Yo digo que el castro-comunismo, a los seres cubanos, nos ha robado, reprimido, extorsionado, chantajeado, abusado y asesinado, con total impunidad, con total descaro y con total complicidad nuestra, desde la vida de vivir, nuestras posesiones más preciadas, cada cosa que logramos como individuos y hasta el alma.
Quien tenga duda de cuanto digo que le pregunte a cualquier cubano, que nos pregunte a quienes no tenemos miedo a decir la verdad sobre qué significa en realidad, sobre la vida y la muerte de un ser humano, una dictadura “del proletariado” que lo único que hace es estrangular las libertades, convertir todo lo que toca en caca y hundir en la pobreza, en la miseria y en la indigencia, a los países y a sus pueblos.
Cuba es hoy, para desgracia nuestra, para dolor de quienes la amamos de verdad, un país destrozado, de una punta a la otra, física y espiritualmente.
La imagen más parecida a nuestra isla querida es la de una tierra arrasada por un bombardeo, la de un país que ha sido víctima de una plaga apocalíptica, la de un país devastado por muchas catástrofes naturales y la de un pueblo que cumple una larga sentencia de presidio, la de un pueblo condenado a morir en la hoguera y la de un pueblo que ha perdido la capacidad de movimiento, el derecho a ser feliz, la necesidad de pensar y el sentido de su libertad individual.
En resumen el castro-comunismo, con sus políticas carcelarias, con sus leyes de prohibición, con su sentido esclavista y con su maldita tiranía contra el proletariado, nos pudrió la Patria orgullosa, nos tiene viviendo a los cubanos de infantería en las condiciones más hediondas y nos puso una soga al cuello, una banderita del 26 de Julio en el c… y un grillete en el tobillo, para manejarnos a su antojo pues quien se atreva a contradecir sus ordenanzas dictatoriales muere asfixiado o encarcelado.
Pero esta historia no es nueva, no es de ahora, tristemente empezó el 1 de Enero de 1959 cuando nosotros, como pueblo enardecido, borrachos por la comemierdería revolucionaria, despreciamos todo cuanto habíamos logrado como nación próspera, como país productivo, para sumarnos a una revolución del picadillo, ahora de las tripas, que nos hundió en la debacle del tibor del socialismo, que destruyó nuestra floreciente economía impulsada por la propiedad privada y que con doctrinas importadas de casa del carajo nos cambió la mentalidad del progreso para transformarnos en cubanos miserables, envidiosos, vulgares, chismosos, mal educados, groseros y anti-patriotas.
Por nuestra imbecilidad, por nuestra mediocridad y por nuestra idiotez compulsiva, apoyando y venerando cada una de las mariconadas políticas, económicas, culturales y sociales, que aplicaban contra nosotros mismos esa maldita revolución castrista, fue que le dimos, que le otorgamos al castro-comunismo, la licencia, el permiso, la impunidad, para que hiciera con nosotros todo cuanto le saliera de las nalgas, es decir, lo mismo que nos separara de nuestros padres e hijos para cumplir movilizaciones militares o para hacer trabajo “voluntario” agrícola, que para subsidiarnos la canasta básica a cambio de pagarnos un salario burlesco por nuestro trabajo, que adoctrinarnos con una ideología que no la entiende ni la madre que la parió porque siempre va mil pasitos pa’tras María, que mandarnos a morir como piltrafa de cañon en guerras extrañas y ajenas, que quitarnos “la cuota de carne” pa’ “cuidarnos la salud”, que exigirnos más y más sacrificios durante más de sesenta larguísimos años, que obligarnos, so pena de muerte, a qué tenemos que decir y cómo tenemos que pensar, hasta, y esto es lo más increíble en este universo de terror, a defenderlos y a dar por ellos hasta la “última gota de sangre” a cambio de que nos dejen salir o nos dejen entrar a nuestro propio país.
Dice mi amiga la cínica que el daño causado por tanto repetir y repetir esa mierda de yo amo a fidel, yo amo a la revolución y por tantos patria o muerte que gritamos desde que somos chiquiticos y de mamey, se nos afectó el sentido común, nos convertimos en zombis vestidos de milicianos y nos descojonaron el cerebro de tal manera que hoy somos un pueblo con un mal incurable y con una afección neuropatológica irreversible, tan evidente, que somos capaces de matarnos entre nosotros mismos por un muslito de pollo.
Aun así no pierdo la esperanza de ver a Cuba libre de esa porquería de régimen socialistoide y a nosotros los cubanos dejando atrás tanta estupidez, tanta imbecilidad y tanta aberración revolucionarias.
La vida de vivir es corta y los seres cubanos tenemos derecho a gozarla, a sentirla y a llorarla como nos da la gana…
Ricardo Santiago.