Cuando yo me muera, “sin patria pero sin amo”, porque no será en Cuba comunista, quiero que mis cenizas sean esparcidas en espacios legales y que no contaminen ni el medio ambiente ni a personas que no tengan ni hayan tenido que ver algo conmigo. Me parece lo justo. Joder en vida ya es demasiado fuerte como para también hacerlo cuando estemos hechos polvo o a dos metros bajo tierra.
A mí me van los bolerones “del tiempo de antes”, soy fan a esas historias de mujeres ingratas y hombres medio flojones que lloran por los rincones sin saber qué hacer ante el amor perdido, es la pura verdad. Lo digo porque en la vida real creo que siempre estamos sufriendo un pedazo del tiempo por algo o por alguien y no hay nada como los buenos boleros para estrujarnos el alma y la vergüenza.
Yo sufro todos los días por Cuba. Por el lugar donde nací y las historias que protagonicé o que me tocaron de cerca, por las calles que deambulé acompañado o solo, por el sol, la luz y los colores que no he vuelto a ver en ninguna otra parte del mundo, por el mar “playero” y el diente de perro de mi juventud, por los tamales y sobre todo por personas que conocí y quise mucho y otras que sencillamente me ayudaron a armar este engendro protestón en que me he convertido.
Porque para mí todo eso es la Patria, mi Patria. Sin complicaciones filosóficas, ni poéticas, ni nacionalistas y mucho menos chovinistas, amo a Cuba porque no existe otro lugar en este mundo donde yo haya vivido las pasiones, los desatinos y los horrores que tuve en la tierra donde nací, así de sencillo.
La Patria no se grita, a la Patria se le habla bajito, de cerquita y con palabras sin olvido.
He dicho todo esto para que algunas personas entiendan que YO NO HABLO MIERDA DE CUBA, jamás lo haría, Dios me perdone. Mi discurso es, y que se entienda bien, contra los Castros, sus edecanes sin calzoncillos, su ejército de guatacones y chivatos y, sobre todo, contra esa pérfida ideología que le dicen comunismo.
Contra estos tipos y su Revolución de conveniencia no me cansaré de escribir, no hay nada que pueda callarme, he decidido por convicción, por la memoria de mi madre y de mi padre, no descansar ni un solo día, hasta que me muera. Es mi segundo trabajo, con el primero alimento a mi familia y con este a mi espíritu, a mi alma y a mis recuerdos.
Fidel Castro, he leído u oído decir, ahora no recuerdo bien, ha preparado un panteón o algo parecido, vaya usted a saber, por allá por la finca donde nació en el oriente de Cuba. Fíjense si este hombre ha abusado de nuestro país que hasta es capaz de elegir el lugar donde quiere “la eternidad”, dispone en vida y vigila en muerte a los cubanos como si fuéramos una extensión de sus “posesiones”, como si la tierra que nos va a tragar a todos le perteneciera y le aprobara sus payasadas.
El resto de los cubanos tienen que joderse, cada uno pa’l hueco que le toque y sin derecho a protestar, porque en Cuba morirse, para el cubano humilde, es también una salación, un martirio y un corre-corre.
Vuelvo y repito: El patriotismo es un sentimiento personal, cada hombre y mujer lo lleva en el alma como le da la gana, lo adora o lo estruja a su antojo y nadie tiene derecho a juzgarlo, no está ceñido a consignas patrioteras ni a lemas oportunistas dichos para satisfacer al sátrapa, al bandido, y en definitiva, al menos patriota y cubano de todos nosotros.