¡Que salte la rata! (Un cuento casi infantil)

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En un lugar del Caribe, en una isla brillante, hermosa y reluciente, un día apareció, con escándalos y griterías, una rata inmunda que se hizo a si misma monumental y eterna…
Muchos pesticidas fueron usados para eliminarla, pero nada, en muy poco tiempo se pegó a los habitantes de aquellos hermosos páramos como costra de calcañal… uff, uff, uff, ¡fó que peste!…
¡Que salte la rata y que vuelva a saltar! Que grite. Que se joda. Que huya. Que se esconda y que se muera.
Las verdades dichas de frente, con tono certero y sin titubear, con elegancia y firmeza, son para estos enfermizos defensores del castrismo el peor de los venenos, el más efectivo, el que más les duele y el que les provoca porque lo sienten como inoculado por vía rectal.
¡Se imaginan tal enema de verdades!
La rata se retuerce y se fuga despavorida, arrastra con ella su líquido pestilente y se hunde en su cueva palaciega donde ha llevado lo último que ha robado a los demás.
La rata grita, discursea, balbucea pucheros de puré bendito pero engendra el mal, no sabe distinguir entre todas las mentiras que ha dicho cual es la menos asquerosa y repugnante. Olvida todo, cancanea, chochea, rumia su maldad y repite su cantaleta para atemorizar sin darse cuenta las burlas que provoca y el asco que sienten quienes la observan hacer el ridículo.
El castro-comunismo tiene que ser una ideología repetitiva y asfixiantemente compulsiva porque ni sus mismos practicantes creen ni confían en ella.
La rata quiso volar y se estrelló contra un muro de lamentaciones, no vio las señales en el aire porque siempre corre mirando al suelo, con los ojos tapados para no ver el daño que provoca con sus mordidas, su ambición, su egoísmo y su desprecio.
Tiene dientes afilados para corroer la vida, para dar mordiscos de odio y fuego, para envenenar y prohibir los sueños, las aspiraciones y la libertad de quienes le rodean. La rata salta y vuelve a saltar. Se hunde y flota porque es especialista en la doble moral, en los juegos y las traiciones, en el engaño y las promesas, en la vida y en la muerte.
El castrismo es traición y muerte, es el manto negro, negro manto y negra vida de los cubanos, perenne presencia en la existencia de varias generaciones y causante de la asfixia física y espiritual de un pueblo que nunca conoció sus libertades.
La rata, en su púlpito de crema y azúcar, se siente todopoderosa, ha logrado acaparar las verdades y ha convertido la crema en polvo y el azúcar en sangre, la belleza en odio y la prosperidad en hambre.
La rata salta y engendra demonios, los reproduce en serie y los programa para repetir su ferocidad, se gula y sus miedos. La rata salta. La rata es sibilina y rastrera porque teme ir de frente para que no le partan la cara. La rata es traicionera, su miedo le hace morder y contagiar de enfermedades a sus víctimas, por eso mata. Su peor enfermedad, de transmisión oral, es la doble moral con toques de hipocresía y oportunismo. La rata quema.
El peor enemigo de un pueblo es la inercia, el dejar arrastrarse obedientemente a la “buena” de un hombre sin medir las consecuencias de la mentira, el engaño y las manipulaciones de este.
La rata salta y salta y cae, cae y cae. La rata muere…




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