Cuba: El aburrimiento, el hastío, la agonía y la desesperanza de toda una nación.



Y…, al final: ¿Qué carajo podemos hacer los cubanos ante tanta destrucción, ante tanto “descojonamiento” y ante tanta peste a m… nacionales?
Porque ya ni “parir hijos” tiene sentido, ni vale la pena, ni es natural y ni es humano. La vida se nos va entre la lucha por la supervivencia, el calor, la sed, pican, pican los mosquitos…, los sustos, las amenazas del Armagedón virulento y los abusos, los maltratos, la represión, el no mires pa’llá, no mires pa’cá, de esta maldita revolución que ni pescado, ni pollo y ni esa mierda asquerosa de picadillo “enriquecido” que nos venden una vez al mes.
Yo digo que hay que tener un estómago, un corazón y un cerebro repleticos de “ilusiones” para poder soportar tanta agonía, tantas injusticias, tanto desastre y tanta falta de futuro pues por mucho que se intente adelantar, por muchos planes a corto o largo plazo que hagamos, la realidad del socialismo nos “devórame otra vez”, es como un derrumbe que escupe “cemento, ladrillos y arena”, que lo tira todo hacia abajo sin pedir permiso…, voy abajoooooo…., que lo sepulta todo y que si no nos entierra con sus traicioneros escombros, nos deja deambulando por nuestra propia existencia, “pasando por la vida sin saber que pasaste…” o sentados en un contén, con caras de comemierdas, mirando y esperando “a que lleguen tiempos mejores” o que la muerte nos separe.
Pero lo que muchos cubanos no acaban de entender es que los tiempos mejores ya pasaron, se fueron “al pairo”, se esfumaron, quedaron en la retaguardia de nuestra historia cuando, en Enero de 1959, la mayoría de nosotros, la inmensa mayoría, afiebrados y contaminados por la adrenalina revolucionariamente delincuencial de un monstruo siniestro y embaucador, decidimos abrir las puertas de nuestra muralla para darle paso, y esto es bueno que se entienda bien, para dejar entrar, así como si nada, como perro por su casa, como “los marcianos llegaron ya…”, a la “mala” desgracia, a una execrable plaga, a una vil tragedia y al más cruel martirio que caería sobre todos, absolutamente todos los cubanos.
Y entonces, como pueblo merecedor de los más infames tormentos, como pueblo maldecido por nuestra bobería, por nuestra berracada y por nuestra estupidez política, caímos víctimas del peor “aburrimiento” existencial que puede sufrir una nación, una sociedad o un país, cuando decide abrazar, por amor al arte de las revoluciones del picadillo, a un régimen que nos decía traía el “pan bajo el brazo” pero nos ocultaba que, el único pancito nuestro de cada día, estaba infectado con una insoportable peste a grajo de comunistas y traidores.
Así los cubanos, todos, nos “sentamos en el contén del parque” y nos hemos quedado postrados en la misma posición, por más de sesenta larguísimos años, obligados a tragarnos, a digerir, a empujarnos la misma película de los milicianos marchando hacia un ideal, de los constructores levantando hoteles a los que no pueden entrar, de internacionalismos proletarios de los que no salimos beneficiados, de enormes sacrificios para sostener un socialismo que nadie sabe qué carajo es en realidad, de muchos de nuestros hijos apresados, desaparecidos o muertos intentando encontrar una vida mejor y de la misma pituita, repetida y recontra repetida por cuanto medio de información de perfil tonto existe en este “planeta azul”, defendiendo las mentiras y falsedades de una revolución socialista que, hace la mar de años, se convirtió en la peor involución que ha sufrido un pueblo en toda la historia de la humanidad.
La profunda anorexia ideológica que implantó el castro-comunismo en el pueblo cubano, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, y que ha devenido en un brutal, sistemático y antihumano adoctrinamiento, ha ayudado al florecimiento, propagación y estandarización en Cuba de los peores valores morales, del más destructor antipatriotismo y de la pérdida total de la esencia histórica de todo un país adquirida durante más de doscientos años de formación como nación.
Entonces los seres cubanos yacemos hoy en la perfecta trampa mortal de una denigrante ideología que propugna la mediocridad, la indecencia, la complicidad, el odio, la intolerancia, la falta de respeto y las miserias humanas. Nos dejamos seducir y arrastrar por tal esperpento grandilocuente, falsamente llamado “revolución cubana”, que ahora vivimos y morimos confundiendo los bostezos del aburrimiento con los bostezos del hambre, las arqueadas del fastidio con las arqueadas del asco y las convulsiones del hastío con las convulsiones de la miseria, de la soberbia y de la locura.
Ricardo Santiago.



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