La desilusión, la angustia que padece un cubano por vivir en un país ruin y miserable.



El cubano de infantería, esa mañana, otra, se sintió vencido, humillado, destrozado, apabullado pero, esta vez, por culpa de la ventana del cuartico que, la muy hija de puta, se había empeñado, la ventana, repito, en “caerle encima cual monstruo imperialista devorador de revoluciones y de pueblos enardecidos”, como decía el desteñido cartel que posaba, desde que tenía uso de razón, en la entrada del local de la Oficoda.
Por primera vez en su vida no “cogió lucha” con los alambres y los viejos tornillos que sujetaban la “window”, “total, para qué…”, entonces los dejó hacer, permitió que se burlaran de él como si fueran “la fuerza que mueve la tierra” o las potencias que controlan el presente, el pasado y el futuro de los mortales ya que, como dicen los dichos, a esto…, tal como van las cosas, “no hay quien lo tumbe, no le queda mucho, no hay quien lo arregle, viva la revolución, tanto nadar pa’ morir en la orilla, el partido es inmortal, camarón que se duerme se lo comen los turistas, por seguir tus huellas me cagué los pies, el comunismo es hambre, miseria y necesidad y no hay mal que por bien no venga…”.
Aun así, asediado por las tantas “tribulaciones de un chino en China” o, como decía su amigo de toda la vida, por las comemierderías de un cubano en Cuba, suspiró despacio, aspiró escuálidas bocanadas del aire rancio del solar, del fétido ambiente usufructuario que reinaba en la humilde ciudadela, pues llevaban más de veinte días sin que entrara el agua potable, ni una sola gota, y los dos baños colectivos estaban tupidos, muy “tupidos” y, a este paso, a este salto gigante de la especie humana, “la mierda nos va a sepultar a todos”.
Según dijo la “compañera delegada del poder popular”, en el mitin relámpago que tuvo lugar, compañeros, bajo el viejo farol de la esquina, la tremenda sequía revolucionaria se debía a una rotura general en el acueducto de la ciudad y la cosa iba pa’ largo pues no podían solucionar la puñetera “despingazón”, según sus propias palabras, las de ella, por falta de una “pieza clave”, a la cual no logramos acceder, compañeros, por culpa del “bloqueo imperialista” o, por, compañeros, por la soberbia de la mafia terrorista de Miami, por los mercenarios al servicio del imperio, compañeros, o por los acérrimos enemigos de nuestra gloriosa revolución, compañeros.
Bueno, lo mismo de siempre, pensó, esos malditos americanos, y la gusanera, no se cansan de joder, no saben que aquí hay niños, que hay ancianos, que llevamos un montón de días con el culo sucio y de esta manera no hay quien construya una patria decente, un socialismo con calma o una revolución de los humildes.
En esas “locuras” andaba cuando tocaron a la puerta del cuartico. Por las hendijas de las paredes intentó adivinar al visitante: “será el cobrador de la luz, será el del comité militar con otra citación para el día de la defensa, será el de vigilancia convocando a otro trabajo voluntario, será el de la bolita porque me saqué el numerito de anoche, será el tipo de los mosquitos, serás enano, serás lampiño, pero esos…”, y no le quedó más remedio que reírse de sus ocurrencias…, “a mal tiempo la única cara que tengo y al que no le guste que se joda…”.
“Caramba, qué casualidad…”, era su amigo de toda la vida…, “te traje con el pensamiento…”, le dijo, “pues aquí estoy…, pasa que conseguí esta botellita de chispa’etren y quiero empezar temprano a calentar el cuerpo y a olvidar las penas…”.
“¡Compadre pero es muy temprano, ni siquiera he desayunado, ni nada…!”, gritó, pero el otro, su amigo, le espetó una sonora carcajada, “ja, ja, ja, ja…”, como si hubiera escuchado el mejor chiste de toda su vida, “de qué carajo hablas, a ver: ¿tienes café, tienes leche, tienes pan, tienes mantequilla, tienes huevos, tienes…?”
Mediaron unos minutos de silencio, el amigo de toda la vida, para romper el hielo, digo, el tremendo calor que había en el solar, le dijo que el cuartico estaba igualito pero que de dónde salía esa peste tan insoportable, a lo que él respondió sacando sus dos desvencijadas sillas al “portal” dispuesto a desprestigiar “el rifle” del amigo porque, total, no hay más na’, y esto está mejor que el teque de la delegada del poder popular, que levantar la mano por unanimidad, que tener que ponerse del lado de los que están a favor o tener que gritar socialismo o muerte cuando sabía, mejor que nadie que, la mayoría de los cubanos, estábamos todos muertos desde hacía ratón y queso…
Ricardo Santiago.



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