Desde la acera del frente…

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Y crecimos y nos hicimos grandes, mayores, incluso unos más que otros aunque fuera a puro pesar.
Recuerdo que nos mirábamos al salir de la escuela buscando algo que justificara volver a encontrarnos para no vagar “en los marañones de la estancia”, como decía mi santa madre, para no perder lo único que nos sobraba a esa edad: el tiempo y rogando para que la vida nos independizara aun cuando tuviéramos que seguir viviendo en casa de nuestros padres.
Ya todo nos resultaba demasiado repetido: el jugar baloncesto sin saltar para cuidar los zapatos y no se rompieran, el chapuzón en los arrecifes del mar, el pan con croqueta de “La Cocinita”, la novia compartida y el único cigarro, robado a algún progenitor, que pasaba de boca en boca y que cuidábamos con temor para que no se acabase.
Los fines de semana era un poco distinto, las fiestas con música prohibida y el ponche de alcohol de farmacia nos llamaban “a degüello”, la ropa dominguera lista y el pelo estirado a golpe de medias de mujer nos presentaban para una acción que siempre nos dejaba a medio camino…, hasta aquella noche, terrible, un sábado de 1980, cuando alguien gritó, a voz en cuello, que “el mundo” se estaba colando en la Embajada del Perú.




Recuerdo que fuimos corriendo, porque vivíamos cerca, “para ver”, y realmente vimos, a una enorme multitud bajando por la avenida e intentando entrar a la sede diplomática porque el gobierno cubano había retirado la custodia oficial. Un espectáculo alucinante y aterrador nunca antes interpretado por mortales en “la tierra más hermosa del mundo”.
Las cifras oficiales después calcularon sólo a quienes entraron, nunca hablaron de los que no pudieron, de los miles y miles que seguían forcejeando para agenciarse un espacio dentro y que según pude apreciar fueron muchos más, casi el doble o el triple del enunciado en la nota del gobierno.
Dos amigos míos si lo lograron, junto a sus padres desaparecieron tras la cerca medio rota confundidos entre la multitud, nunca más los volvimos a ver, al menos yo.
Esta fue mi primera experiencia real con el exilio y la primera vez que oí la palabra escoria para referirse a una persona, doloroso pero cierto, tenía 17 años.
Por primera vez en mi vida sentí al amigo que en un zas se vuelve “enemigo” pero que en silencio sigues amando, queriendo y recordando, que la política gubernamental te obliga a salir a gritarle, ofenderle, maltratarle, repudiarle y odiarle hasta que descubres que el verdadero problema lo tienes tú, que tu enemigo es otro, verdaderamente siniestro, poderoso y dictatorial, aun en tu propia casa limitador de todos los espacios de tu vida y amo de un destino que nunca elegiste ni pensaste: “habla bajito muchacho que las paredes tienen oídos”.
Entonces tomas la decisión que muchos cubanos, de cualquier color, creencias, aspiraciones y valores asumen: EL EXILIO, un exilio para muchos con mayúscula, duro, agresivo, incomprendido pero necesario.
Nunca un ser humano abandona su Patria si en ella encuentra todo cuanto necesita para una vida real, cierta y lógica.
Triste.




2 comentarios en «Desde la acera del frente…»

  1. Que nostalgia mi Dios! Como cambio la vida para miles de nosotros, los que partieron en aquel tiempo y los que pudimos hacerlo despues! El horror es horror y lo seguira siendo mientras la mayoria permanezca impacible para que el horror se expanda!

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  2. Muy bueno tu articulo, aunque me hubiese gustado un final mas completo.
    Poco se ha dicho de la Cuba post-Mariel, creo q algo he escrito sobre ello.

    La ciudad parecia una ciudad fantasma, la gente casi no hablaba, rara era la familia q alguno de sus integrantes, a algun amigo de los integrantes no se hubiese ido en aquella estampida. Incluso muchos de los q desfilaron en las marchas de odio y repartieron palos a los descontentos, luego, fingiendose homosexuales o comprando records criminales falsos, tambien huyeron antes del cierre del éxodo.

    Otros menos afortunados que no pudieron escapar, enfrentaron luego años de trabajo forzados en la agricultura o la construccion, con el estigma de ser homosexuales sin serlo, y en una nacion patologicamente machista e intolerante.

    Hoy contrasta ver a muchos de las nuevas generaciones de cubanos, vacìas de espìritu y dignidad, anunciarse a-politicas y densentendidas del dolor que décadas de frustraciones y de separaciones forzosas nos causaron.

    Ahi está la historia, no querer conocerla o mostrarse indiferentes a ella, les hace tan culpables como a los culpables.

    Sepan ellos tambien q el camino que hoy transitan, aunque les pueda parecer angosto y sofocante, fue pavimentado con océanos de lagrimas, de perseverancia y de angustias q un exilio forzado impuso.

    Mis respetos de siempre para aquellos audaces q, desafiando el terror de aquel regimen despotico, abrieron las puertas y mostraron el camino a la libertad para muchos de nosotros!!!

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