: ¡le ronca el mango caballeros…!
Y de cierta forma estos mendigos de conciencia tienen hasta razón, el hambre dictatorial en Cuba no discrimina entre chivatos de medio pelo, arrastra’os de peso y medio y el cubano de a pie pues, como todos sabemos, la famosa “ley proteica” de la revolución de fidel castro prohíbe que los cubanos coman carne de res, coman mariscos, se coman un buen filete de pescado, una buena hamburguesa en el barbiquiú y hasta un simple sanguisi de jamón y queso.
Y lo otro, es decir, el acceso a la tecnología, ni soñando, quienes logran “conectarse” lo hacen por un “golpe de suerte”, por una tarjetica adquirida en el “clandestinaje” o por tener una “tía cariñosa en la comunidad” que les manda unos “fulitas” de vez en cuando.
Yo sé que en este mundo nuestro tiene que existir de todo para el buen desenvolvimiento del equilibrio “bio-magnético” y esas cosas que se usan ahora, pero: ¡Oh my God!, Diosito mío, a veces se te va la mano, qué digo la mano, el cuerpo entero…
En muchas ocasiones me he preguntado si fidel castro tuvo real conciencia del monstruo que creó con ese invento del “hombre nuevo-nuevecito”, de revolución pa’quí y de revolución pa’llá, del “desaguacatado” chupasangre en que se convirtió su portento de joven del “futuro” y en la hipocresía tan grande que significa esa cruel ideología, llamada comunismo, que tanto daño le ha causado al mundo y fundamentalmente a nuestra Patria.
En esencia, y para no complicarnos, debemos resumir, después de haber visto y presenciado la mar de ejemplos, que los comunistas lo único que quieren es vivir bien, vestir “cuqui” y comer sabroso estén donde estén, en Cuba o en el extranjero, y lo quieren a toda costa, aunque tengan que traicionar a su propia madre o pasarse la vida entera lamiéndole el culo al jefe del comité de base o del núcleo del partido.
Dice mi amiga la cínica que el hombre nuevo, el joven comunista y aguerrido de la revolución del picadillo, sueña con tener un bistec de res en una mano, un Iphone en la otra y la cabeza llena de pacotilla… así de simple.
Al final estos comunistas tropicales son sujetos altamente gandíos, se definen más a favor de un plato de espaguetis que por el “altruismo y la igualdad para todos”. Para ellos ese cuento del sacrificio, las guardias nocturnas, el trabajo voluntario, la libreta de racionamiento, el calor, los mosquitos y las colas son para los comemierdas, lo de ellos es McDonald’s, Macy’s, Samsung y: “se formó la gozadera…”.
Este “personaje” que me envía tal comentario, y que es un asiduo crítico de mis escritos, que no oculta su pasión por “aquello” y que disfruta “ofendiéndome”, “repudiándome” e intentando “desprestigiarme”, es un infeliz y es digno de lástima, aunque en la vida real a mi me da un asco tremendo, pero es obvio que este tonto del macramé revolucionario cumple “orientaciones de arriba” y que cuando trata de ser un poquito creativo, un tin a la marañin original, o lucir una pizquita de espontaneidad, mete el delicado hasta el infinito y demuestra lo que en verdad es: un imbécil útil al castrismo con el estómago más grande, mucho más grande, que el cerebro de pensar…
Ricardo Santiago.