La revolución castrista transformó a los cubanos en un pueblo chusma, grosero y vulgar.



¡Protégeme mi Dios bendito!
Debo empezar aclarando que toda regla tiene su excepción y que por suerte, para salvar la decencia y la “finura” de la Patria, existen muchos cubanos bien educados, correctos y de muy buen hablar.
Pero digo lo de la chusmería, la grosería y la vulgaridad porque resulta increíble el efecto catártico que produce la verdad en la mentalidad de los castristas y en la de su ejército de defensores afincados en el capitalismo pero con el alma metida hasta las trancas en aquel socialismo de letrina, es decir, comiendo jamón en la Yuma pa’ limpiarse en Cuba con el granma.
Los castristas, vivan donde vivan, nunca van a aprender “de las bondades del alma” porque, para esa banda de rémoras anales, a todo aquel que no diga lo que ellos quieren oír, es decir, viva el General de la pamela o yo soy fidel, hay que inventarle un juicio y meterlo preso.
Desgraciadamente es así, bueno, pensándolo mejor, afortunadamente, porque esa es la gran diferencia entre un cubano y una ciber-claria, el honor contra la infamia, la potencia contra la impotencia, la decencia contra la vulgaridad, el respeto contra la ofensa, el amor contra el odio y la libertad contra las cadenas que les entran por aquí y les salen por allá…
Mi pobre madre, que en la gloria del Señor esté, es blanco constante de la rabia de los “pioneros por el comunismo” y de los cederistas del exilio. La “pasión” gratuita que emanan mis opositores contra la autora de mis días y mis noches siempre me hace recordar algo que ella me dijo, hace muchos años, y que lo he cargado conmigo durante todo este tiempo de Por Eso Me Fui De Cuba: “Los comunistas ofenden porque es la única manera que tienen de llamar la atención, si no perretean de esa forma tan asquerosa a los cubanos se nos olvida que existen…”.
Mi amiga la cínica, por otra parte, me cuenta que goza mucho con las reacciones que desatan mis escritos y, sobre todo, con la de ciertos personajillos, testaferros de otros, vocingleros de este y de aquel, que se ponen al borde de un ataque de nervios y: “si no los recogen pronto se caen y se parten el c…”
A mí, en la vida real, esas rabietas ni me van ni me vienen, es más, en cierto modo las agradezco porque me ayudan a entender mejor al enemigo contra el que tenemos que enfrentarnos los seres cubanos si queremos decir la verdad: la impotente “impotencia” de la revolución del…
Si respondiera cada uno de los insultos que esos individuos “tiran” contra mi persona, me pasaría la vida, el poco tiempo que “me queda libre”, aclarándoles que: “yo amo a mi mamá”, “mi mamá me ama”, “ma, me, mi, mo, mu, el burro sabe más que tú, que tú, que tú, que tú y que tú…”.
Yo siempre digo que, a los cubanos, la famosa instrucción “gratuita” del castrismo, o sea, los lápices y las libretas “regaladas”, los libros de textos descuajeringados, la pizarra desteñida, las tizas que no “tizan”, ¡no veoooo maestraaaaa!, los pupitres con los clavos “a flor de piel”, la peste de los baños, los “profesores emergentes” y “la merienda escolar”, lo único que nos enseñó fue a gritar histéricamente y a faltarle el respeto a quien no meneara la cinturita con las ideas del cambolo de Santa Ifigenia, por lo que la manoseada gratuidad de la educación castrista se convirtió en mala educación, en chusmería de Estado, en la vulgaridad de una nación y en el desagradable vicio que tienen las ciber-clarias de defenderse agrediendo, de ofender hasta que sacan sangre y de calumniar a la Gallega diciéndole que sus durofríos saben a mierda, igualitico a como hacía su progenitor en jefe, el “lorito” de los cinco micrófonos y las tribunas abiertas.
De todas formas yo, a esos adeptos al ridículo, a esos que tienen el día entero la boca llena de “testículos” de varones y la mente en blanco, no los escucho aunque sí me sirven para ilustrar los horrores que nos ha dejado esa maldita revolución del picadillo porque, Señores, reaccionemos de una vez, lo peor que le puede pasar a un hombre es que le conviertan el alma en un lupanar, en una casa de la indecencia, en un cuarto pa’ matar jugada o en un bájate el blúmer de una ideología tan perversa como es el castro-comunismo.
Ricardo Santiago.



2 comentarios en «La revolución castrista transformó a los cubanos en un pueblo chusma, grosero y vulgar.»

  1. Cuba tocó fondo.¡ya no aguanta más! Los pocos que disfrutan son los que aplastan al pueblo convertido e esclavo; esclavo, porque perdió lo más sagrado: la libertad.

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